Ojos Color Violeta.

Extra 1: No la soltó hasta que dejó de llorar.

(Universo 6, 121 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Era la primera vez en muchos años que Esteban e Ignacio se encontraban frente a frente, y era la primera vez en la vida de ambos en que los dos se miraban a los ojos sin ninguna máscara, fue entonces que Ignacio notó que aquellos ojos azules, iguales a los suyos, aunque fríos y resentidos, no lo miraban con odio como él juró, era más como una mirada triste y desesperada que parecía rogar perdón.

Ignacio agachó la cabeza y sonrió—… ¿Puedo sentarme? —Señaló la silla junto a la cama de Esteban.

—¿Por qué estás aquí? —cuestionó arrugando las cejas.

—Llevo casi toda mi vida pensando que es demasiado tarde, me rendí contigo, me convencí de que nuestra relación no tenía salvación porque me daba miedo intentarlo, soy un cobarde bueno para nada, y tal vez ya no te intereso ni esperas nada de mí, pero, ¿cómo puedo estar tan seguro de eso si nunca te lo he preguntado? —Levantó la vista para mirarlo a los ojos—. ¿Estás bien con escuchar mis disculpas? Y, ¿estás de acuerdo con que tu intento de padre venga a visitarte? ¿Te gustaría?

Estaban desvió mi mirada—… Creí que me odiabas.

—Y yo creí que tú me odiabas a mí —dijo riendo—, ¿está bien si comienzo a creer que no es así?

—Yo —, apretó los puños sobre sus piernas—, ¡no te odio!

Ignacio le sonrió con cariño y se sentó en la silla—. Cuando Vanesa murió, me culpé a mí mismo por no tener ningún poder, siempre deseé tener uno, como mi padre, mis tíos y primos, incluso envidiaba el poder de anulación de Matilde, así que no tener un poder que me ayudara a salvar a Vanesa me pesó mucho en ese entonces. Pero —, cerró los ojos con fuerza por un momento, y sintió una ola de desprecio hacia sí mismo golpearlo—, no pude soportar la culpa, así que también empecé a culparte a ti. Y de esa manera, mantenía el balance de mi corazón… lo siento, soy el peor padre.

—Lo eres —concordó Esteban, pero no lo dijo con ni un poco desprecio, sino con una calma y con una voz tan amable que casi logró arrancar algunas lágrimas de los ojos de Ignacio.

Él asintió y carraspeó para deshacerse del nudo de su garganta—… Después de que te corrí de la casa y me quedé solo, tuve el tiempo para pensar y aceptar mis errores, pero cuando regresaste, no hice nada para enmendarlos, me dediqué a trabajar más de lo necesario para mantenerme alejado de ti, pensé erróneamente que todo estaría bien si solo me dedicaba a no causarte ningún inconveniente. Ahora no sirve de nada desear retroceder el tiempo y tratarte como siempre debí haberlo hecho, como mi amado hijo, por eso, al menos déjame decirte estas egoístas palabras: Pese a todo lo que ha pasado entre nosotros, e incluso sabiendo todas las atrocidades que has cometido, te amo, y no me arrepiento de tu existencia, le estoy eternamente gradecido a Vanesa por haberte dado a luz. Hijo, tú no fuiste un error.

Estaban agachó la cabeza y las lágrimas comenzaron caer una detrás de otra, y cuando sintió la mano de su padre tomar la suya, la apretó ligeramente y no la soltó hasta que dejó de llorar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.