Ojos de gato Ácrux

Capítulo 2. Pérdida

Dolor, puro dolor.

Sentí algo como un tubo metido por la boca que llegaba hasta mi garganta y quizá más. Me quejé un poco, todo lucía irreal pero sabía que no lo era.

—La anestesia no le hace efecto del todo —escuché que murmuraron a mi alrededor—, deberíamos intentar ponerle más para que no sienta los cortes.

¿Cortes? ¿Qué demonios me iban a hacer? ¡¿Me iban a abrir como a un animal?!

Un insistente sonido como marcapasos aceleró su ritmo al igual que mi corazón, mi respiración se agitó, quise sacudirme de todas esas cosas que me habían puesto pero mi cuerpo no reaccionó. Algo parecido al terror me invadió, quise gritar. Logré verlos con extrañas navajas a mis costados y no podía huir, estaba a su merced.

—Más dosis de anestesia ingresando.

¡No! No, no, no, no... no... 

 

***

 

Desperté adolorido en una celda oscura, en segundos el dolor se expandió y no pude evitar quejarme. Moví apenas mi brazo y palpé mi sien que era en donde más dolía. Solté un quejido por un raro ardor al costado de mi vientre bajo y en mi hombro izquierdo.

Malditos humanos, ¿qué me habían hecho? ¿Dónde estaba mi familia? Sentí que habían pasado años.

En ese instante recordé a mi hermano, que ahora estaba muerto, se me rompió el corazón otra vez y el llanto brotó sin permiso. Tapé mi boca y tragué saliva con mucha dificultad para calmarme, yo no era fuerte como otros, le tenía miedo a muchas cosas, no aguanté. Mi hermano lo único que hizo fue intentar darles pelea para protegerme a mí y a los nuestros. Sollocé y cubrí mi rostro, para luego soltar un grito de rabia.

Eso atrajo a algunos hombres.

—Ya despertó.

Gruñí furioso. ¿Esos malditos no entendían que debía salir e ir con mi madre? Gruñí con más rabia, mostrándoles los colmillos para hacerlos retroceder, pero no lo hicieron.

—Míralo, son tan salvajes —dijo otro.

Me les lancé, pero como la vez anterior, me recibieron con un choque eléctrico que me tumbó al suelo de golpe. Sin embargo, volví a gruñir, eso les enfadó y volvieron a electrocutarme, grité pero no se detuvieron hasta que todo volvió a oscurecerse.

 

***

 

Mamá...

La vi sonreír, sentada en la mesa del comedor.

—Ácrux, ¿cómo están tú y tu hermano?

—Mamá... él. —Mi voz fue un triste susurro.

—Tranquilo, todo irá bien, solo tienes que salir de ahí.

Se puso de pie, disponiéndose a salir de la casa, eso me desesperó, quise ir a abrazarla y pedirle perdón. Le rogué que esperara y fui con prisa a pesar del dolor.

—¡Mamá! ¡Por favor espera! —Pero era como si se hubiera vuelto sorda—. ¡Mamá! —Me golpeé contra una fría pared y me encontré en la oscura celda—. ¡No! ¡Quiero salir! —grité mientras golpeaba el muro.

—Son como animales, mira, ya se volvió loco solo por un mes de estar encerrado.

Volteé para gruñirles.

—¡¿Dónde está mi familia?! ¡Qué les hicieron!

Rieron.

—Listo para hacer más pruebas —le avisaron a alguien por una radio.

Me pegué a la pared, gruñéndoles de forma salvaje, pero solo les bastaron sus armas eléctricas para dejarme fuera de juego.

Cuando abrí los ojos estaba en una especie de lugar cercado en forma circular, como una especie de arena. Olfateé a dos de mi especie y giré enseguida para darles cara. Estaban ahí, inexpresivos, pero no me importó, no parecía haber humanos cerca así que me atreví a hablar.

—Oigan, no están vigilando, podemos escapar. —Ambos se acercaron, y para mi sorpresa, el de la derecha me dio un puñetazo que me hizo caer—. ¡¿Qué pasa con ustedes?! ¡Escapemos, no es momento de pelear!

Escuché las risas de los humanos, alcé la vista y ahí estaban, mirando a través de cristales.

—¿Qué esperas? Pelea —ordenó el tipo de ojos negros.

—No... —Traté de ponerme de pie pero una patada en el estómago me volvió a tumbar. Tosí—. ¡Basta! —le grité a mi atacante—. ¡Yo no te he hecho nada! —Dicho esto ambos empezaron a golpearme. Grité de dolor—. ¡Basta! ¡¿Por qué lo hacen?!

El dolor se disparó por todo mi cuerpo, y por más que gritaba que se detuvieran, no lo hacían. Los humanos reían, disfrutaban del espectáculo. No entendí por qué me atacaban, si éramos de la misma especie, ¿por qué les obedecían?

Yo no había hecho nada, no había hecho nada...

 

***

 

Siempre le prometí a mamá ser alguien de bien, y ahora estaba perdido en este lugar, deseando la muerte de estos seres sin piedad, sin esperanzas de escapar, salvo muerto, cuando se cansaran de hacerme quién sabía qué.

Pero si salía, ¿con qué cara le iba a decir a mi madre que no pude proteger a mi hermano? De seguro ya lo habían encontrado, y a mí no, y no estaba ahí para consolarla. Ni siquiera podía decirle o hacerle saber que seguía vivo, mi madre no merecía sufrir todo eso, ninguna madre debía pasar por eso.

Ahora estaría muy angustiada, sola.

La imagen de una joven de ojos verdes se hizo presente, sonrió un poco, pero no logré reconocerla. Ella quizá me conocía, pero tal vez solo de vista, quizá era alguna chica de mi ciudad...

Ya no recordaba muy bien.

 

***

 

Veía apenas a los humanos a través de un cristal, tenía el incómodo tubo metido por la boca, y al parecer estaba en agua, aunque ya no me ahogaba... ¿En algún momento me estuve ahogando? Sentí que sí, pero ya no estaba en mi mente el recuerdo.

¿Cuánto tiempo llevaba aquí?

—Sí, con eso va a ser muy útil —murmuró un hombre, apenas reconocí lo que dijo.

Volví a cerrar los ojos.

 

Un joven apareció en mi mente, sentado a mi lado en la cima de una pequeña colina. El sentimiento de felicidad me acompañó unos momentos mientras veía el horizonte, era un muy bonito lugar, ¿dónde quedaría?

¿Quién era él?

Volteó con una sonrisa y señaló a los árboles lejanos. Sus ojos eran de un color miel como los míos.




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