Ojos Color Violeta.

Extra 4: Gracias por dejarme verlos una vez más.

(Universo 6, 140 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Una enfermera abrió la puerta de la habitación de Esteban y Micaela entró, Leonardo, quien había acompañado a su hija, le dio un rápido vistazo al interior de la habitación con nerviosismo, pero se sorprendió cuando sus ojos se cruzaron con los del anciano, quien tenía el cabello blanco, la piel pegada a los huesos y una mirada cansada, lo que hizo a Leonardo sentirse estúpido por haber tenido tanto miedo de ir, así que le sonrió levemente al anciano y luego cerró la puerta para dejar a solas a ese abuelo con su nieta.

—¿Quién eres? —le preguntó Esteban a Micaela cuando ella se sentó a su lado, lo hizo en voz baja y la miró con sorpresa, porque por un momento creyó que esa niña se trataba de Dalila, pero era obvio que ese no era el caso.

—Soy Micaela Stoltenberg, su nieta —se presentó ella y miró con curiosidad los ojos azules de su abuelo, lo que hizo que él sonriera.

—Tienes los mismos ojos que Dalila y Catalina… ¿dijiste Stoltenberg? —Frunció el ceño—. ¿Eres hija de Dalila y Leonardo? Pensé que ese niño estaba enamorado de mi Melisa, cada semana se escabullía a mi casa en la noche, y se quedaba horas con ella.

—Mi papá Leo me adoptó, por eso tengo su apellido —, rio ligeramente—. Entonces, ¿sabías lo de mi papá?

Esteban chasqueó la lengua—. Los muy tontos pensaron que nunca lo noté, pero cualquiera se habría dado cuenta. Los dejé porque sabía cuánto apreciaba ese niño a mi hija, pero si hubiera sido otro, no me habría hecho de la vista gorda. —Volvió a sonreír cuando vio a su nieta reírse—. ¿Cuántos años tienes?

—Tengo 13 años.

—Así que ya pasó tanto tiempo, ¿eh? —Asintió lentamente con la cabeza.

—Oye —, Micaela desvió la mirada y luego agachó la cabeza para juguetear con sus dedos—, tú sí querías a mi mamá Dalila y a mi tía Melisa, ¿verdad?

Él sonrió con tristeza—. Yo las amaba. Pero tenía mucho miedo, todas las personas a las que quise se fueron una detrás de otra, creí que las perdería a ellas también si las amaba, por eso nunca las traté con cariño y perdí la oportunidad de decírselo, aunque, estoy seguro que Dalila me habría dado una patada en la cara si se lo hubiera dicho; al final no terminamos en malos términos como cuando ella era niña, y me perdonó todo lo que le hice, pero estoy casi seguro que se hubiera asustado si de repente yo le decía que la amaba. Ahora, ¿por qué no me hablas de ti? ¿Te trata bien Leonardo? Porque si no, aún tengo la fuerza para levantarme de esta cama y golpearlo.

—¡Mi papá Leo es el mejor del mundo! —respondió con emoción—. Nosotros y mi mamá Salma, viajamos por un montón de países, cuando tengo clases nos quedamos aquí en Kleidi, pero cuando llegan las vacaciones volvemos a irnos de viaje, ¿y sabes? ¡He visto animales rarísimos! Tengo un montón de fotos en mi celular —, sacó su celular y se levantó de la silla para sentarse en la cama al lado de su abuelo—. Te las voy a enseñar.

Tres horas después, el horario de visita terminó y una enfermera entró a la habitación para indicarle a Micaela que tenía que irse, así que ella abrazó a su abuelo y se despidió de él esperando regresar la siguiente semana para poder hablar con él un poco más.

—Tú tienes los ojos de tu madre y de tu abuela —comentó Esteban antes de que Micaela atravesara la puerta—, los más bonitos del mundo, mi vista ya está borrosa, pero puedo verlos claramente. —Hizo una enorme sonrisa—. Gracias por dejarme verlos una vez más.

Ella le devolvió la sonrisa, pero sintió una punzada en el pecho, algo le dijo que esa sería la primera y última vez que vería a su abuelo, así que la felicidad que sintió de haberlo conocido se nubló un poco, y en el camino de regreso a su casa, mientras miraba la ventana desde el asiento trasero del auto de Leonardo, los ojos se le llenaron de lágrimas y rezó para que su mal presentimiento no se hiciera realidad.

Sin embargo, en ese mismo momento, Esteban se encontraba sintiendo mucho frío y los ojos pesados, escuchó a varias enfermeras correr por un doctor, y él pensó en que seguro Oliver iba a llorar cuando se enterara, por más que Oliver había dicho que no lo haría, Esteban sabía que sí, y eso lo hacía sentir muy mal. Pero también estaba muy agradecido, porque de todas las personas que él amó durante toda su vida, Oliver fue el único que le dio el gusto morir después de él. «Gracias, Oli. Nos vemos luego», pensó. Sonrió al imaginarse la cara llorosa de su mejor amigo y cerró los ojos.




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