Ojos de gato tentador

Capítulo 5: Monstruo suelto en la ciudad – 1

 

Abrí los ojos después de soñar con esos seres de nuevo, como siempre, persiguiéndome en mis pesadillas. Habían pasado un par de semanas desde el incidente en el laboratorio. Iba casi todas las noches a la habitación de Antonio a cerciorarme sobre su estado, aunque más lo sentía como un pretexto para verlo a solas. Me alisté para continuar con la investigación, me duché, lavé mis dientes, cepillé mi cabello, y quedé un momento mirándome en el espejo una vez más. Prácticamente estaba lista cuando tocaron mi puerta.

—Adelante —dije mientras terminaba de abotonar mi bata blanca de laboratorio.

Marcos entró con una radiante sonrisa, en ese momento recordé en qué fecha estábamos.

—No, no, Marcos, por favor no…

—Nada de que no, hoy es tu día, tengo… Bueno, tenemos algo para ti.

—Hey, no… no era necesario…

—No digas más, vamos.

Me tomó del brazo y salimos al pasillo. Me cubrió los ojos con las palmas de las manos y no pude evitar soltar una leve risa. Caminamos un buen tramo, pasamos a una sala y por el aroma supuse que era el comedor. Marcos mantenía mis ojos tapados.

—¿Lista?

—Marcos, no sé qué has hecho pero... debes saber que no tenías que molestarte. —Me destapó los ojos.

Estaban todos los del laboratorio.

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono y me guiaron hacia una gran mesa.

Todo estaba sencillamente decorado, me conmovió que hubiesen hecho todo esto por mí. Marcos y Rosy trajeron un pastel y me entregaron una copa con… ¿gaseosa? Bueno, era un laboratorio, ¿qué podía esperar?

—¿Y bien? —dijo Rosy, creo que estaba más emocionada que yo.

—Cielos... gracias —sonreí, estaba avergonzada, sentí muchas miradas sobre mí, eso era algo a lo que no me habituaba bien. Sentía algo más, otra mirada. Busqué disimuladamente hasta que me topé con esos ojos de verde intenso. Él estaba apoyado en una pared del fondo, haciéndose más fácil de ver entre mis compañeros, me ofreció una dulce sonrisa—. No era necesario que se molestaran por mí pero gracias en serio, son los mejores, salud por ustedes —moví la copa para finalizar nuestro improvisado brindis, y todos respondieron.

Volví a mirar a Antonio, que me sonreía de la misma forma. Movió su copa hacia mí, hice lo mismo y ambos tomamos un sorbo al mismo tiempo.

—¡Ahora el pastel! —Julio se apresuró a darme el cuchillo.

—Bien, ojalá no la corte torcida.

—¡Sí! Feliz cumpleaños, Marien. ¡Eres un año más vieja ahora!

—Vaya, gracias por recordármelo —dije en tono sarcástico.

Corté un poco de pastel y Rosy lo puso en un plato descartable.

—Muérdelo.

—¿Qué? No…

—¡Que lo muerda! ¡Que lo muerda! —empezaron a pedir todos.

Solté un suspiro y me acerqué a morder pero Rosy me aplastó la cara contra el pastel. Todos se pusieron a reír, y yo tampoco pude evitar hacerlo.

Luego de limpiarme el rostro y repartir el pastel, todos conversaban tranquilamente en las mesas del comedor. Tomé un pedazo más y lo llevé hacia él, que aún me observaba desde aquella pared, al estar más cerca de su penetrante y dulce mirada sonreí de forma estúpidamente tímida.

—¿Gustas un poco?

—Gracias —alzó su mano y pasó suavemente sus dedos por un mechón de mi cabello, me ruboricé enseguida. Retiró algo de crema del pastel y me la mostró—. Así que… veinticinco años, ¿por qué no me lo dijiste?

—Hum… no tenía intención de celebrarlo —«Me recuerda que ahora soy tres años mayor que tú».

—Por lo menos yo sí…

—¿Una fiesta de a dos?

—Claro —tomó el pastel, alzó la mirada y mostró una leve sonrisa—. Tu amigo no está muy a gusto aún con que me hables.

Quise voltear a verlo pero Antonio tomó mi mentón, volviendo a dirigir mi rostro hacia él y a sus ojos, sentí electricidad recorrer mi cuerpo. Él lanzó un fugaz vistazo hacia Marcos y luego a mí. Empezó a reír entre dientes.

—Su cara es épica —dijo entre risas.

—Basta, solo está preocupado, le he explicado muchas veces que tú no eres…

—No es eso, está celoso.

Sonreí y retiré tímidamente el rostro de su suave agarre.

—Para ya con eso —repuse avergonzada—, él nunca me dijo nada. —«Y ahora es tarde porque me gustas tú»—. Por ahora no pienso en eso. —Alcé la vista y él miraba hacia el frente con una media sonrisa. Antes de que volteara a ver, Rosy apareció a mi costado.

—Estábamos pensando en ir más tarde a bailar, ¿qué dices?

No me sentí cómoda con la idea, no me gustaba mucho y tenía trabajo por hacer.

—Yo creo que... por hoy ha sido suficiente —dije sonriendo.

—¡Ay! Pero vamos...

—Tengo mucho que hacer, no se me antoja, en serio.

—¿Y qué se te antojaría? —preguntó Antonio con su suave voz.

Rosy sonrió.

—Sí, vamos Marien, no sabes si el otro año podrás celebrarlo. Vamos Antoni, convéncela, tú también vas, tienes que ir —le insistió.

Antonio sonrió y negó con la cabeza. Quizá notó el brillo en mi mirada pues apretó los labios formando una línea recta.

—Está bien, vamos pero...

Rosy dio unos brincos de emoción.

—¡Sí! Iré a avisar a los demás, ¡acompáñame! —me jaló del brazo y me llevó a hablar con nuestros compañeros.

***

Esa tarde, luego de avanzar algo del trabajo, Rosy vino a buscarme al laboratorio, haciéndonos recordar que ya era hora de salir. Julio estuvo renuente, pero mi amiga le recordó que ya nos había dado permiso, así que suspiró y aceptó resignado —suficiente era con que al resto de nuestros compañeros no les iba a dejar salir.

Fuimos por los jardines buscando a Antonio y lo vimos a lo lejos en una banca observando a unas avecillas que estaban cerca. Nos detuvimos, podría jurar que casi no parpadeaba, seguro estaba pensando en algo muy importante.

—¿Es raro verdad? —dijo Marcos asustándonos a las dos—. Hace unos días lo vi lanzarse y atrapar un pájaro con tal facilidad que lo hizo parecer un juego de niños...




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