Capítulo 127: Quien heredó los ojos violetas, parte LVI.
¿Habrá alguien destinado para mí?
Una vez, a finales de mayo, Cristián apareció una mañana en mi departamento, él sabía dónde escondíamos la llave de emergencia, así que cuando me levanté ese día para preparar el desayuno, lo encontré en mi sillón comiendo cereal a la vez que veía televisión.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —le pregunté mientras me dirigía a la cocina, sin estar sorprendida por su presencia, ya que no era la primera vez que él entraba así.
—Tenía mucha hambre y me quedaba más cerca tu departamento que la mansión Eisenhide —respondió con la boca llena.
—¿No dormiste en la mansión?
—Nop. ¿Recuerdas cuando te mencioné que ya había tenido mi desfloración?
Lo miré entrecerrando los ojos—. ¿Tu qué?
—Que ya había perdido mi pureza, ¡o sea, que tuve sexo!
Cerré los ojos por un momento y pensé con todas mis fuerzas: «Por favor, que no entré en detalles de su vida sexual conmigo».
—Bueno, la mujer con la que compartí tan importante momento se llama Geraldine y tiene 23 años, trabaja medio tiempo como recepcionista desde hace dos años, pero también está estudiando una carrera de administración por línea, así que, no sé cómo demonios lo hace, pero de alguna forma consigue tener tiempo libre, y tú sabes, podemos hacer algo más que tomarnos de la mano.
Rompí un par de huevos y los puse un el sartén—. Vaya —dije sin emoción—. Entonces, ¿dormiste en casa de ella?
—¡Sí! Aunque esa no era mi intención… verás —, se rascó la cabeza—… ella es divorciada y tiene una adorable hija llamada Grace, a veces voy a jugar con ella, así que esa niña me tiene cariño. Ayer salí a bailar con Geraldine y, como yo acabo de sacar mi licencia de conducir, la llevé a casa en el auto de Ignecio. Yo te juro que solo planeaba dejarla en su casa e irme, pero ella me invitó a entrar para comer algo… y el problema fue que yo solo tenía ganas de comérmela a ella.
—Dios, ¿por qué estoy escuchando esto? —me quejé mientras veía la piel de gallina en mi brazo derecho.
Él se soltó a reír—. Pero al final no salió como tenía planeado, justo cuando nos acostamos en su cama y me puse encima de ella, Grace apareció por la puerta y tuvimos que detenernos —, se llevó ambas manos a la cara—, Grace… ¡estaba muy feliz!, ¡se emocionó mucho cuando me vio en su casa! No me quiso dejar ir, así que los tres terminamos durmiendo juntos. —Colocó una mano en su cuello—. Sabes, creo que he llegado a encariñarme mucho con Grace, es muy linda… no me importaría convertirme en su familia en el futuro.
Coloqué dos platos en la mesa del comedor—. ¿Te refieres a convertirte en su padrastro?
Él asintió, caminó hacia el comedor y se sentó en una silla para terminarse su cereal ahí—. Sí, le dije lo mismo a Geraldine cuando Grace se durmió, pero ella no parecía muy entusiasmada con la idea… tal vez, yo no le gusto tanto después de todo.
—¿No crees que eres un poco joven para pensar en querer ser papá?
—¿Tú crees?
Suspiré—. Definitivamente. Tienes 23 años, ni siquiera has estudiado una carrera, tampoco tienes un trabajo, no puedes cuidar de ti mismo, entonces, ¿cómo puedes cuidar de alguien más?
Hizo un puchero—. Supongo que tienes razón. Por cierto —, miró fijamente mis manos—, ¿tú no tienes a alguien que te guste?
Desvié la mirada—… Algo así… mi amigo de la cafetería San Francisco, ¿lo recuerdas?
—No me refiero a él —, estiró ligeramente su mano hacia mí y tomó un hilo que salía de uno de mis dedos—, alguien cerca de ti, como por ejemplo: tu vecino.
Arqueé una ceja—. ¿Qué? No, ni siquiera conozco a mi vecino.
—Uhm… yo no estaría tan seguro de eso.
Unos días más tarde, mientras Cristián pasaba el rato en casa de Geraldine en el día libre de ella, paró un momento de jugar videojuegos con Grace para decidir con Geraldine a qué restaurante irían a comer más tarde, tenían opciones más limitadas que otros, ya que había restaurante más «serios» en donde los niños podrían aburrirse, así que Cristián decidió que fuera Grace quien decidiera a donde quería comer.
—¡Hamburguesas! ¡Quiero comer hamburguesas! —respondió ella con entusiasmo.
—¡No, Grace! —se negó Geraldine—. ¡Siempre quieres comer hamburguesas!
Cristián se giró para ver a Geraldine—. ¿Por qué no? ¿Es porque es comida rápida? No solemos comerla seguido.
Ella suspiró—. No se trata de eso, a ella ni siquiera le gustan mucho las hamburguesas, solo quiere el juguete que viene en la caja infantil.
Grace corrió a su habitación y salió poco después con un conejito para mostrárselo a Cristián—. ¡Mira! Este me lo prestó mi amiga, el conejito es muy lindo, pero yo quiero ¡todos los conejitos! ¡Son 10!
—¡Yo conozco ese conejo! —Se apresuró a sacar su celular—. He estado jugando el juego de ese conejo en mi teléfono toda la semana.
Geraldine lo vio con sorpresa—. Cristián… ¿te gustan esas cosas también?
Él se agachó para mostrarle la pantalla a Grace—. Mira, voy por el nivel 35.