Ojos Color Violeta.

Cap. 133: Lo besé.

Capítulo 133: Quien heredó los ojos violetas, parte LXI.

Lo besé

(Universo 5, 121 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

«Reiníciate», fue la palabra en la que pensé para desbloquear los recuerdos que yo misma me había quitado, la muerte de la profesora de Melisa, a quien maté de niña cuando la sustituí un día por órdenes de Esteban, los gritos de los niños, sus miradas de terror mientras veían, incluidas las de Emanuel y Alexander, y también las muertes de las enfermeras del hospital en el que se encontraba la hermana de Andrés antes de que Esteban se la llevara, todo eso, regresó a mi memoria. Pero aún había recuerdos faltantes.

Cuando Esteban estaba emocionalmente inestable, solía encerrarse en aquella habitación oscura en la que me apresó de niña, para poder mantener al monstruo dentro de él lejos de los demás para no hacerles daño. Fui a la mansión Eisenhide para hacer lo mismo. Anulé el poder de borrar recuerdos que Melisa había usado en mí, caí sobre mis rodillas y sentí que mi respiración me faltaba cuando comprobé que había sido yo quien mató a la mujer que quise como mi madre, miré frente a mí el librero que ocultaba la puerta de metal del último lugar al que creí que regresaría, me arrastré en el suelo y jalé con mis temblorosas manos el librero para hacerlo a un lado, pero justo cuando puse una mano en el suelo para ponerme de pie y abrir esa puerta, escuché una voz detrás de mí.

—¡No lo hagas! —farfulló una voz con nerviosismo y desesperación—. Te lo ruego, por favor, ¡no lo hagas!

Pegué mi espalda a la puerta de metal y miré hacia todos lados, buscando de dónde provenía… mi propia voz… ¿quizás estaba alucinando? La culpa de tener las manos manchadas con sangre inocente, de haber estado a punto de matar a mis mejores amigos y de haber despreciado a Melisa, me carcomía al punto de querer acabar con mi vida, de castigarme dándome el peor final en el peor lugar, pero, ¿acaso aún quedaba dentro de mí la voluntad de vivir?

—Yo… he pedido mi tercer deseo —dijo mi voz con calma, aunque con una tristeza que superaba la mía—, mi deseo fue que se te fuera quitado el poder que heredaste de Tahiel Roger, a partir de este momento, de ahora en adelante, tus manos nunca volverán a ser tomadas por ese monstruo, seguirán siendo tus manos.

Bajé la mirada y miré mis manos, tan humanas como pensé que eran hasta hacía unas horas atrás.

—¡Tienes qué vivir! ¡Porque no estás sola!

—¡Dalila! ¡¡Dalila!! —gritó Damián desde la lejanía.

Mi pecho se comprimió y dejé de respirar por un momento cuando lo escuché, me puse de pie como pude y caminé lentamente hacia la ventana, entonces vi a Damián correr por el patio hacia el interior de la mansión.

—Ese chico la ha vuelto a hacer —dijo otra voz, una que nunca antes había escuchado, que parecía pertenecer a una mujer que estaba tanto divertida como sorprendida—. Dalila, sería un desperdicio perderte de estar al lado de un chico que no debió nacer, de alguien que te dio las fuerzas suficientes para enfrentarte a tus recuerdos cuando tú no nunca debiste conocerlos, de alguien que no debería de estar subiendo las escaleras para venir a verte, de alguien que va en contra del destino. Espero no volver a verte en la Dimensión de Krymtheo, quiero que alguien derrame café en tu ataúd. Cuídate.

—¡Dalila! —gritó Damián cuando abrió la puerta de la habitación de Esteban, me miró por unos segundos mientras intentaba recuperar el aliento, y luego volvió a correr hacia mí y me abrazó—. Dios… no contestabas mis llamadas… me asusté muchísimo… tuve la sensación de que… harías algo realmente estúpido.

Pasé mis manos por su cintura para abrazarlo con fuerza y hundí mi cara en su hombro cuando sentí que volvería a llorar—. Damián, yo… recuperé todos mis recuerdos —dije con voz ahogada y lo abracé con más fuerza—, hice cosas muy malas… nunca tuve el derecho de juzgar a Esteban ni a Melisa, porque yo… mis manos… también hay sangre en ellas… también soy un monstruo.

—… No… no lo eres —aseguró con una voz rebosante de amabilidad y cariño—, la culpa y el arrepentimiento que sientes ahora, es prueba de que tienes corazón, y un monstruo no lo tiene.

Me separé de él y lo miré a los ojos con miedo—. ¡Dije que soy una asesina! ¡Mate a alguien con mis propias manos! ¿¡Acaso no me tienes miedo!? ¿¡No estás…!? ¿Decepcionado? ¿Arrepentido de haberte enamorado de mí? —Lo agarré de los hombros y recargué mi frente en su pecho—. Deberías odiarme —afirmé llorando.

Él suspiró y volvió a envolverme con sus brazos—… Tendrías que darle un vistazo a tu cara en un espejo. Dalila, no voy a dejarte sola, ¿bien…? Ahora… logré preocupar a tu abuelo y creo que viene en camino, ¿qué te parece si te preparo un café en lo que llega él y tú me cuentas qué fue lo que recordaste? Me soltaste ya la peor parte, así que no debe ser problema que me hables del resto, ¿cierto?

Asentí con la cabeza.

Al final, como Damián le mandó un mensaje a mi abuelo para avisarle que yo estaba bien, él se regresó a su junta de negocios, por tanto, me dio tiempo suficiente para contarle casi todo a Damián, incluso lo que estuve a punto de hacer, entonces él sonrió y agradeció ponerse paranoico cuando yo no contesté sus llamadas; me contó que tuvo que llamar al hermano de Dánae para que le pasara el nuevo número de ella, luego llamó a Dánae para preguntarle si ella tenía el número de Alexander, pero ella no lo tenía, así que Dánae tuvo que llamar a Emanuel para conseguirlo, y ya cuando por fin Damián obtuvo el número de Alexander, le pidió que dejara de hacer cualquier cosa que estuviera haciendo y que buscara mi ubicación.




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