Capítulo 105: Quien heredó los ojos violetas, parte XXXVII.
La visión de Salma se cumplió
Unas horas más tarde, Emily, Salma y Emanuel tocaron la puerta de mi habitación, y luego de que les diera permiso de pasar, entraron con rostros preocupados y se sentaron en la alfombra junto a mi cama, mientras que yo bajé de ésta para sentarme también en la alfombra frente a ellos.
—¿Qué les pasa? —pregunté.
Emanuel se rascó la cabeza—. Intentamos no entrar en pánico aún, pero…
—¡Mi poder no funciona bien! —gritó Emily mientras se revolvía el pelo con desesperación—. ¿Recuerdas que esta mañana acordamos evitar que Ani terminara con el pelo blanco? Mi poder tendría que darme las opciones para que eso no suceda, pero no puedo ver nada. Lo intenté con otras cosas, pero parece que mi poder solo no funciona con aquello.
—¿Qué crees que cause que Miller se estrese tanto para su cabello se vuelva canoso? —me preguntó Salma.
Me encogí de hombros—. Ni idea, lo único que nos queda es esperar y ver qué es lo que causa que su cabello se vuelva así.
Unas semanas después, Alexander y los demás regresaron al C.I. e inmediatamente fueron a la habitación del señor Lizardi para que les colocara sus semillas, y Emanuel, quien estaba ahí cuando ellos llegaron, salió corriendo hacia mi habitación, me tomó de la mano y me sacó sin explicarme nada para luego correr a toda prisa hacia el gimnasio, en donde Emily y Salma estaban haciendo lanzamientos a la canasta de básquet.
—¡Anabel acaba de llegar con el cabello totalmente blanco! —gritó justo cuando Emily le había lanzado el balón a Salma.
Y como Salma se giró hacia él para verlo con sorpresa, el balón terminó por estamparse en su cabeza y la tiró al suelo—. Miller no… ¿qué? —Levantó la cabeza para ver a Emily—. Desde hace una semana, e incluso el día de ayer, vi a Miller llegar aquí con el cabello negro.
—¿Será porque la llamé por teléfono ayer en la noche? —se preguntó Emily—. Le dije que quería hablar de su cabello cuando llegara aquí .
—Así que —, Salma bajó la cabeza y apretó los puños—… de verdad hay cosas que ni juntando el poder de Emily y el mío pueden cambiarse, cosas que están destinadas a pasar sin importar qué.
La idea de que Anabel volviera a morir inundó la cabeza de Emanuel, y luego también la muerte de Cristopher y la del señor Guilmer, entonces se dejó caer hacia atrás y luego de tirarse por completo en el suelo, se llevó ambas manos a la cara—. Voy a cambiar las cosas, ya cambié muchas, yo… prometo que todos estaremos bien al final.
Lo pateé en las costillas, obligándolo a retirar sus manos de su cara y verme—. Odio cuando te pones así, ¿quieres dejar de intentar cargar con todo tú solo?
—… Sí —, sonrió con torpeza—, lo siento…
Unos días después, luego de que el señor Nael por fin pudiera convencer a su esposa de que hablara con su ex marido, la señora Luciana y el señor Oliver tuvieron aquella conversación que se debían desde hacía mucho, y las cosas medio que se calmaron entre los dos, pero igual el señor Oliver decidió marcharse de nuevo junto con Andrés, Anabel y Salma, esta última fue con ellos porque creía que yendo de un lado para otro podría forzar su poder a mejorar, fue una decisión que había tomado un tiempo atrás, y de hecho le hacía bastante ilusión salir a experimentar más cosas que no podía en su casa ni en el C.I.
Unas semanas más tarde, mientras yo iba de regreso a mi habitación luego escuchar durante una hora entera a Hannia quejarse sobre cómo en una misión se había encontrado con Asher, y este había tenido el descaro de pedirle salir con él, me topé con Cristián y descubrí que tenía los ojos llenos de lágrimas, así que intenté hacer como si no hubiese visto nada, pero justo como Hannia había hecho, Cristián detuvo mi camino y no me dejó ir hasta que terminó de desahogar todo el dolor que sentía por su recién ruptura amorosa.
Cuando por fin terminó, me arrastró hacia la sala de estar en el primer piso porque ahí iban a estar Cristopher y Aylin esperándolo para ver una película que el señor Paris había traído.
—Te terminaron de nuevo, ¿cierto? —le preguntó Cristopher a su hermano cuando nos vio llegar, y señaló los ojos hinchados de él.
Cristián se sentó en el sillón que estaba al lado del de Cristopher y soltó un pesado suspiro que les dejó saber que tenía ganas de quejarse sin parar con alguien además de mí, y como yo no tenía muchas ganas de volver a escucharlo, intenté huir con discreción, pero él me jaló de la mano y me obligó a sentarme junto a él.
Cristopher soltó una risa burlona al ver mi cara de disgusto, y luego negó con la cabeza mientras miraba a su hermano—. Antes de que comiences a lloriquear, ¿cuánto apuestas a que en unos días volverás a enamorarte de una chica mayor que tú y te hará superar a tu recién ex?
Cristián desvió la mirada sin poder responder.
—Tú solo te enamoras de chicas mayores, ¿cierto, Cris? —preguntó Aylin con emoción mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, en dirección a Cristián—. ¿Por qué no intentas poner tus ojos en alguien menor? Ya sabes, alguien que no te vea como un niño. ¿O más jóvenes no son tu tipo en definitiva?
—Mi tipo —repitió Cris—. No creo que mi «tipo» sean como tal las chicas mayores y ya, y de hecho no me desagrada la idea de salir con alguien menor, la cosa es que, cuando estoy ante una chica mayor, suelo ver sus cualidades más que sus defectos.