Capítulo 87: Quien heredó los ojos violetas, parte XXXIV.
Venganza por secuestrarme.
Cuando Emanuel y el señor Paris llegaron al C.I. con el señor Lizardi metido en un frasco, se dirigieron junto con mi abuelo y el señor Alan a la sala de interrogatorios en el primer piso subterráneo, y antes de que el señor Paris sacara al Dios del Karma del frasco, por precaución, el señor Alan anuló su poder, todo gracias a que había absorbido parte de mi poder tiempo atrás.
—Reverendos hijos de perra —gruñó el señor Lizardi cuando Paris lo sacó del frasco—, no tienen ni puta idea de lo que este anciano les hará por… ¡tú! —Señaló a mi abuelo, a quien conocía porque años atrás había dado con él y trató de convencerlo de unirse al EAI—. Creí que había sido claro cuando te dije que no quería ser parte de tu mierda de organización, incluso me cambié de casa para que ya no me jodieras.
—Pues no creas que nosotros amamos la idea de tenerte cerca —masculló el señor Alan.
—¿¡Ah!? ¿¡Entonces por qué diablos me trajeron acá!?
Emanuel levantó la mano—. Es por mí.
El señor Lizardi le echó un vistazo y arqueó una ceja—. No te conozco, mocoso de mierda, ¿qué asuntos tienes conmigo?
—Conmigo ninguno —dijo encogiéndose de hombros—. Pero le prometí a alguien que lo encontraría a usted, ¿le suena el nombre de Arley Bowie? —Esperó un momento para ver la reacción del señor Lizardi, y al verlo hacer una mueca de desagrado, sonrió ligeramente mientras resoplaba—. Bueno, ella lo ha estado buscando por años con la intención de que usted le diga la ubicación de la tumba de Yannel Rowing.
Él asintió con calma mientras miraba al suelo, pero luego levantó la cabeza para mirar con rabia a Emanuel—. ¿Y tenías que secuestrarme para decirme eso, tú, enorme bola de estupidez?
Emanuel tragó saliva y se acercó a Paris para susurrarle—. ¿Acaba de llamarme gordo? —preguntó, haciendo que Paris se mordiera la lengua para contener una carcajada.
El señor Guilmer entró a la sala de interrogatorios y tomó asiento en una silla junto a la puerta—. Lamento la tardanza, no me siento muy bien del estómago —se quejó mientras se sobaba la panza con la mano.
—No tenías que bajar, papá —dijo el señor Alan tras soltar un suspiro.
Pero él negó con la cabeza—. Quería ver a Yanis.
—¿Qué…? —balbuceó el señor Lizardi mirando con sorpresa al señor Guilmer y al señor Alan—. No me jodan, ustedes son… —Apretó los puños sobre sus rodillas—. Yo no… no estuve presente durante toda la batalla, pero… los demás…
—Todos murieron —completó el señor Alan con frialdad—, César, Camila, y todos los que apoyaban la causa de mi papá, cayeron como moscas uno detrás de otro en segundos, como si la «suerte» nos hubiera abandonado por completo —dijo con tono acusador.
El señor Alan estaba demasiado enojado para verlo, pero había un destello de culpa en los ojos del señor Lizardi, y mi abuelo pudo notarlo.
—Es una lástima que no podamos contar con tu poder —dijo mi abuelo fingiendo pena, pero en realidad no se había rendido ni un poco—, pero nos gustaría saber si podemos hacer algo para que aceptes darle la ubicación de la tumba de Rowing a Arley, y otro favor.
—… ¿Qué otro favor? —masculló el señor Lizardi.
Emanuel vio a mi abuelo mirarlo como si le dijera «Vamos, cuéntale» y asintió—. Estamos trabajando para acabar con los Vestigios de REVENISH, y hay un hombre entre ellos que quiere ayudarnos, pero si lo hace y lo descubren, será su fin, porque hay una marca en él que no le permite huir, así que, sería grandioso si usted pudiera invocar al Dios del Karma para que quite la marca de él.
—… Bien —gruñó el señor Lizardi mientras se rascaba la cabeza con enojo—, lo haré, solo devuélvanme mi poder y déjenme ir a casa de una maldita vez. —Vio al señor Alan estirar su brazo hacia él, y cuando sintió su poder de regreso, miró en dirección a Emanuel y unas esporas rojas salieron de su cuerpo para luego dirigirse hacia mi mejor amigo.
Emanuel cerró los ojos con fuerza y se cubrió la cara con los brazos, por un momento pensó que el señor Lizardi iba a matarlo, pero luego de unos segundos en los que no sintió nada y siguió escuchando los gritos furiosos del señor Alan que le preguntaba al señor Lizardi qué demonios estaba haciendo, Emanuel bajó los brazos, abrió los ojos y miró con cautela al señor Lizardi.
—Tu brazo —le dijo señalando el brazo derecho de Emanuel.
Confundido, Emanuel le echó un vistazo a su brazo y lo movió de un lado para otro hasta que pudo ver una mancha en forma de tenedor de color verde cerca de su hombro. Abrió los ojos hasta donde pudo y tragó saliva mientras su rostro se tornaba pálido—… Señor Lizardi… ¿puedo sabes qué es esto?
—La semilla de una maldición —respondió sonriendo maliciosamente.
—Genial… pero… se puede quitar, ¿cierto?
Se encogió de hombros—. Puedo dejarla inactiva, pero tendrás la marca toda tu vida —dijo con indiferencia.
Emanuel soltó una risa nerviosa—. Señor… tal vez no lo sepa, pero soy un estudiante de segundo de preparatoria… ¡me van a expulsar cuando me vean en la escuela con esta cosa porque creerán que es un tatuaje! ¡Para colmo es un tenedor verde! ¿¡Quién se tatuaría un tenedor verde! ¡Y mi padre seguro me matará si lo ve…! Aunque puede que solo se burle de mí si lo agarro de buenas…