Capítulo 132: La guardiana del escondite de un Dios, parte XII.
Mi último deseo es…
(Universo 3, 120 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—¿Será que puedo volver al pasado? —inquirió Melisa ante su deseo de evitar que Anabel muriese, cuando ambas yacían en la Dimensión de Krymtheo.
Anabel suspiró—. No existe algo como retroceder en el tiempo, pero puedo llevarte a un Universo en el que aún no hayan ocurrido acontecimientos que quieras evitar, la cuestión es que ese Universo tiene su propia Melisa y…
—Lo entiendo, lo entiendo… en ese caso… estaría bien si solo le pasas mis recuerdos a esa otra yo, ¿no?
Anabel asintió—. Claro. Pero, ¿estás segura de hacerlo? Eso no cambiará nada en este Universo.
—Estoy segura, pero, espera un momento, todavía no cumplas ese deseo. Hay otra cosa que quiero que hagas con esa otra Melisa, quiero que la conviertas en la Llave.
Ella tragó saliva— ¿Qué…? Pero…
—Si la Melisa de ese Universo nace con el poder de la Llave, entonces la Anabel de ese Universo no nacerá con tu poder, ¿cierto? Porque solo puede haber una sola persona al mismo tiempo con ese poder. Cumple mi deseo, Anabel —pidió decidida—, por favor.
Pude notar el momento en que un nuevo universo paralelo estaba por crearse, eso no era cualquier cosa, así que, antes de que Anabel concediera ese deseo, abrí una puerta que conectaba el Área de Deseos con la zona del Área del Laberinto, en donde yo me encontraba, y me aparecí por la puerta para invitarlas a sentarse en la hierba verde de la réplica de Kleidi de hacía 121 años atrás, y así hablar un poco con Melisa.
—Ese es un deseo interesante, Melisa —dije mientras les hacía una señal con la mano para que me siguieran al otro lado de la puerta.
Melisa se llevó ambos manos a la boca y le dio un vistazo a Anabel—. ¡Es Junuem! ¡Junuem! —gritó con emoción y caminó nerviosa junto con Anabel hacia la puerta que yo había abierto.
—¿Qué te hizo querer pedir exactamente ese deseo? —pregunté una vez las tres nos sentamos en el pasto.
Melisa miró impresionada sus alrededores por un momento hasta que volvió a mirarme a mí—. Ah… yo… quiero evitar que Anabel muera.
Sonreí y recargué mi mejilla en mi mano, poniendo mi codo en una rodilla—. Pero podrías haber deseado simplemente que Esteban nunca lograra asesinarla, o que Anabel no naciera con ese poder. Alguien más habría pensado que pedir eso sería más que suficiente, así que, ¿por qué deseas ser tú la Llave?
—Bueno… no sé cuál es el deseo de mi papá, y no creo poder cumplirlo si digo: «Deseo que el deseo de mi papá se haga realidad», ¿cierto?
—Así es —confirmé riendo—, necesitas ser específica con tus deseos.
—Pues eso —, se encogió de hombros—, no puedo cumplir su deseo ahora, pero...
—Pero yo sí sé cuál es el deseo de Esteban —aseguré mientras me señalaba y le sonreí cuando vi su rostro iluminarse—, ¿quieres que te lo diga? Así podrías pedirle a Anabel que cumpla su deseo y no tendrías que crear otro universo paralelo.
Melisa bajó la mirada para pensarlo un poco—. Igual quiero crear un universo paralelo en donde Anabel pueda tener la vida larga y feliz que se merece —miró a Anabel y le sonrió mientras se encogía de hombros—, mi corazón nunca ha funcionado muy bien qué digamos y probablemente no dure mucho tiempo más, pero sé que Anabel puede vivir mucho más, me gustaría que disfrutara los años que yo no podré vivir. Si me convierto en la Llave, puedo cumplir el deseo de mi papá sin depender de Anabel. El problema es que… él sería incapaz de matarme, necesito pensar en cuál debería ser momento adecuado para acabar yo misma con mi vida.
Esbocé una sonrisa—. Uhm… pues tengo que reconocerte que ese es el deseo correcto si de verdad quieres salvar la vida de Anabel en ese otro Universo.
—¿A qué te refieres? —Me preguntó Anabel.
Resoplé—. ¿Ustedes creen en el destino? Todos los acontecimientos caóticos en el mundo parecen completamente aleatorios, conformados por un cúmulo de coincidencias, ¿no creen? —Enderecé la espalda y me crucé de brazos—. Es cierto que en su mayoría, ustedes toman sus propias decisiones y son responsables del camino que toman, es decir, el destino nunca dictó desde el nacimiento de Anabel que ella comería más de cinco chocolates al día, tampoco escribió en piedra que Melisa desayunaría hoy fruta picada. Pero el destino existe, niñas, y es un hijo de puta.
Melisa y Anabel intercambiaron miradas desconcertadas.
—Personas como Salma Miraini, quien puede ver el futuro, seguro que lo detestan, porque el destino es especialmente malo con las personas que intentan alterarlo. Imagínense saber que algo malo pasará, intentar cambiar acontecimientos previos a eso para que no pasé, y que de alguna manera termine pasando. Tal vez el destino no decide la marca de papel higiénico que compran, pero decide algunos de los acontecimientos más importantes de sus vidas, y cambiarlo es prácticamente imposible.
—Por ejemplo, ¿nuestras muertes? —inquirió Melisa.
Asentí—. Las de algunos. Hubo una vez una niña llamada Dánae Frayssinet, fue asesinada por Blaise, su muerte no estaba planeada por el destino, así que en el Universo paralelo que Emanuel va a crear, cuando intente salvarla, ella seguirá con vida por unos años más. También hubo un chiquillo llamado Cristopher que fue criado por Ignacio, él fue asesinado por Killian, al destino se le dio la gana que fuera así, y no importa qué haga Emanuel, el destino se encargará de juntar a esos dos para que eso ocurra. La muerte de Anabel es más o menos lo mismo, solo que su muerte está fuertemente ligada con su poder de la Llave, y el destino quiere que la Llave muera sí o sí, así que tomando su lugar como la quinta Llave—, miré a Melisa—, realmente es la única forma de salvar la vida de Anabel.