Capítulo 141: Quien heredó los ojos violetas, parte LXVII.
Mis ojos se cierran y todo acaba
Hoy, me he despertado al escuchar el sonido de la alarma del celular de Damián, veo por la ventana que el cielo apenas comienza a aclararse por la proximidad de la salida del Sol, es muy temprano, y pienso que Damián no se moverá hasta que suene su segunda alarma, pero él no hace eso, se endereza y se gira hacia un lado para sentarse en la orilla de la cama, yo veo su espalda con somnolencia, no estoy lo suficientemente despierta para pensar a profundidad por qué él se levantó desde la primera alarma, así que solo veo su espalda desnuda con la mente en blanco hasta que él se va de la cama y yo vuelvo a cerrar los ojos.
Me despierto de nuevo unas horas después cuando escucho la alarma de mi celular, sé que Damián ya no se encuentra en la casa porque está demasiado silencioso, ya estoy completamente despierta, pero no me muevo de la cama, me quedo mirando el techo y, aunque este día se siente igual a cualquier otro y no hay nada en mí que se sienta diferente a otros días, algo me dice que hoy será el último día de mi vida.
Mientras desayuno cereal con leche, camino por la cocina hacia la sala para agarrar mi laptop, la enciendo una vez me siento en la mesa donde dejé mi cereal y contesto rápidamente todos los correos que aún ni siquiera había leído, luego, cuando termino de hacerlo y mi plato ya está vacío, reviso mi celular y noto un mensaje de Damián. «Es hoy, ¿cierto?», leo en voz alta, y me doy cuenta que Damián también lo sabe.
Ha pasado un rato, estoy en un sillón de la sala con Mica en mis brazos, ella está llorando, supongo que es por hambre, así que me descubro el pecho para darle de comer, mientras estoy en eso, me pregunto si Damián saldrá temprano de su trabajo para venir a casa pronto, es nuestro último día juntos y pienso que lo mejor es morir uno al lado del otro.
Luego de terminar de alimentar a Mica, la arrullo y la dejo en su cuna, entonces busco mi celular y escribo un mensaje para Leo: «Dejo a Mica a tu cuidado». Al final, luego de haberlo hablado con mi esposo, él y yo decidimos dejarle a Leo la responsabilidad de cuidar de nuestra hija, aunque aún no se lo decimos, por lo que pienso que quizás mi mensaje lo tomará por sorpresa, pero entonces, veo una llamada entrante de él.
—Maldita sea, es hoy, ¿cierto? —pregunta un poco irritado y con una voz que delató su recién despertar—. ¿Por qué me mandas un mensaje? Si hoy te vas a morir, al menos déjame escuchar tu voz una última vez.
Sonrío levemente—. Lo siento, creo que no he terminado de procesar que hoy es mi último día porque… me siento muy tranquila.
—… ¿Sabes qué? No me basta escuchar tu voz, quiero verte. Veámonos en Marilyn, ¿de acuerdo?
—¿Por qué ahí?
—Pasaré por ahí para hacerle un favor a alguien, y creo que será lindo para ti estar de vuelta en tu antigua escuela, ¿no? Bueno, date prisa, ¡no quiero que mueras a medio camino!
Suelto un suspiro cuando escucho la llamada cortarse, miro por la ventana y por alguna razón pienso en Esteban, ahora conozco los nombres e historias de todas las personas que él perdió, y lo doloroso que le resulta vivir cuando las personas que él quiere se van de su lado una detrás de otra, y si bien nosotros no tenemos la mejor relación, no puedo no pensar en que mi muerte reabrirá viejas heridas y su corazón volverá a llorar.
«Él se enojará si voy a despedirme, ¿cierto?», pienso y me imagino con una leve sonrisa cómo sus ojos podrían llenarse de lágrimas mientras me grita.
He acabado de preparar una bolsa con leche y pañales limpios, acomodo a Mica en una mochila portabebés y me la pongo, estoy lista para salir, así que camino hacia la puerta, saco mis llaves para cerrarla y luego me dirijo a la calle, en donde un taxi que previamente había llamado está esperándome.
Cuando he llegado a mi vieja escuela, un sinfín de recuerdos me inundan, recuerdo la primera vez que atravesé el portón de la escuela, igual a como lo hago ahora, miró hacia los lados esperando ver a alguien, pero la escuela está desierta, así que cierro yo misma el portón y camino por el patio mientras saco mi celular para enviarle un mensaje a Leo, no tardo en recibir respuesta de él, en donde me indica que vaya a la oficina del director.
—Bienvenida —dice Leo sentado detrás del escritorio.
Pero mis ojos no lo miran a él, sino a Emanuel, quien se encuentra parado al lado de Leo y me sonríe—. ¿Qué haces aquí? —pregunto luego de cerrar la puerta.
—Haciéndole un favor a alguien —responde mientras camina hacia mí y me agarra de los hombros, y aunque su rostro se mantiene sonriendo, sus ojos no lucen felices—. Oye, quiero que nos aclares una cosa a Leo y a mí, él me dijo que le mandaste un mensaje en donde le pedías que cuidara de Mica, pero —, su sonrisa desaparece mientras levanta las cejas—, ¿no se suponía que yo me iba a quedar con ella?
Me rio ligeramente—. ¿Notaste que Leo no huele a cigarros?
Emanuel hace un mohín—. ¿Me estás cambiando de tema?
Niego con la cabeza—. Sé lo mucho que Leo se ha aferrado a los cigarros desde la muerte de Melisa y Gustavo, dependía completamente de ellos. Se necesita una fuerza de voluntad monstruosa para dejarlos, pero él dejó de fumar, ¿y sabes por quién lo hizo? Hay muchas más razones por las que Damián y yo decidimos dejar a Mica con Leo, no tantas como las que hay para dejarla contigo, pero… solo por esta vez, quiero darle la oportunidad a Leo de confiar en él.