Ojos Color Violeta.

Cap. 43: Me dolía todo.

Capítulo 42: Quien mejor puede conocer el pasado, parte IV.

Me dolía todo.

Nael retrocedió un par de pasos y me miró entre asombrado y aterrado—. ¿Cómo lo sabes?

—Devuélvela —balbuceé. Apreté mis puños y entorné los ojos hacia él—. ¡Devuélveme a mi hermana!

—¡No puedo! ¡El señor Esteban la necesita!

Me llevé las manos a la cabeza de forma nerviosa—… Tengo que decírselo a Dalila.

Nael se abalanzó sobre mí y me tomó con fuerza de los hombros—. ¡Ni se te ocurra! ¡Si abres la boca estaremos condenados...! Andrés, yo no soy tu enemigo.

—¡No me hagas reír! —grité mientras lo empujaba—. ¡Ayudaste a que secuestraran a mi hermana!

—Tu hermana iba a morir y el señor Esteban le salvó la vida —afirmó con severidad, como si le molestara que yo pensara en el padre de Dalila como una mala persona—. Ahora dime, ¿cómo demonios sabes que Renata vive? ¿Fue cuando me tocaste? ¿Tienes un poder?

—¿Y no le vas a preguntar cómo es que conoce a mi hija? —cuestionó Esteban frunciendo ligeramente el ceño.

Él se había teletransportado a la sala de nuestra casa con un anciano que tenía manchas negras en forma de arañas por todo su rostro, manos y demás piel que estaba a la vista, también con el primo de mi madre, el tío Bernardo, y con Blaise.

Nael se colocó enfrente de mí, y aunque sus manos temblaban de miedo, tenía sus pies bien plantados—. ¿Por qué está aquí, señor Esteban?

Esteban se palmeó el brazo izquierdo con la mano contraria—. La marca que Bernardo puso en ti no es solo para encontrarte.

El tío Bernardo sonrió maliciosamente mientras se encogía de hombros—. Lo siento, Nael, olvidé decirte que esa marca también me permite escuchar lo que dices.

—Entonces, Nael, ¿desde cuándo sabes que ese niño y Dalila se conocen? —preguntó Esteban, fulminándolo con la mirada.

—Yo no lo sabía —mintió sin mirarlo a los ojos.

—Bueno, eso no cambia el hecho de que habrá que hacerle algunas preguntas al niño —dijo mirándome a los ojos, de forma tan escalofriante que me sentí estremecer—. Veremos que tanto conoce a mi hija.

—Señor Esteban… ¿qué hará cuando termine de interrogarlo?

Esteban sonrió—. Quizás lo mate, eso te ayudará a reafirmar tu lealtad hacia mí.

—Señor…

—¡Pero soy hijo de Oliver Binder! —expuse—. ¡Soy el hijo de un importante amigo tuyo! ¡Tú no podrías…!

—¿Qué yo no podría matarte por ser hijo de Oliver? —preguntó Esteban con tono despectivo y con un rostro que mostraba asco, y entonces entendí que Nael se había equivocado al pensar que Esteban tenía algo de humano en él.

Nael se puso de rodillas y miró con desesperación a Esteban—. Prometo no volver a guardarle información, Andrés le dirá todo, pero por favor no lo mate.

Lo miré con sorpresa, no podía decir que él y yo tuviéramos una relación mala, pero nunca creí que Nael sería capaz de arrodillarse para rogar por mi vida.

—Solo puedo ofrecerte matarlo sin dolor, si es que coopera —dijo Esteban—. Matarlo no solo servirá como una lección para ti, también servirá para mi estúpida hija, para que aprenda las consecuencias de confiar en los demás.

—Pero quién diría que mi sobrino y Dalila se conocerían —comentó divertido el tío Bernardo—. ¿Qué falta? ¿Que el pequeño Andrés también conozca a la hija de Jared Leiva?

Di un pequeño respingo. Entonces Esteban y el padre de Anabel de verdad se conocían. Pensé que Esteban debía ser el hombre al que tanto le temía el señor Jared, y de quien quería proteger a Anabel, pero aún no era momento de asustarse por ella, no había razón para que Esteban fuera detrás de Anabel en ese momento, pero… luego de recapacitarlo, no había forma de que yo pudiera escapar, y tras interrogarme, estaba seguro de que me sacarían información también de ella, y la posibilidad de que fueran detrás de Anabel se hizo más certera.

Tenía que huir. ¿Pero cómo? ¿Y eso era siquiera posible? No, no lo era.

Esteban podría alcanzarme en un segundo y descuartizarme. Blaise era amigo de Nael, pero siempre se movía según lo que mejor resultados le diera, y la amistad se volvía absurda para él en momentos como ese, no le convenía ponerse en contra de Esteban, por lo que era seguro que no me ayudaría. Y tampoco podía ver ayuda por parte del tío Bernardo, quien adoraba y alababa a Esteban.

Pero tenía que, al menos, alertar a Anabel. Pensé que, si encontraba una forma de pedirle a Nael que usara una de sus copias para llevársela lejos y protegerla, estaría más que satisfecho, la cuestión era que no me dejarían estar cerca de Nael una vez me llevaran con ellos, por lo que mi única oportunidad de pedirle ese favor era en ese mismo instante, sin embargo, el tío Bernardo dijo que él podía escuchar todo lo que escuchaba Nael, así que no podía hacer algo tan estúpido como susurrarle al oído.

¿Y si usaba mi poder? ¿Y si le transmitía mis pensamientos con mi poder? ¿Podría el tío Bernardo percatarse de ello?

Probé tocando la espalda de Nael para transmitirle un recuerdo de cuando tenía 10 años y estaba probando con esculpir piedras, Nael dio un pequeño respingo, pero los demás lo tomaron como un acto provocado por la tensión que sentía y mi repentino impulso de sujetar su espalda, incluso el tío Bernardo, cuando lo miré de reojo, no parecía haber cambiado nada en su rostro.




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