Capítulo 45: Quien mejor guarda secretos, parte VIII.
Lo vi llorar.
(Universo 3, 116 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
Medio año después, a principios de marzo, el señor Alan me informó que ya tenía todo listo para que yo pudiera detectar de forma más precisa las presencias indeseables, así que bajé con él en compañía de Ale, Dalila y Paris, con quien por cierto había podido congeniar muy bien los últimos meses, hasta el 3er piso subterráneo, el cual era el piso con más seguridad de todo el edificio, ahí, el señor Alan mantenía guardados inventos suyos que habían resultado un total éxito, por ejemplo, una máquina teletransportadora.
El señor Alan nos contó una vez que durante la segunda batalla que su padre había liderado contra REVENISH, él había tenido la oportunidad de tocar a Robin Hatadi, quien tenía el poder de teletransportarse, por lo que el señor Alan pudo absorber un poco de su poder para luego insertárselo a la máquina teletransportadora que usualmente usaba Arley Bowie, una antigua miembro de REVENISH, para escapar de los Vestigios de REVENISH.
Nos ubicamos en una pequeña habitación que tenía una pantalla que mostraba la habitación en la que se encontraba la máquina teletransportadora, y esperamos a que la señora Arley presionara un control que el señor Alan le había dado, el cual mandaba una señal a la habitación en la que nosotros estábamos y encendía un foco al lado de la pantalla.
Cuando el foco se encendió, el señor Alan configuró la máquina para que permitiera que alguien se apareciera en ella, y el resto miramos atentos la pantalla esperando ver una mujer anciana, regordeta y pequeña aparecerse, y tras hacerlo de forma exitosa, el señor Alan apagó la máquina teletransportadora y desactivó todas las armas y trampas que atacarían a cualquiera que se hubiera aparecido ahí distinto a la señora Arley.
Luego de que nos reuniéramos con ella, subimos al segundo piso subterráneo, en el que se encontraba la máquina que utilizarían en mí, en ese piso se encontraba el laboratorio del señor Alan y los experimentos e inventos que aún se encontraban en proceso.
Tras meterme en una máquina con paredes de cristal, me senté en la silla que estaba ahí dentro y vi cómo luego de que el señor Alan apretara algunos botones, algo parecido a un imán gigante en el techo de la máquina, comenzó a temblar y sentí que mi piel cosquilleaba. Unos minutos más tarde, la máquina se apagó y el señor Alan me indicó con una señal con su mano que podía salir, una vez estuve fuera, todos me miraron expectantes.
—¿Qué se supone que haga ahora? —pregunté, un poco intimidado por sus miradas.
—¿No sientes nada diferente? —inquirió el señor Alan.
—¿Algo diferente? —Cerré los ojos para concentrarme.
Siempre había sido más sensible que los demás para sentir las presencias de las personas mediante sus miradas, e incluso, podía diferenciar algunas especialmente fuertes e intensas como la de Leonardo o la de Nael Halffter, o la de Dalila cuando estaba enojada, pero en ese momento, no solo pude distinguir las miradas de las personas que me acompañaban en esa habitación, iba mucho más allá, podía sentir todo, desde su respiración o sus latidos, hasta el crecimiento de cada uno de sus cabellos.
Era increíble, porque «sentí» cosas que jamás me imaginé que podría hacer, como, por ejemplo, el color de piel o de sus ojos, la forma de sus narices, el largo de sus uñas, o el tamaño que tenían cada uno de sus órganos internos, era genial porque incluso si cerraba los ojos, con solo «sentirlos», podía visualizar cómo lucían. Eso iba mucho más allá que sentir las presencias.
Sin embargo, me sentí abrumado por la gran cantidad de información que mis sentidos trataron de procesar, así que caí al suelo y mi cuerpo se arqueó para vomitar—. Agh… ¿cómo puede soportar todo esto? —le cuestioné a la señora Arley mientras Ale me ayudaba a ponerme de pie.
Ella se encogió de hombros y me sonrió—. Llevo con esto 78 años y 4 meses, hijo. Algún día tenía que acostumbrarme.
—Además, el poder que tienes ahora solo es el 15% del poder de Bowie —afirmó el señor Alan, dejándome aterrado.
—Tiene que estar bromeando —farfullé.
—Bueno —, revisó su libreta—… en realidad es el 15.03%.
—Ah… gracias —balbuceé mientras sentía como perdía la fuerza en mis piernas—, creo que me siento un 0.03% mejor.
—¿En serio? —me preguntó Ale, viendo con preocupación mi pálida cara.
—Sí... no. —Volví a arquearme para vomitar.
Debido a que no me sentía bien sintiendo tantas cosas al mismo tiempo, pasé alrededor de un mes y medio viviendo en el laboratorio del señor Alan con él y la señora Arley, ya que estar en la misma habitación con más de dos personas me hacía vomitar, pero aquella experiencia no fue para nada amena ni placentera, no era que me molestara tanto no poder salir del laboratorio, sino que esos dos no intercambiaban palabras a menos que fuera estrictamente necesario, y se sentía tanto la tensión entre ellos que juro que hasta podía tocarla.
—Él no está de acuerdo con que una antigua miembro de REVENISH les ayude —me explicó la señora Arley un día mientras el señor Alan había subido al 3er piso para comer con el resto—. Si estoy aquí, es porque Ignacio me insistió, y yo no tenía a nadie más a quién recurrir para esconderme del nieto de Tahiel, así que esta es mi forma de pagar el favor.