Capítulo 103: Quien fantasea con ser exageradamente fuerte .
Mover las estrellas
Habían pasado algunos meses desde que llegué a Metánoia con el señor Oliver, con el fin de entrenar junto Anabel nuestra telequinesis en la Dimensión de las Estrellas, y ese era el mismo tiempo que los gemelos se habían quedado en Metánoia también, inicialmente, cuando llegamos los tres, los gemelos habían planeado quedarse solo por unos días, pero pasó el tiempo y ellos nunca se fueron, y pronto descubrimos el por qué.
Yo sabía por Ema que Cristián era del tipo de persona que no podía estar mucho tiempo sin una novia, y al parecer era popular, me sorprendió bastante saber que él incluso salió con alguien 5 años mayor, también me enteré por Cristopher que Cristián había tenido un flechazo por Emily, pero ella lo rechazó varias veces y él se conformó con su amistad, y saber eso, de alguna forma me hizo sospechar que a Cristián le gustaban las chicas mayores, y la mujer en la que tenía sus ojos puestos en ese momento, y por quien no regresó al C.I., era 10 años mayor que él.
Su nombre era Geraldine Lee, tenía 24 años, era recepcionista de un hotel en Metánoia, era divorciada y madre de una bebé de un año llamada Grace. Cristián la conoció en un autobús una mañana cuando ella se dirigía a trabajar y él regresaba de una pequeña granja donde al señor Oliver le gustaba comprar huevos y leche.
Después de ver por primera vez a Geraldine, la tarea de ir por los ingredientes para el desayuno de la semana cada lunes, se convirtió en la tarea exclusiva de Cristián, porque le permitía verla en las mañanas cuando ella tomaba el autobús para ir a trabajar. Ella tenía una belleza tan grande, que Cristián fue testigo de cómo todos los hombres que compartían asiento con ella, no podían hacer otra cosa más que mirarla, ella despertaba a aquellos que estaban adormilados, distraía a los que estaban leyendo, y ella parecía satisfecha con esas reacciones, como si se enorgulleciera de su belleza, y al bajarse del autobús, caminaba pavoneándose, atrayendo la atención de incluso más personas.
—Así que, ¿la mujer del autobús se sentó contigo hoy? —preguntó Anabel, con emoción, mientras se hallaban sentados en la mesa de la cocina en lo que la pequeña Katia y yo preparábamos el desayuno.
Cristián asintió con entusiasmo y sonrió ampliamente—. Sí.
—¿Y qué hiciste? —inquirí curioso mientras rompía un huevo para ponerlo en el sartén.
—Nada.
—¿Nada?
—Nada —repitió riendo—. Ella está muy orgullosa de su belleza, le gusta que los hombres la volteen a ver, y tengo la impresión de que siempre está jugando en el autobús, se sienta al lado de hombres atractivos que no parecen tan fáciles, y nunca se sienta con el mismo hombre dos veces. Hoy tuve la suerte de ser su mejor opción en el autobús, por eso se sentó conmigo, pero no caí en su juego —, movió el dedo índice de un lado para el otro—, no me giré para verla ni una sola vez. Y cuando la vi bajar del autobús, parecía menos animada que otras veces.
La pequeña Katia puso sobre la mesa varios vasos con licuado de mango y tazas de café—. ¿Eso es bueno? —preguntó con timidez.
—¡Claro que lo es! —afirmó mientras estiraba su brazo para tomar un vaso con licuado—. Soy uno de las pocas personas que se resistieron a mirarla y admirar su belleza, con esto seguramente ha tomado consciencia de mí. Si el siguiente lunes vuelve a sentarse junto a mí, es porque tengo razón y ella querrá intentar tentarme.
—Aunque eso probablemente sería un delito —le recordé mientras reía.
Unas horas más tarde, el señor Oliver, los gemelos, Anabel, Andrés, la pequeña Katia y yo entramos a la Dimensión de las Estrellas para entrenar. Cristopher saltó de la estrella en la que estábamos parados y rodeó su cuerpo en un remolino para elevarse hasta alguna estrella lejana más arriba de nosotros, Cristián le dejó sus zapatos al señor Oliver, se quitó la playera, dobló su pantalón hasta sus rodillas y envolvió sus pies en llamas para propulsarse hacia arriba hasta que alcanzó a su hermano, Anabel y yo hicimos lo contrario de los gemelos y nos movimos a una estrella debajo, mientras que el señor Oliver, la pequeña Katia y Andrés se quedaron en la estrella inicial, limitándose a observarnos.
Anabel y yo llevábamos un tiempo intentando mover las estrellas con nuestro poder combinado, estuvimos a punto de rendirnos en el primer mes porque no veíamos resultados y creímos que era imposible, que quizás las estrellas no podían ser movidas de ningún modo, pero entonces Emily nos dio un empujón para intentarlo un poco más.
—Lo que intento decirles, es que, dependiendo de la persona, su poder despierta de forma distinta —dijo Emily por teléfono una tarde luego de que regresáramos de la Dimensión de las Estrellas—, no todas las personas con poderes nacen sabiendo que tienen un poder, porque no se manifiesta, Ani es el perfecto ejemplo de que pasó 16 años sin saber que era una telequinética.
—Así que, ¿a dónde quieres llegar? —preguntó Anabel con cara de no tener ni idea de lo que estaba diciendo su mejor amiga.
—Si algo aprendí en mis años de infancia encerrada en la base de los Vestigios de REVENISH, es que los poderes que no aparecen desde el nacimiento, pueden despertar con estímulos —explicó con el mismo tono que usan los profesores al dar clases—, al bastardo de Dean le gustaba infringirnos dolor porque el dolor provoca muchas emociones: miedo, enojo, incluso placer en algunos casos particulares.