“Nuestra Primera Pelea”
AGOSTO DE 2002
CATORCE AÑOS ATRÁS
—No deberías hacerlo, mejor llamemos a la Señora Jeffrey, tú dices que está dormida pero puedo despertarla voy a caminar hasta tu sala de estar sé cuantos pasos son pero no vayas a bajarte—me dijo la voz de Camila mientras yo la ignoraba tratando de bajar los vasos de la alacena más alta de la cocina. Camila era una niña llorona, yo quería el vaso de Mickey Mouse para mí y el de Minnie para ella que se movían porque tenían estrellas dentro, y ella no entendía.
—No seas llorona—dije molesta y me mordí la lengua con esfuerzo tratando de subirme a la encimera de la cocina—. Yo sé lo que hago.
—Vas a caerte—dijo de nuevo mi amiga preocupada—. No quiero que te caigas Lolo.
—Deja de gritar que vas a despertar a la señora esa que nos está cuidando. Quiero tomar mi refresco en mi vaso de Mickey Mouse y punto—mi voz fue firme pero en el movimiento que hice para ver a Camila la taza favorita de mi madre que estaba cerca cayó al piso. Yo cerré los ojos al saber que eso provocaría un caos en mi casa. Quizás si la escondía podría culpar a Christopher, aunque él estuviera en clases de football. Quizás si le daba los dos dólares que llevaría al colegio él aceptaría culparse. Ya pensaría en algo.
—¡Señora Jeffrey! —escuché a Camila gritar tan fuerte que mis ojos se abrieron por la sorpresa—. ¡Señora Jeffrey! Venga a la cocina.
—¡Camila! —le grité a mi amiga viéndola con total decepción al escuchar los pasos apresurados hacia la cocina y la voz de la Señora Jeffrey—. ¿Por qué lo hiciste?
—No quiero que te pase nada malo, ni te lastimes—me respondió ella y yo resoplé furiosa al ver a la niñera entrar corriendo a la cocina.
—¡Niña Lauren! —gritaba la señora que hacia sonidos extraños al dormir, corriendo hacia mí para ayudarme a bajar, y sabiendo que ella observaba la taza en el suelo y luego nos veía a Camila y a mí mientras mis ojos se entrecerraban viendo a Camila “la gritona” Cabello.
La traicionera, mis ojos se dirigieron el vaso de Mickey Mouse y al vaso de Minnie Mouse que iba a darle a Camila. No volvería a darle refresco nunca. Y una hora después cuando mi madre me castigaba dos semanas sin subir a mi bicicleta, me prometí no volverle a hablar a Camila nunca. Pero esa promesa no había durado mucho.
Extrañaba muchísimo a Camila y dos días después a pesar de que seguía molesta decidí ir a pedirle perdón. Pero mi sorpresa fue grande cuando al abrir la puerta Camila, Bubby y su mamá estaban subiendo las escaleras del porche de mi casa. Camila llevaba en una de sus manos con un listón azul y muchas galletas de chocolate dentro. Mis ojos habían brillado al verla y una sonrisa enorme había llenado mi rostro. No podía enojarme con ella porque era mi compañera de aventuras, y según me había dicho Normani ella solo quería cuidarme.
A Normani no le caía bien Camila porque era celosa, pero Camila había hablado con ella pidiéndole que le ayudara a que la perdonara. Y yo al verla con su carita triste y de arrepentimiento y sus ojitos con lágrimas no pude evitar perdonarla cuando ella me pidió perdón extendiéndome la bolsa de galletas.
Ese día pasamos tomadas de la mano todo el día, disfrutando de ser amigas de nuevo mientras Camila me decía que había estado muy triste sin hablar conmigo y yo le decía que también había estado triste. Luego de comer pizza, su comida favorita que le había pedido a mi mamá que comprara, le leí muchos cuentos en la tienda de campaña amarilla que estaba dentro de mi habitación, que era nuestro fuerte dentro de casa, y luego escuchamos música bailando por toda mi habitación mientras Bubby ladraba, y al final de la tarde mientras comíamos galletas de chocolate, yo sonreí al ver nuestros vasos donde mí mamá nos había servido de leche con chocolate, eran los vasos de Minnie y Mickey Mouse.
TIEMPO ACTUAL:
—Creo que eso significa que estaré muy ocupada—dijo Normani mientras yo me dedicaba a sacar algunos copas para servir unas margaritas que Ally había preparado para nosotras mientras Normani, Dinah y Camila conversaban de nuestro viaje.
—Solo tengo tres casos pendientes—aseguré desde la cocina y escuché la suave risita de Camila—. Yo sé que tú puedes.
—Claro—dijo Dinah con un suspiró de resignación mientras yo veía a Ally que estaba conmigo en la cocina poniendo los ojos en blanco—. Adiós a mis salidas de fin de semana.
—Tú sales toda la semana—respondió mi esposa riendo y yo sonreí al verla tan animada y feliz.
—Pero los fines de semana son los especiales—sonrió Dinah—. Así puedo dormir al día siguiente y eso significa irme de fiesta con mi novia.