Capítulo 119: Quien heredó los ojos violetas, parte XLIX.
¿Qué era lo que había visto Salma?
—¿Qué? —farfulló el señor Alan mientras se llevaba una mano a la boca.
—¡Tiene que darse prisa! —gritó Salma desde el comunicador—. ¡No falta mucho para que Aylin sea asesinada!
Elián se levantó del suelo y se pegó a la puerta de la celda—. ¿¡Aylin va a ser asesinada!?
El señor Alan frunció el ceño—. No… no voy a dejar que eso pase —aseguró y se fue corriendo.
Ya a medio pasillo, el señor Alan recordó haber absorbido un poco del poder de Hannia, por lo que lo activó y buscó a Aylin a todo velocidad por los distintos pasillos del séptimo piso subterráneo hasta que dio con ella, tirada en el suelo, con una bala en el costado izquierdo, con el pie de un hombre en su cabeza, y con una pistola enfrente de su cara.
El señor Alan redujo la distancia entre él y esos hombres en un instante, transformó sus manos en las mismas garras negras que Tahiel, Estaban y Melisa tenían, agarró con su garra izquierda la cara del señor Buen Papá, saltó sobre Aylin, agarró con su garra derecha la cara del señor Bernardo, y estampó las cabezas de ambos hombres en el suelo, luego se incorporó y usó la telequinesis que había absorbido de Alexander para inmovilizar a los hombres mientras él se dirigía a abrir dos celdas vacías, una vez lo hizo, usando otra vez la telequinesis arrojó a uno en cada una, las cerró, y luego se puso de rodillas frente a Aylin para examinar su herida.
—Demonios, la bala se quedó enterrada, no puedo curarte así, tengo que sacar la bala primero.
—Sácala —dijo ella con dificultad—, no importa cuánto duela, sácala.
El señor Alan asintió—. Intenta pensar en otro cosa… ah, ya sé… ¿viste cómo mis manos se transformaron en garras?
—S-sí…
—Ese es el poder de Tahiel Roger, Melisa y Esteban Eisenhide, pero no absorbí este poder de ninguno de ellos, lo adquirí de Dalila. —Vio a Aylin mirarlo con sorpresa y, justo en ese momento, introdujo sus dedos dentro del costado de Aylin hasta que sintió la bala, abrió los dedos para hacer un espacio y poder tomarla, y la sacó.
—¡¡Aaaaaaaahh!! ¡Duele! ¡¡¡Duele!!!
El Alan se apresuró a usar el poder del señor Guilmer para curar la herida de Aylin, pero para entonces ella ya se había desmayado del dolor.
Al mismo tiempo, dentro de la celda en la que se encontraba el señor Jacobo, él se encontraba llorando en una esquina mientras se jalaba el cabello con desesperación, el señor Tahiel había muerto, y el poder de anulación de la celda había provocado que desapareciera el poder de manipulación que afectaba al señor Jacobo, por lo que recobró el sentido y el hombre bueno que era antes se enfrentó a una culpa monstruosa por todo lo malo que había hecho y había ayudado a hacer.
En realidad, le alegraba saber que su hija se encontraba con vida y se veía saludable, y le enorgullecía que ella tuviera un sentido de la justicia tan grande como el de la señora Dara y fuera parte del EAI, tenía muchas ganas de abrazarla y felicitarla, quería hablar con ella y que le contara dónde vivía, si comía adecuadamente, estaba curioso si ella había heredado su buen gusto musical, y quería preguntarle cómo estaba Gustavo y si era odiado por lo que le hizo.
Si la culpa que sintió no hubiese sido tan monstruosa y no lo hubiese abrumado hasta la locura, al señor Jacobo le hubiese gustado pedirles perdón a sus hijos y mostrarles lo arrepentido que estaba, entonces trabajaría para reconstruir su relación con ellos, e intentaría ser un buen padre, pero en lugar de eso, tomó la pequeña pistola que se encontraba escondida en el bolsillo derecho de su pantalón, y se disparó en la cabeza justo después de escuchar a Aylin gritar de dolor cuando se le retiró la bala que él mismo le había disparado.
Minutos atrás, mientras el señor Yanis se paseaba por los pasillos del sexto piso subterráneo junto con la copia del señor Nael y llenaba todo el piso de esporas rojas, sintió que las marcas de buena suerte de Anabel acabarse por completo, por lo que procedió a activar las marcas de buena suerte de Alexander, y entonces pensó que sería bueno que la batalla terminara pronto, porque una vez se acabaran las marcas de buena suerte de Alexander, él ya no tendría forma de ayudarlos a pelear contra Killian.
—No veo a nadie —susurró Emily mientras se aferraba a la mano de Anabel y miraba el horizonte—. Ya ha pasado mucho tiempo, ¿todavía no termina la batalla? Se supone que Blaise y Hannia tendrían que venir ya en camino a detener a Killian. —Bajó la mirada hacia el suelo, en donde estaba Killian, y usó su poder para encontrar una forma de esquivar el siguiente ataque que él estaba preparando—. Ale, ve tan arriba como puedas. Tú igual, Ani.
Los telequinéticos asintieron con la cabeza y se elevaron en el cielo tan rápido como pudieron, y entonces, se sorprendieron de ver a Killian hacer lo mismo, incluso tuvieron la impresión de que él por fin se había dado cuenta de dónde se encontraban, porque él se dirigió a la misma dirección en la que estaban, y estuvieron a punto de entrar en pánico al verlo cada vez más cerca de ellos, sin embargo, Killian se detuvo cuando estuvo a unos cinco metros de ellos, miró hacia el suelo, y aplicó una presión enorme a todo lo que estaba debajo de él.