Capítulo 112: Quien heredó los ojos violetas, parte XLIV.
Dimensión del Océano Ligero
—No veo a nadie, ¿ustedes ven algo? —preguntó Esteban mientras se giraba hacia atrás, buscando a Eve y Killian, sin embargo, estos ya no se encontraban ahí—. ¿Killian…? ¿Dónde…? —Entornó los ojos para enfocarlos hacia un lugar en donde había visto algo moverse, y cuando comenzó a distinguir que aquello era la silueta de una persona, transformó sus manos en aquellas espeluznantes garras negras que tantas veces se habían manchado con sangre—. ¿Quién eres?
—¿Cuánto tiempo ha sido? Este año se cumplen 16 años, ¿no? Me refiero a la última vez que nos vimos, ¡vaya, el tiempo sí que vuela! ¿No te parece, Ban?
Esteban regresó sus manos a la normalidad y chasqueó la lengua—. Desgraciado, eres el último que quería ver aquí. —Soltó un suspiro, cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz, entonces sintió algo cálido desde el suelo, algo familiar, y cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba sobre los escombros del C.I., sino parado en una estrella.
El señor Oliver sonrió—. No mientas, Ban. Estoy seguro de que te morías por volver a verme. —Se puso una mano en la barbilla y miró a Esteban de arriba a abajo—. Te ves bien, amigo, igual de guapo que hace 16 años, ni siquiera parece que estás en tus 40’s.
Esteban reprimió una sonrisa—. Así que, ¿tu plan es encerrarme aquí y atacarme con halagos? Si es así, tu plan no va a funcionar —, endureció su mirada—, traje conmigo a alguien que…
—A mi hija, ¿no? —interrumpió mientras se rascaba la cabeza—. Sí, ya me lo imaginaba. —Se soltó a reír cuando vio a Esteban hacer una mueca—. ¿Qué? ¿Pensaste que no lo sabía?
—… ¿No estás enojado?
—Ban, le salvaste la vida a mi hija, ¿por qué tendría que estar enojado? —preguntó arqueando una ceja—. Al contrario, tengo una deuda enorme contigo, y por eso estoy aquí hoy. Lamento la demora, pero hoy por fin voy a detenerte.
Un portal se abrió cerca de ellos, y de ahí salieron Melisa y Renata, quienes saltaron de estrella en estrella hasta que llegaron a donde estaba Esteban.
—¿Y exactamente cómo vas a detenerme? —preguntó Esteban mientras volvía a transformar sus manos en garras—. Valentina puede meterte a una de las dimensiones a las que no tienes acceso, así me desharé de ti fácilmente.
El señor Oliver lo miró conmovido—. ¿Entonces es verdad que le cambiaste el nombre a Reni por Valentina? ¿Como mi mamá? Es porque te conté que yo le quería poner Valentina, pero me dejé convencer por Luciana y al final le pusimos Renata, ¿no? Maldición, Ban, ¿te puedo abrazar?
Esteban desvió la mirada, avergonzado—. Yo no… no fue por ti.
Melisa no se pudo controlar y dejó salir algunas risas, pero tan pronto Esteban se giró hacia ella para mirarla con enojo, recobró la compostura, aunque una sonrisa se instaló en su cara cuando notó que las orejas de Esteban se habían enrojecido.
—Uhm… según unas fuentes confiables, sé que Reni debería de poder abrir portales a más dimensiones de las que debería —comentó el señor Oliver mientras se cruzaba de brazos—, ¿puedo saber cuántas puede abrir?
—Siete… casi —respondió Renata, y miró a Melisa en busca de respuestas, porque no sabía quién era el señor Oliver, por qué tenía criaturas de la Dimensión de los Matia rodeándolo, por qué él parecía conocerla, y por qué la llamaba «Reni».
El señor Oliver asintió—. Yo viví algunos años con mi abuelo luego de que mis padres fallecieron, él también nació con el poder de abrir otras dimensiones, y su amor por la aventura lo hizo entrenar toda su vida para ir a más dimensiones de las tres a las que podía acceder desde que nació, así que cuando me mudé con él, me obligó a hacer lo mismo —, sonrió, aunque sus ojos no parecían alegres, sino cansados—, pasé por un infierno, pero me volví capaz de acceder a una quinta dimensión al mismo tiempo que él.
—Aún hay una sexta dimensión a la que Valentina puede acceder y tú no —recordó Esteban.
Él asintió—. Es cierto, para mí, abrir un portal a una sexta dimensión es imposible, pero mi abuelo es un demente, y aún a sus 98 años, está tratando de abrir portales a una décima dimensión —, se encogió de hombros y sonrió—, dice que hasta que no lo haga, no se puede morir. Es por eso que justo ahora está esperando, a salvo, en la novena dimensión, es su favorita después de ésta. Realmente espero no tener que recurrir a pedirle ayuda a mi abuelo a esta edad, así que, ¿por qué no simplemente nos sentamos y esperamos a que las cosas en la Dimensión del Espacio terminen?
Esteban sonrió de forma ladina y miró en dirección a una estrella arriba de donde él estaba—. Dices eso, pero hay tipos por ahí esperando a que les des una señal para atacarnos, ¿no?
—Oh, vamos, solo son unos niños que recién cumplieron sus 18 años de edad —dijo con voz severa—, y ellos no harán nada si ustedes no hacen nada.
Esteban se volteó hacia Melisa y le hizo una seña con la cabeza para hacerle entender que se deshiciera de los gemelos, así que Melisa transformó sus manos y pies en aquellas garras negras, y se dirigió a toda velocidad hacia la estrella en la que se ocultaban ellos, ella era realmente rápida, así que los gemelos apenas tuvieron tiempo de reaccionar y saltaron de la estrella para unir sus poderes y crear un torbellino de fuego que inmediatamente se dirigió hacia Melisa.