Ojos Color Violeta.

Cap. 117: ¿Quieres venir conmigo?

Capítulo 117: Quien no podía morir, parte II.

¿Quieres venir conmigo?

(Universo 4, 46 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Muchas cosas cambiaron durante los 26 años que estuve sepultado en la tierra de un cementerio. La guerra había terminado, y uno de los hermanos menores de Ibsen, Hiram, se convirtió en un héroe de guerra y el General de todas las fuerzas militares en las nueve ciudades del norte. Me enteré de que todos los Proulx, excepto Ibsen, participaron de forma activa en la guerra, y fueron los principales responsables de acabarla, todo gracias a un misterioso poder que la mayoría de ellos tenía, solo Ibsen y el más pequeño, Jessie, no lo poseían, pero los cuatro hermanos restantes sí.

Los Proulx dejaron de ser los dueños de una posada y terminaron siendo los soldados más temidos y respetados, los héroes de la guerra por la que no me interesé mucho, porque lo único que quise saber cuándo salí de entre la tierra, fue el paradero de Ibsen. Había un pequeño pueblo al sur de Diaváste, ubicado al otro lado de las montañas, su nombre era Chióni, fue creado por un ejército neutral originario de una ciudad mucho más al sur llamada Kleidi, pero a lo largo de los años, el pueblo prosperó y poco a poco fue creciendo más, en especial porque acogieron a refugiados de la guerra del norte, y mi querido amigo, fue uno de aquellos refugiados.

Luego de llegar a Chióni, me tomó aproximadamente dos semanas encontrarlo, o más o menos, en realidad no encontré a Ibsen, sino a su hijo, un niño de 12 años llamado Zyan, quien era tan parecido a su padre que por un momento creí que Ibsen también era inmortal y había rejuvenecido. Cuando lo encontré una mañana mientras vagaba por un mercado, lo seguí a una distancia que me permitió verlo sin que Zyan me notara, lo vi hacer las compras y regatear como un experto, y también me percaté un par de veces de cómo escondía frutas para llevárselas sin pagar.

Era tan extraño, aunque Zyan era la viva imagen de su padre, proyectaba un aura tan distinta, cuando sonreía, no lo hacía de forma alegre e inocente como Ibsen, su sonrisa apenas mostraba los dientes, y solo la hacía cuando robaba con éxito, pero entonces se alejaba de los puestos y sus ojos buscaban con rapidez, astucia y malicia su siguiente objetivo, daba la impresión de que lo único que lo hacía feliz era hacer cosas malas y salirse con la suya sin que nadie se diera cuenta.

Cuando Zyan llegó a su casa con todo su botín, vi desde la distancia cómo ese niño saludaba a su madre, quien estaba en el patio tendiendo ropa, demasiada en realidad, muchas prendas parecían no pertenecer a ellos, por lo que deduje que Kylie se dedicaba a lavar ajeno. «¿Acaso les hace falta el dinero?», recuerdo pensar.

La casa de ellos era pequeña, incluso más pequeña que la casa en la que vivían los Proulx en Diaváste antes de que Hiram se volviera general, sus ropas parecían viejas y desgastadas, e incluso desde la distancia, se podía apreciar lo cansada que se veía Kylie, y no solo eso, me sorprendí cuando la vi tomar un bastón para caminar con dificultad hacia una silla de plástico que tenía cerca y sentarse un rato, pero, más tardó en llegar a la silla y sentarse, que en lo que se volvió a levantar para ir por una cubeta, llenarla de agua, y arrastrarla hacia un lavadero en donde una montaña de ropa la esperaba.

Zyan salió un rato después con un plato con fruta picada, jaló a Kylie para separarla del lavadero y la hizo sentarse de nuevo en la silla de plástico, en donde le dio el plato con fruta, la señaló con el dedo y le dijo algo que parecía ser un regaño, luego se remangó el suéter que llevaba puesto y se puso a lavar la ropa que no había dejado que terminara de lavar su madre.

Pasé todo el día en el mismo lugar con la esperanza de ver salir de esa casa a Ibsen, o de verlo llegar, pero incluso cuando llegó la mañana siguiente y vi partir a Zyan hacia la escuela con un uniforme escolar viejo que apenas y le quedaba, no vi ni un rastro de Ibsen. Pero estaba bien, no tenía demasiada prisa, de cualquier forma, el tiempo ya no avanzaba para mí.

Así que muy pacientemente esperé y me mantuve cerca de Kylie y Zyan, y así fui testigo innumerables veces de las peleas en las que se metía Zyan por la actitud tan problemática y explosiva que tenía con todos los que no eran su madre, y también de lo mucho que trabajaba Kylie para conseguir dinero con el qué vivir al día.

(Universo 4, 47 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Y pasados cinco meses, vi por primera vez a Kylie y Zyan vestirse un poco mejor que de costumbre, con ropas negras, y salir juntos de su casa, pasaron por un mercado de flores y salieron con un gran ramo que Zyan cargó todo el camino en el autobús, en el que por poco no me alcancé a subir. Vi la inusual escena de aquellos dos, ellos nunca paraban de hablar cuando estaban juntos, pero ese día los rodeó un peculiar silencio.

Sabía que ellos se dirigían a un funeral o a visitar una tumba, pero por cruel que pudiera parecer, deseé con todas mis fuerzas que se tratara de la primera opción, ya que la segunda me hacía pensar en la horrible posibilidad de que Ibsen… al final, vi con temor la entrada a un cementerio cuando bajamos del autobús, avancé hacia él más lento que Kylie y Zyan y me detuve en una tumba ni muy lejana ni muy cerca de la tumba a la que ellos fueron a dejar flores.

Miré la lápida que tenía frente a mí, tenía grabado el nombre de Azael Weagle, el año en que nació, el año en que murió, y un poco de información sobre él, como que fue un militar, y no cualquiera, fue General del Ejército de Kleidi y uno de los fundadores de la cuidad Chióni.




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