Ojos Color Violeta.

Cap. 89: Unos meros vestigios.

Capítulo 89: Quien odia tener debilidades, parte I.

Unos meros vestigios.

(Universo 4, 99 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Desde que tengo memoria, siempre viví en una casa abandonada junto a un montón de niños abandonados por sus padres, tanto ellos como yo robábamos dinero y comida por órdenes de un hombre que, a cambio de las ganancias que obteníamos, nos daba un lugar en aquella deplorable casa donde podíamos dormir. 

Nosotros lo llamábamos «Cometa», porque sus manos eran tan frías que daba la impresión de que él era de hilo, siempre estaba cubierto de polvo, y tenía la cabeza dura como una roca, además de que parecía odiar caminar en línea recta, él siempre se movía en trayectorias parabólicas.

Cometa solía mantenerme cerca de él, siempre me destaqué por ser un poco más inteligente que los demás niños, incluso más que los que eran mayores que yo, y a Cometa le gustaba que yo actuaba guiándome más por la razón que por los sentimientos, solía decir que esa era la clave para sobrevivir en el asqueroso mundo sobre el que se sostiene nuestra existencia, y yo jamás dudé de ello.

Estaba por acabarse el año cuando tres hombres aparecieron en Bromia buscando a los vestigios que alguna vez fueron REVENISH, fue pura coincidencia, o quizás el destino, pero mi amigo Nael y yo los vimos cerca de la zona en que traficaban armas y quisimos probar suerte, parecían ser foráneos y fáciles de asaltar, especialmente el más joven de ellos, un hombre de cabellos negros y ojos azules que portaba ropa fina, como si gritara lo mucho que quería que lo despojaran de todo el dinero que debía esconder debajo de su muy costoso abrigo negro.

—Saben, para un paranoico como yo, no es difícil notar cuando estoy siendo seguido —les dijo uno de los hombres en voz baja a los otros dos.

—¿Quieres que los mate? —le preguntó uno de cabellos rubios al del abrigo negro.

Éste negó con la cabeza—. Dejemos que nos sigan por un rato más.

Nael y yo vimos a aquellos tres hombres entrar a un establecimiento muy bien conocido por la calidad de las armas que podían conseguirse ahí, lo cual nos hizo dudar un poco de asaltarlos, ellos debían de tener algunos buenos contactos en Bromia para conocer ese lugar, y también encontramos un poco extraño que nadie los hubiera atacado ya antes, pero no se trataba de eso.

Luego de que ellos salieran con varias maletas en las que debían de encontrarse las armas que recién habían comprado, los seguimos por un rato más, hasta que fuimos capaces de ver a otros tipos que, además de nosotros, se vieron tentados de arrebatarles a esos tres hombres lo que llevaban encima. Como resultado, en un callejón solitario, fuimos testigos de cómo el hombre más joven y pálido, quien jurábamos sería el más fácil de asaltar, transformó sus manos en unas escalofriantes garras negras con las que acabó con las vidas del grupo de hombres que quiso robarles las armas.

—¿Siguen ahí? —preguntó ese hombre mientras se limpiaba la sangre de sus manos en el abrigo negro, tenía un rostro que no mostraba ninguna culpa por los asesinatos que había cometido, pero parecía un poco desesperado por quitarse la sangre de las manos, más que asco, daba la impresión de estar incómodo y hasta un poco asustado.

—Siguen ahí —respondió el más viejo, un hombre de cabello castaño y desaliñado—. ¿Por qué? ¿Ya te cansaste de ellos?

—… Algo así… encárgate de ellos —pidió con tono autoritario—. Averigua si pueden ser de utilidad, si no sirven, mátalos. —Le extendió una maleta para que pudiera hacer uso de las armas que tenía dentro—. A menos que trabajen para mí, preferiría que no haya nadie vivo que me haya visto mancharme las manos. —Siguió caminando junto con aquel otro hombre rubio que no dejaba de sonreír felizmente y dejaron atrás al castaño desaliñado.

—¿Qué hacemos, Blaise? —me preguntó Nael en voz baja—. Ese pendejo con un nido en su cabeza en vez de cabello se quedó solo, podríamos aprovechar eso y atacarlo.

Negué con la cabeza—. Me da un mal presentimiento, acabas de ver lo que les hizo el «cara pálida» a los que trataron de atacarlo, ¿quién dice que éste no es igual?

Chasqueó la lengua—. ¿Entonces? ¿Por qué mierda los estuvimos siguiendo? Si no vamos a hacer nada, larguémonos de una vez, nos falta mucho para reunir la cuota de Cometa, dejemos de perder el tiempo y vámonos.

—… No, vete tú… quiero hablar con ellos.

Nael frunció el ceño en señal de desaprobación, sin embargo, cuando me vio salir de mi escondite y caminar hacia el hombre desaliñado, me siguió y caminó a mi lado totalmente preparado para lanzarse sobre ese hombre si veía algo sospechoso.

El hombre miró en silencio cómo nos acercábamos, y cuando nos detuvimos a dos metros de él, se echó a reír a carcajadas—. ¡No puedo creer que todo este tiempo estuvimos alerta por unos mocosos como ustedes! ¿¡Cuántos años tienen, 5!?

—Jaja, muy gracioso —respondió Nael con ironía—. ¡Tenemos 11 y 14 años!

—Y tú debes ser el de 11, ¿no? —preguntó con una sonrisa burlona.

—¡Soy el de 14! —aclaró ofendido.

—Ustedes no son de Bromia, ¿cierto? —pregunté luego de ponerle una mano en el hombro a Nael para que se tranquilizara.




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