Ojos Color Violeta.

Cap. 130: Reiníciate.

Capítulo 130: Quien heredó los ojos violetas, parte LIX.

Reiníciate

—¿Hace tres días…? —Esteban bajó levemente la cabeza para ver la silla junto a su cama, la misma en la había estado yo hacía tres días—. Supongo… que ella de verdad cumplirá su promesa.

El señor Oliver, quien acababa de llegar a la habitación corriendo, cerró la puerta y caminó hacia Esteban mientras intentaba recobrar el aliento—. ¿De qué promesa hablas?

—Prometió no volver a borrar sus recuerdos perdidos —, chasqueó la lengua—… no puedo decir mucho incluso si quiero que viva, porque yo —, se miró las muñecas y frunció el ceño—, intenté hacer lo mismo porque no supe cómo encarar mi dolor y culpa, así que, no tengo el derecho de desear que ella viva y se ponga de pie luego de saber lo que hizo, ¿cierto? Después de todo, eso es algo que yo nunca pude hacer, al menos no de la forma correcta.

El señor Oliver sonrió y estiró su brazo para revolverle el pelo—. Claro que puedes desearlo. Ayúdame a salvarla, dime cuál es la clave de esa puerta.

Agachó la cabeza y sus manos se aferraron a la sábana de su cama—. Sería más fácil si solo ella me culpara de todo, así que, te diré la clave si me ayudas con eso… o de lo contrario, Dalila también me dejará atrás, igual que su hermana y su madre.

(Universo 4, 106 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Un día, cuando yo tenía 8 años, la puerta de la habitación oscura en la que estaba encerrada se abrió y vi la silueta de Esteban acercándose a mí, me contó que el corazón de Melisa falló por primera vez en mucho tiempo y ella debía de quedarse en el hospital, cosa que me preocupó y alegró al mismo tiempo.

—Tengo una misión para ti —dijo con una sonrisa maliciosa.

—No quiero.

—¿No quieres salir de aquí? —preguntó con enojo, pero se calmó cuando me vio desviar la mirada debido al miedo que me dio verlo enojado—. Tengo la sospecha de que Melisa me ha estado mintiendo, me dijo que ella no tenía amigos, porque personas como nosotros no necesitamos amigos, solo son una molestia, pero creo que ella cometió la estupidez de entablar amistades inútiles, por tanto —, metió su mano al bolsillo de su pantalón y saco una cajita—, ¡tara! Son lentillas, si te las pones, tus ojos lucirán igual a los ojos azules de Melisa, entonces podrás ir a su escuela y suplantarla para investigar si ella dijo la verdad.

Mantuve mi cabeza gacha y miré mis dedos, quería decirle que no quería hacerlo, que no tenía la confianza de hacerme pasar por ella con éxito, pero me dio miedo que se volviera a enojar si se lo decía, así que solo me quedé callada.

—Dalila… tú estás aquí por culpa de Melisa, lo recuerdas, ¿no? Ella tomó tu esfera y la escondió, porque no quería que tú ganaras tu libertad, y luego te dejó caer del barranco para asegurar su victoria. Melisa es una niña inteligente, sabe que en este mundo se necesita ser egoísta, gracias a que se deshizo de ti, ella puede salir y divertirse siempre que quiera, y no le importa que tú estés aquí encerrada, muy probablemente ni siquiera se acuerda de ti. Tú jamás tendrás amigos estando aquí, yo espero que Melisa tampoco los tenga, ¿qué hay de ti?

A la mañana siguiente, tras pasar la noche en una cálida cama de una habitación normal, una sirvienta me bañó y me vistió con el uniforme escolar de Melisa, hacía mucho frío, así que usé unas calcetas blancas larguísimas que cubrían casi por completo mis piernas, y una sudadera azul marino debajo del chaleco de la escuela, luego la sirvienta recogió mi cabello en un chongo, me cubrió la cabeza con el gorro de la sudadera y me echó un último vistazo.

—Su piel se ven más pálida que la de la señorita Melisa, intente no descubrir sus brazos, y tampoco levante mucho la cara. Si le dicen que se descubra la cabeza, desátese el cabello y tápese la cara con él. —Se giró hacia un lado para tomar las lentillas azules —. Ahora, por favor abra bien sus ojos, le voy a poner estas cosas.

Un rato después, una copia del señor Nael, quien en ese entonces todavía no adquiría el apellido Halffter ni conocía siquiera a su esposa Luciana Cano Vidal, me llevó en auto hasta la escuela de Melisa por órdenes de Esteban, y se quedó vigilándome en éste incluso luego de que yo entrara.

Me metí al salón 2-B en donde se suponía que iba Melisa, me senté en el primer lugar que vi, pero casi en seguida una niña me dijo que ese lugar era suyo y exigió que me quitara, por lo que me puse de pie y caminé hasta una de las sillas que había hasta atrás, pero no pasó mucho tiempo para que volviera a pasar lo mismo, cuando un niño me llamó tonta por «olvidar» que mi lugar era dos lugares más a la derecha.

Cuando llegó la profesora, saqué una libreta y pasé toda la clase haciendo garabatos, hubo un momento en el que intenté copiar lo que estaba escrito en el pizarrón, pero yo, aunque sabía escribir, lo hacía muy lento y la profesora borraba el pizarrón antes de que yo terminara de hacerlo, por lo que me rendí y me dediqué a hacer un dibujo de Jaqueline, a quien todavía veía como mi madre.

Ninguno de los compañeros de Melisa intentó conversar conmigo, desde mi lugar, vi a los niños susurrar cosas y reír entre ellos cuando la profesora no estaba viendo, y cuando ella salía, los vi corriendo por todo el salón y jugar entre ellos, pero yo ahí era invisible, ignoraban por completo mi presencia, ni siquiera se molestaban en voltearme a ver.




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