Capítulo 79: La guardiana del escondite de un Dios, parte IX.
Convertirse en el malo de la historia.
Día tras día, Esteban se sentía observado sin importar el lugar al que fuera, y sabía que se trataba de Bernardo, así que cuando finalmente se cansó de la situación, se dirigió a la zona boscosa que le pertenecía a los Eisenhide, cortó unas flores para ponerlas sobre la tumba de Hope, y se adentró en el bosque hasta que dejó de escuchar el bullicio de la ciudad.
—¡Bernardo! ¡Sé que me has estado siguiendo! ¡Sal de una puta vez! —Se sentó sobre la sombra de un árbol y miró alrededor esperando ver a alguien acercarse.
Pasaron 20 minutos desde entonces, Esteban estaba comenzando a creer que había cometido un error y solo se estaba imaginando cosas a causa de los malos recuerdos que resurgieron al volver a ver a Bernardo, pero entonces escuchó a alguien acercarse desde su derecha, y no tardó mucho en ver a Bernardo caminando hacia él.
—¿Cómo sabías que era yo quien te estaba siguiendo? —preguntó con una sonrisa.
«Entonces me escuchó antes», pensó con disgusto—… No hay nada que me haga sentir tan asqueado como la forma en que me miras. ¿Cómo demonios logras…? Tú… no es que me sigas como tal, ¿cierto? Pero sabes dónde estoy, y puedes escucharme.
—¡Vaya, eres menos tonto de lo que recordaba! —exclamó alegremente mientras aplaudía—. Es cierto, puse una marca en ti cuando te vi el otro día, esa marca me permite saber exactamente dónde estás no importa cuán lejos estés de mí, y también me deja escuchar todo lo que tú oigas. Siempre deteste este poder tan poco genial, pero es bastante útil.
Esteban trató de pensar en qué momento Bernardo había puesto aquella marca en él, y entonces se colocó una mano sobre el mismo hombro que Bernardo había tocado cuando lo detuvo.
Bernardo hizo una mueca—. Ah, ¿te diste cuenta de que la marca está en tu hombro? Bien, creo que tengo que admitir que quizás sí eres un poco listo —dijo con decepción.
Esteban lo fulminó con la mirada—. Dime ya lo que quieres de mí, ¿es por Hana que me estás jodiendo? ¡Vamos! ¡Intenta matarme!
—No, no, no, te equivocas, lo último que quiero hacer es matarte, tú tienes que vivir —aseguró con emoción, y luego de soltar una risita, se sentó enfrente de Esteban—. Mi padre era del tipo violento y constantemente nos golpeaba a mi madre y a mí, y mi madre me enseñó a aguantarle todo, y yo lo hice por mucho tiempo, porque jamás creí en la existencia de un héroe que nos fuera a rescatar, por eso, a mí siempre me gustaron más los monstruos, tienen mejores diseños, hacen lo que quieren, y si los haces enojar, como son muy fuertes, te matan. Yo quería ser uno. Así que intenté serlo, creé mi propio disfraz aterrador y acuchillé a mi padre mientras dormía. Pensé que mi madre estaría feliz, pero por alguna razón ella comenzó a llorar y me dijo que no debí haberlo matado —, se encogió de hombros—, hasta el día de hoy no sé por qué reaccionó tan mal.
—¿Por qué me cuentas esto? —masculló.
—Cállate y déjame terminar —respondió con frialdad—. Había un gato mirándome cuando maté a mi padre —, se estremeció de miedo al recordarlo—, la manera en la que me miraba con sus grandes ojos me dio escalofríos, parecía que me estaba juzgando… no… ¡me veía con lástima! ¡Como si yo fuera inferior y estúpido! —gritó con furia, pero logró calmarse y sonrió—. Por eso odio a los gatos. Y tú… cuando te veo… es como ver a un gato monstruoso —, se soltó a reír—, no sabía si tenerte miedo o venerarte. Ah... pero el día que escapaste, cuando regresé a casa y vi el cuerpo destrozado de Hana… supe que eras tú…
Esteban tragó saliva—. ¿Soy qué?
—Eres el monstruo que yo siempre quise ser, así que déjame verte de cerca, con ese poder que habita en tu interior sé que terminarás por convertirte en el monstruo con el que siempre he soñado. —Se arrodilló, caminó sobre sus rodillas hacia Esteban y se inclinó para besarle los pies—. Incluso si no quieres, siempre voy a seguirte, seré el más leal de tus sirvientes, y tengo contactos de todo tipo, incluso en asuntos del bajo mundo, puedo dártelo todo, mi trabajo, mi dinero, incluso mi vida, si no me quieres, así como lo hiciste con Hana, hazme el honor de que sean tus manos las que terminen con mi vida.
—… No voy a matarte sabiendo que eso te hará feliz —gruñó apartando sus pies de Bernardo y procedió a ponerse de pie—. La marca…
—No te la voy a quitar, jamás. —Se puso de pie también, y tras levantar los brazos a la altura de sus hombros, sonrió con confianza—. Tengo todo lo que necesitas, y si no, tengo todo lo que necesitarás.
Esteban chasqueó la lengua—. Tú no sabes qué es lo que quiero, ¡deseo entrar a la dimensión de la que provino el Dios que nos dio poderes! ¿¡Cómo vas llevarme ahí!?
—¡Te encontré a ti! ¡Sé que puedo encontrar a la persona que cumpla tu deseo! Me iré por ahora, pero créeme que regresaré. —Se dio la vuelta y se alejó sin darle la oportunidad a Esteban de decir algo más.
Un mes después, Ignacio tocó la puerta de la habitación de Esteban e intentó entrar, pero la puerta tenía seguro, así que lo llamó un par de veces para que lo dejara entrar o que él saliera, sin embargo, mi tataranieto no quiso, y ni siquiera se molestó en contestarle, tenía una idea de qué era de lo que quería hablarle Ignacio y no estaba seguro de querer escucharlo.