El dinero es poder, el poder es dinero.
El dinero puede comprar la justicia, la felicidad, el placer, el silencio, la salud e incluso a una persona, pero hay algo que el dinero no puede comprar y eso es el amor. Puedes comprar el cuerpo de una persona, incluso su personalidad, moldeando a esa persona a tu voluntad, pero jamás su amor, porque lo único que amaran de ti será el dinero que les puedas ofrecer.
No están enamorados de ti.
Solo aman tu dinero.
Y eso a Yevhen le costaba muchísimo poder entenderlo. No sabía porque, ya que ciertamente jamás se enamoró de alguna de las chicas con las que estuvo, solo les gustaban sus cuerpos o poder poseerlas, pero jamás amo a ninguna. Digamos que los hombres como Yevhen, aquellos que creen que por poder tener un cuerpo relativamente atractivos ya todas caen muertas a sus pies, aquellos hombres y mujeres que usan a cualquiera para su beneficio o directo placer, les gusta creer que los tienen controlados en todos sentidos. Es por eso que se aferran de una manera tan salvaje e insana a las pocas personas que no caen de rodillas ante ellos, aquellas personas que no se la pasan gimiendo sus nombres mientras ruegan por ser usados y recibir un poco de amor.
Lo cierto es que esas personas tampoco son reales.
Solo actúan asi porque saben la jugosa recompensa que podrían tener. Pueden fingir también que inevitablemente aquellas personas con dinero se engañan asi mismas haciéndose creer que son lo mejor de lo mejor, que sus deseos son órdenes y pueden tomar, y quitar según su voluntad. Pero que no saben esas personas es que, de igual manera que ellos desechan y echan a su voluntad, sus desechos hacen igual, saltando de la cama de un rico a otra, siguiendo asi, en busca de poder obtener aquellos beneficios que solo el dinero puede comprar. Porque, seamos sinceros, es mejor llorar en una isla privada estando rodeados por lujos, que solo en un frio y estrecho departamento en los suburbios de la ciudad.
Y allí estaba ella.
La primera persona que asesino con sus propias manos, ¿Lo peor? Ni Yevhen sabia el porqué lo hizo, quizás sintió ese impulso: “Si mi madre ya no está, alguien debe pagar” su razonamiento era de lo más tonto, quien debería pagar seria su propio padre, de todas maneras fue el quien dejo el cuerpo de su esposa tan irreconocible que no tuvieron otra opción que cremar el cuerpo. Pero no, en vez de pedirle ayuda a su lado materno de la familia que al saber la verdad lo ayudarían sin dudar e iniciar un plan para asesinar a su padre (asesinar, sí, no llevar a la justicia, porque aunque lo demandaran y pagaran una enorme cantidad con tal de meterlo tras la rejas y lo llevaran a la cárcel el hombre seguiría viviendo como un rey gracias a los sobornos que tanto adoraba dar) y desaparecer su cadáver prefirió asesinar a una inocente mujer que estaba en el lugar y momento equivocado.
Podría excusarse con que, debido al dolor no estaba pensando con claridad, pero eso no era verdad. Yevhen no sintió dolor, porque lo cierto es que su madre era una perra, Yevhen solo la veía tres veces al año como mucho y todas las veces era para posar en algún evento importante, fingiendo ser la familia perfecta y feliz ante las cámaras. Lo cierto es que Yevhen sintió miedo, miedo de ser él quien estuviera en la camilla la próxima vez.
Era inevitable no pensarlo.
Si el hombre pudo matar de una forma tan brutal a la mujer que estuvo a su lado por más de cuarenta años, ¿Por qué no acabaría con aquella criatura que engendro hace relativos pocos años? El miedo lo paralizo, porque aunque sabía que su familia materna podría hacer a su pagar, prefirió seguir sufriendo antes de ir directo en busca de su salvación. Era simplemente estúpida su forma de razonar, pero el miedo puede nublar el pensamiento.
Yevhen nunca vio a la mujer con los ojos abiertos, es por eso que frente a él solo podía ver el rostro de la mujer pacifico, sumergido en la inconciencia, con agujero enorme en el cráneo, uno abajo del ojo y el otro en la mejilla izquierda. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y llevaba el mismo suéter color tierra del día en que le disparo y la mato. Hasta el momento Yevhen jamás se detuvo a pensar, ¿Habrá sufrido? ¿Sintió algo? Lo dudaba, pues según se enteró más tarde ella había sufrido un paro cardiaco, uno del cual fácilmente pudo salvarse si Yevhen no hubiera estacionado mal el auto…y si no le hubiera dado tres balazos, claro.
Por alguna extraña razón Yevhen termino por investigar a la mujer que asesino. Era hermosa, pese a ya estar en la tercera edad, las arrugas en su cuerpo eran a penas notorias, su cabello era de un hermoso blanco grisáceo, sus manos por otra parte eran lo más deteriorado de su cuerpo, producto de años de trabajo como diseñadora de páginas web, años tecleando en la computadora le habían pasado factura.
Quizás era porque fue su primera víctima o porque aceptaba que la mujer era ciertamente hermosa, vieja pero hermosa, a lo mejor la respuesta era más simple de lo que parecía, incluso más aterradora: el morbo de haberle quitado la vida y de saber todo de ella; era como si de aquella forma Yevhen no solo fuera dueño de su muerte, sino también de su vida. Pero, como fuera, sin importar la explicación más lógica que pudiera encontrar. Yevhen se había tomado la molestia de no solo investigarla, sino de hacer una breve recopilación de videos caseros que la contenían a ella. Poco a poco los ojos de Claudia empezaron a abrirse, revelando un par de ojos verdes brillantes. Yevhen sonrió, al ver esos ojos de porcelana abrirse, estiro lentamente su mano e intento tocar el rostro pacifico de la mujer, pero sus ojos verdes se levantaron hasta el, observándolo, Yevhen acaricio un mecho blanco de Claudia, sintiendo como se deshacía cabello por cabello en sus manos. Poco a poco Claudia se volvió cristalina, aquella venus infernal debía marcharse ya, lo último que vio de ella fueron esos pequeños ojos verdes flotando frente a él, desde que consumía aquellas drogas sus alucinaciones tanto con Claudia como con Micah eran más realistas y frecuentes. Nadie dijo que después de matar y lastimar a tantas personas se podía estar mentalmente estable.