(Universo 4, 114 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
Un viernes en la mañana, cuando tenía 16 años, Melisa despertó con memorias de sus siguientes 6 años de vida; ella sabía por qué la Melisa de 22 años había enviado sus memorias al pasado, pero se sentía tan abrumada por todo lo que tendría que pasar que simplemente lloró, lloró porque no sabía si podría cumplir con lo que quiso esa futura Melisa, salvar la vida de su hermana Anabel y hacer realidad el deseo de Esteban.
Bajó a desayunar después de que se tranquilizó y se aseguró de que sus ojos no se vieran hinchados, y desde la cocina, mientras cortaba unas naranjas para hacer jugo, vio a Dalila bajar por la escaleras a toda velocidad, Melisa pensó que seguro su hermana tenía mucho trabajo en el consejo estudiantil, tanto que ni tiempo le dio de desayunar. «Emanuel… la está esperando en la escuela», recordó, y se preguntó si Dalila podría imaginarse lo importante que ese chico se volvería para ella, o de lo importante que Emanuel ya era Melisa.
Si Melisa nunca le hubiera pedido a Esteban que colocara a Dalila en Marilyn para suplantarla, habría sido Melisa quien hubiera compartido clases con Emanuel, ¿cómo habrían cambiado las cosas para ellos de haber sido ese el caso? ¿Emanuel se hubiera acercado a Melisa de la misma forma que como lo hizo con Dalila? ¿Entonces podrían haber vuelto a ser amigos como lo fueron en la primaria? Melisa sorbió de su jugo y negó con la cabeza mientras sonreía, se llevó una mano al pecho al pensar en esa posibilidad, pero también sabía que ella no estaba en la posición para crear lazos genuinos con nadie, ya tenía a Leonardo, y él era suficiente.
Esa noche, Leonardo apareció en la ventana de Melisa como cada semana, pero para Melisa, quien había sido bombardeada por memorias del futuro, tuvo la sensación de haber visto a Leonardo visitarla por esa ventana por primera vez en años, así que lo miró con una sonrisa nostálgica, y Leonardo no tardó en percatarse de que algo raro le pasaba, pero así como Leonardo conocía muy bien a Melisa, Melisa conocía muy bien a Leonardo, y supo que él no preguntaría nada hasta que ella estuviera lista para contarle.
Solo Leonardo creería algo tan loco como que Melisa conocía el futuro, y aunque ella ya se lo imaginaba, igual no pudo evitar sonreír cuando vio que él le creyó todo una vez terminó de contárselo, pero también había una pisca de culpa en ella, «Soy cruel por mantenerlo a mi lado aun sabiendo que me ama, ¿cierto?», pensó mientras notaba el inmenso amor con el que él la miraba.
Melisa se aferró a ese chico porque sabía que él nunca la iba a dejar, se había vuelto obvio lo que Leonardo sentía, así que ella se aprovechó de sus sentimientos por mucho tiempo, lo ató a ella y luego lo abandonaría, siendo así, ¿tenía caso revelarle que una parte de su corazón ansiaba corresponder sus sentimientos? No, eso solo haría más difícil la despedida, por lo menos para ella, porque, si ella se permitía ser feliz con Leonardo, dudaría en tomar su vida cuando el momento llegara.
—Algún día, cuando yo me haya ido y tú lo hayas aceptado —susurró Melisa hacia la ventana luego de ver a Leonardo salir por ella—, si tú así lo quieres, encuentra a alguien a quien puedas darle la oportunidad de pasar su vida contigo, la mujer que escojas será muy afortunada, le tendré un poco de envidia, pero yo no espero ocupar siempre un gran espacio en tu corazón, me conformo con un pedacito chiquitito, lo suficiente para que me recuerdes de vez en cuando, así que, por favor, siéntete libre de amar a otras personas y llenar tu corazón con ellas.