Capítulo 129: Quien heredó los ojos violetas, parte LVIII.
Tal vez deba hacerle una visita a él
Al abrir mis ojos, me tomó un tiempo recordar quién era yo y qué había pasado antes de desmayarme, me topé de frente con un techo de color blanco, muy parecido al de mi habitación, así que por un momento creí que me encontraba en mi cama, pero me di cuenta de que ese no era así cuando me enderecé y vi una habitación desconocida y llena de basura, así que no solo no estaba en mi habitación, yo no estaba ni siquiera en mi departamento.
Me incliné hacia mi derecha y vi mis zapatos acomodados a un lado de esa cama extraña con olor a polvo, retiré las cobijas para ponérmelos y luego me puse de pie, estuve a punto de salir de esa habitación, pero siendo que parecía que quien fuese el dueño de ese departamento había cuidado de mí, me di la vuelta para por lo menos tender la cama, y solo después de que terminé de hacerlo, abrí la puerta de la habitación para irme de ahí.
—¡Oh, despertaste! —exclamó un joven mientras sostenía una escoba y un recogedor—. Ah —, sonrió torpemente—, ¿estás bien?
—Sí —, me rasqué la cabeza, incómoda, y al dar un vistazo rápido alrededor, noté que, a diferencia de su habitación, todo lo demás parecía bastante más limpio—, lamento las molestias.
Negó con la cabeza—. No hay problema. —Siguió caminando hacia el comedor, en donde había una taza rota y café derramado en el suelo—. Me sorprendió escuchar a alguien tocar mi puerta a las 4:00 de la mañana, no suelo tener visitas… a esa hora. —Se giró para verme y me sonrió tímidamente.
«Ah, lo he visto antes», pensé en el instante en que intenté suprimir el pensamiento de lo tierno que me parecía ese joven cuando sonreía. Meses atrás, yo había chocado con él y lo tiré con todo y las cajas que estaba cargado, me imaginé que él se estaba mudando cerca, pero no creí que tan cerca.
—Me adelanté y preparé el desayuno para los dos —me dijo una vez terminó de recoger la taza rota y limpiar—, pensé que quizás te desmayaste por anemia o algo así, así que quise hacerte algo, pero —, miró cabizbajo el hotcake quemado frente a él—, igual y no es buena idea que comas eso.
Él parecía ser una buena persona, así que me senté frente a uno de los hotcakes quemados para no hacerlo sentir mal, pero sinceramente, luego de ser consentida por Damián con todas las delicias que él preparaba, ese hotcake estaba bastante lejos de parecerme apetitoso.
—Tú… no sueles cocinar, ¿cierto? —pregunté mientras partía un trocito, y lo miré por un momento mientras me preparaba mentalmente para no hacer ningún gesto grosero cuando me lo llevara a la boca.
Desvió la mirada—. Eso… soy del tipo torpe que siempre se está tropezando con sus propios pies, así que mis abuelos me prohibieron entrar a la cocina desde siempre porque temían que me fuera a lastimar. Ahora soy un adulto inútil quien su mayor logro en la cocina es preparar cereal con leche. —Corrió hacia la cocina por dos tazas, luego por una jarra con café, y tras tomar asiento, sirvió café en las dos tazas—. También me las arreglo bien con cosas hervidas, y café, el café es una de las pocas cosas que sé hacer bien, así que, al menos, si lo bebes te ayudara a soportar un poco el horrible sabor a quemado del hotcake.
Miré hacia la cocina y vi una montaña de trastes apilados sobre el fregadero, entonces pensé que, si él de verdad nunca cocinaba, esos trastes debieron de haberse ensuciado luego de un montón de intentos de hacer hotcakes, y lo que tenía frente a mí era lo más decente que pudo conseguir, y ciertamente lucía mucho mejor que el hotcake mucho más quemado que él ya había comenzado a comerse con asco.
Me llevé un trocito de hotcake a la boca y lo saboreé, después de todo no sabía mal, tampoco podía decir que era delicioso, pero pude ver el esfuerzo que él puso en prepararlo y me conmovió, al menos, supe que el sabor de ese hotcake quemado, crujiente, dulce y caliente, sería un sabor que recordaría por un largo tiempo. O eso creí. Tomé un sorbo del café y fui inundada por su sabor de olla y canela en un instante, y me olvidé de cualquier otro sabor.
—Parece que te gustó —observó con alegría.
Desvié la mirada mientras reprimía de nuevo el pensamiento de «Qué tierno se ve cuando sonríe», luego agaché la cabeza y miré mi taza vacía—. No creí que el café estuviera tan bueno —admití avergonzada.
Tomó la jarra para llenarme la taza de nuevo—. Toma todo lo que quieras. Por cierto, no te he preguntado tu nombre.
—Oh, soy Dalila Eisenhide, un gusto.
—Dalila es un lindo nombre, te queda —opinó mientras asentía con la cabeza—. Yo soy Edher Becker. Y… ¿eres todavía estudiante o ya trabajas?
Desvié la mirada de nuevo—. Pues… hubo ciertos incidentes que no me permitieron estudiar en su momento, así que, actualmente a mis 23 años soy estudiante de primero de preparatoria. ¿Y qué hay de ti?
—Yo —miró hacia el librero de su sala, en donde podía verse una gran colección de discos de música clásica y algunos vídeos de conciertos de piano—, soy fotógrafo, desde hace unos meses trabajo en un estudio, es solicitado más que nada por revistas de moda. También tengo 23 años, por cierto. —Volvió a mirarme y sonrió.
Fue curioso cómo antes de ese día, nunca me topé con Edher, pero a partir de ahí, comencé a verlo más seguido cuando salía del mi departamento, o nos encontrábamos en el supermercado cuando hacíamos las compras, o simplemente nos cruzábamos en la calle, entonces nos saludábamos, intercambiábamos algunas palabras, y poco a poco se nos hizo costumbre salir al pasillo a hablar un rato, al menos tres días a la semana, y nos contábamos un poco lo que habíamos hecho durante el día.