Ojos Color Violeta.

Cap. 50: Su nombre era...

Capítulo 50: Quien mejor guarda secretos, parte XIII.

Su nombre era…

A principios de agosto, Emily, Dalila, el colado de Leonardo y yo, fuimos hasta Kleidi en un auto de color azul eléctrico, propiedad del padre de Leonardo, con el que de hecho él había llegado al centro de investigación siguiendo la señal del rastreador instalado en mi reloj. Debido a que Leonardo debía de ir a visitar a su padre para pedirle más dinero, nos bajamos cerca de la casa de los Stoltenberg y desde ahí, Emily, Dalila y yo, caminamos hasta la cafetería San Francisco. Estábamos a solo cinco metros de llegar a la cafetería, cuando Dalila se detuvo de repente y se quedó rígida en su sitio, mirando con sorpresa el interior de la cafetería.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—No voy a entrar a ese lugar.

La miré confundido.

—¿Ese no es el príncipe Damián? —Emily señaló a uno de los meseros de la cafetería San Francisco.

Miré hacia la dirección que apuntaba el dedo de Emily y para mi sorpresa, comprobé que ella tenía razón. Me giré hacia Dalila y le sonreí—. ¿Te avergüenza verlo después de haberte despedido tan cariñosamente de él? —pregunté susurrándole en el oído. Gracias a eso recibí un fuerte codazo que me sacó el aire y recordé por qué nunca debía volver a intentar molestar a Dalila.

—No quiero entrar —volvió a decir—. Será extraño… él no nos recuerda, solo a Emily.

—Yo me quedo con Lila —se ofreció Emily—, no sabría qué responder si Damián me pregunta qué hago aquí.

Fruncí los labios—. Uhm… vale.

Entré a la cafetería luego de que Dalila y Emily expresaran todo lo que querían que yo pidiera por ellas, así que, con una larga lista en las manos, me senté en una mesa vacía y llamé a la mesera más cercana para darle la lista, quien parecía acostumbrada a recibir de vez en cuando esa cantidad de pedidos. Un chico castaño entró a la cafetería poco después, miró alrededor buscando una mesa vacía, pero al ver que todas estaban llenas, se acercó hacia la mía y se paró al lado de mí.

—¿Puedo sentarme? —preguntó.

Asentí—. Claro, adelante. —Tuve la sensación de haberlo visto antes, por lo que lo miré con un poco más de detenimiento de lo que normalmente miraría a una persona con la que nunca había hablado.

—¿Pasa algo? —inquirió.

—Oh, no, nada. Perdón, es solo que me pareces familiar.

Esbozó una sonrisa—. No te preocupes. Supongo que debo tener una cara un tanto común, muchas personas comienzan a hablarme de la nada como si lleváramos tiempo conociéndonos, quizás a todos ellos les recuerdo a alguien.

—Entonces, ¿te pasa seguido? —pregunté riendo.

Levantó las cejas y asintió—. Como no tienes idea. A veces me dicen que me envidian porque eso me permite hacer más amigos, pero he conocido a personas de lo más extrañas. Pese a eso, no me arrepiento de haberme mudado a Kleidi.

—¡Oh! ¿Entonces no eres de aquí?

—No, es solo que el año anterior logré ingresar a Marilyn y preferí mudarme a un departamento por aquí.

Sonreí al escuchar el nombre de mi antigua escuela—. Marilyn... me trae recuerdos. Yo estudiaba ahí. —Me giré hacia mi derecha cuando noté que una chica se había parado al lado de nuestra mesa, la miré desconcertado y ella a su vez me dedicó una amplia sonrisa.

—¿Has venido a acosar al mesero guapo otra vez? —le preguntó el chico castaño con tono burlón.

—Silencio, tonto. —Ella lo jaló del brazo con la suficiente fuerza como para quitarlo de la silla, entonces tomó su lugar frente a mí, recargó sus codos en la mesa y se inclinó hacia enfrente, lo suficiente como para que yo pudiera notar sus largas pestañas encima de sus grandes ojos grises—. ¿Tienes novia?

—¿Disculpa? —farfullé sorprendido.

El chico castaño le dio un ligero golpe en la cabeza y la miró de forma desaprobatoria—. Tú de verdad no tienes vergüenza, ¿cierto? —Se giró hacia mí—. Discúlpala, Aylin se abalanza sobre cualquier chico que le parezca atractivo.

Coloqué mis manos sobre mis mejillas y sonreí—. Ay, gracias, nunca me habían dicho que era atractivo, menos juntándome con Alexander y Damián.

Aylin saltó de su asiento—. ¿¡Eres amigos del príncipe del café!?

La miré desconcertado.

—Se refiere al mesero guapo —explicó el chico castaño y señaló a Damián.

—Ah… no —, tragué saliva—… no conozco a ese chico.

Aylin volvió a tomar asiento, decepcionada—… He tratado de acercarme a él, incluso me uní a su club de fans, pero él no parece interesarse en otra cosa que no sea el café.

—Pensé que solo era un mesero. —Miré de reojo a Damián y vi la misma sonrisa incómoda que ponía cuando las chicas de la escuela lo rodeaban, y fijándome bien en las demás mesas, noté que la mayoría de las mesas estaban llenas de chicas. Tuve que suprimir una risa al imaginarme cómo debía de estar sufriendo por dentro en esos momentos.

—Es pésimo haciendo café —comentó el chico castaño—. Te dije que tengo el don de que personas me hablen de la nada, ¿no? Una vez, el mesero guapo se sentó junto a mí en el metro, y éste dejó de funcionar, así que estuvimos varados por media hora, durante ese tiempo me contó sobre cómo le gustaría ser barista, pero debido a que es terrible preparando café, solo puede trabajar aquí de mesero. Él me agrada, trabaja muy duro aquí para conseguir su sueño.




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