Ojos Color Violeta.

Cap. 41: La misión más importante.

Capítulo 41: Quien mejor puede conocer el pasado, parte II.

La misión más importante.

Cuando desperté, me vi acostado en una camilla con algunos tubos pegados en mis brazos, creí por instante estar en un hospital, pero el lugar era demasiado extraño y oscuro para serlo. Cuando miré a mi alrededor, vi un montón de camillas y aparatos iguales a los del hospital en el que trabajaba, pero había algo extraño en ese lugar, aunque no supe qué era.

El hombre de bata blanca que vi antes entró poco después de que yo despertara, caminó hasta mí con una libreta y una pluma, y se sentó en la silla que estaba junto a mi camilla—. ¿Cómo te sientes? —preguntó.

—Mejor…

—Eso es bueno.

—Disculpe… ¿este es un hospital?

Él anotó un par de cosas en su libreta y luego me miró—. Es más como una pequeña clínica, o una gran enfermería. No soy tan hábil para tratar con heridas mortales, la mayoría de las operaciones que he realizado han sido un fracaso, así que cuando se trata de curar heridas, yo solo me encargo de cosas menores, pero en unos años tendremos una niña que podrá curar cualquier cosa.

—Ya veo —dije, aunque en realidad no había entendido nada—. ¿Y por qué no hay ventanas? No importa cuánto me estire, solo veo paredes blancas.

—Bueno, estamos debajo de la tierra, así que tener ventanas sería algo absurdo. En fin, ¿recuerdas lo que te preguntó Eisenhide antes de que te desmayaras?

—¿Eisenhide? ¿El hombre de ojos azules?

—Sí.

Cerré los ojos para hacer memoria—. Algo sobre… tener algo como un súper poder.

El hombre sonrió—. ¿Y lo tienes?

Lo miré curioso—. ¿Qué pasaría si no lo tuviera?

—No saldrías de aquí vivo —aseguró mientras su rostro se ensombrecía, pero luego volvió a sonreír—. Pero no hay problema, ¿cierto? Tienes un súper poder.

Tragué saliva por el repentino cambio en su actitud—. Lo tengo.

—¿Puedes describirme tu poder?

—En realidad… no sé mucho sobre él. Lo descubrí hace unos meses cuando yo —, dudé en decirle sobre mi crimen—... preferiría no hablar de eso.

—No tiene caso que guardes información, tenemos a un abuelo que puede leer mentes, ¿quieres que lo traiga?

—No, pero… yo… maté a alguien. —Lo miré con miedo al pensar en la posibilidad de que llamaran a la policía y me encarcelaran pese a mis esfuerzos por huir.

Pero ese hombre no pareció inmutarse—. Ajá, ¿y luego?

Me sorprendí por la poca importancia que él le había dado al hecho de que yo era un asesino, pero al verlo más impaciente por oírme hablar sobre mi poder que sobre mi asesinato, le conté el resto sin más. Me hizo algunas preguntas más, mi nombre, mi familia, mi trabajo y en dónde vivía, y al terminar, me informó que toda mi antigua vida sería completamente borrada y haría una nueva identidad para mí de ser necesario.

Sentí tanto alivio de que me dijera eso, que la copia de mí que se hallaba en la cárcel desapareció cuando supe que ellos se encargarían de protegerme.

El hombre de bata se puso de pie cuando terminó de capturar mis datos y me extendió la mano—. No me he presentado, todos me llaman doctor Dean, pero tú puedes llamarme doctor Dean.

Le di la mano y sonreí—. Mucho gusto, yo soy…

—Sobre tu nombre —interrumpió a la vez que soltaba mi mano—, debido a tus antecedentes penales, olvídalo, ya vendrá un chico a verte después, él se encargará de tu nombre, a él le gusta poner nombres. Bueno, me retiro. —Caminó hasta una de las dos puertas que había en esa gran enfermería, y tan pronto la abrió, se escucharon gritos terribles de un pequeño niño.

—¿De quién son esos gritos? —pregunté asustado.

—Ah, no te preocupes, los gritos vienen de una televisión. El niño que está gritando debe ser 16-24-67, él se encuentra muy lejos, en uno de los laboratorios, en donde no podrá hacerle daño a nadie. —Cerró la puerta y los gritos cesaron.

Unas horas más tarde, un chico delgado de cabello negro y quebrado entró a la gran enfermería con una bandeja de comida para mí, la puso en silencio sobre mis piernas y luego se dirigió hacia la puerta por la que el doctor Dean había desaparecido luego de capturar mis datos, entonces arrojó un sándwich cuando abrió la puerta, y luego de que se escuchara al doctor Dean gritar «¡Gracias!», vi al chico cerrar la puerta y volver hacia mí.

—¿Cuántos años tienes? —me preguntó.

—¿Eh…? 32.

Me miró fijamente por unos segundos—. 35-03-63.

—¿Qué?

—Ese será tu número, no vayas a olvidarlo.

Lo miré decepcionado—. El doctor Dean dijo que un chico me daría un nombre, ¿ese va a ser mi nombre?

Se encogió de hombros—. Supongo, él llama a todos por sus números como si fueran sus nombres. ¿Pero quieres que te dé uno?

Asentí—. Sería más cómodo.

Miró hacia el techo para pensar en algo—. Uhm… ¿qué te parece Nael?




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