Casi me llego a caer de la silla de mi escritorio al seguir escuchando al señor Thompson discutir el tema de psicología mental dentro de su clase de filosofía; observé detrás de mi hombro como casi medio salón de clase, se ha quedado dormido sobre su escritorio, de sus cuadernos o algunos extrañamente se han dormido con los ojos abiertos, lo cual la escena se ve lo demasiado escalofriante para seguir mirando. Y como siempre, los que están atentos a la clase como si fuera la más entretenida son Gedeón y Marcus.
Lo que quizás nunca falta en esta clase, es que siempre alguien tiene que estar concentrando en hacer otra cosa o posiblemente solo este navegando en su mundo cuando el profesor cambia de tema y se centra en otro que particularmente no tiene nada que ver con el tema que se estudia en el día; lo cual ya no me parece nada extraño cuando uno empieza a conocer bien a sus catedráticos.
Antes de quedarme de nuevo cabeceando por el sueño que me provoca dicha clase, escuché unos ruidos provenir detrás de mí, así que al girar mi cabeza, observo como Arath—mi mejor amigo de la infancia—comienza a roncar con la nariz de manera suave y aunque ese no fuera el problema, mis ojos de pronto bajaron hasta encontrar su boca donde empezaba a sacar un poco de saliva haciendo que me asombrara hasta que su boca agarra unas puntas de mi cabello y empezara a masticarlas como si se tratase de comida; sin pensarlo le doy un pellizco en el brazo donde terminó por despertarlo y sin esperármelo, él balancea su cabeza a los lados y achina sus ojos mientras que los rasca hasta dar un enorme bostezo y sus brazos se estiran llegando a prestar la atención del catedrático.
— ¿Tiene alguna consulta joven Olsson? —Escuché como el profesor lo llamó.
En ese instante observé como varios de mis compañeros dejaron de dormir para levantarse rápido y de manera asustada, como si a ellos mismos los hubiera llamado y no a Arath.
—No profesor Thompson, no tengo ni una duda. —Negó mi amigo.
—Entonces, espero que tanto usted como el resto de la clase esté preparado para el examen de mañana ya que veo que todos están atentos a mis palabras. —Alargó las palabras el profesor Thompson.
Todos gruñeron y bufaron ante la respuesta seria de nuestro preferido catedrático para comenzar a murmurar y luego a pedirle que no hiciera un examen mañana; después de todo, casi siempre lo hace cuando él se molesta en el momento en que uno no le pone atención a su clase y lo peor de ello, es que me enoja al saber que la parte del pensamiento no está bien contrastada con el tema que estamos aprendiendo en filosofía para hacer pronto un examen.
Mis ojos alzaron la vista en el reloj que estaba arriba de la cabeza de la pizarra, solo faltaban unos minutos para que saliéramos de esta clase y pueda ser libre para tomarme un descanso en la tarde; no sé cómo es que me había dejado convencer por Arath para que tomara con él—al final de mi último año universitario—, filosofía y eso no es todo, esta clase se dejó como la última del día, y lo peor de esto solo fue para lucirse con una chiquilla de nuevo ingreso; en donde mi querido amigo le llamó la atención cuando la vio por primera vez en el centro de ayuda de la universidad.
La verdad el horario de Arath está peor organizado que su habitación, por lo menos puedo mencionar que el mío está organizado por medio de las clases menos interesantes a las más interesantes pero sin comprender como es que filosofía la dejé de último para mientras que Arath ni siquiera le presta atención…
Lo peor de todo esto es que sigo sin encontrar una solución al problema de cómo es que Arath llega a tener alta nota en esta clase a pesar que ni estudia para mientras que yo debo de esforzarme para llegar, por lo menos, al promedio medio y no dejar la materia.
—Ya me quiero ir —escuché como Arath dejó ir un suspiro cansado.
—Te odio —se lo dije en un susurro.
—Vamos Liv, ni que fuera solo mi culpa —me gire para verlo a los ojos.
— ¡Quien insistió para que tomáramos esta clase por una boba niña que está enamorada del capitán del grupo de fútbol americano y no en mi amigo quien sigue babeando por ella! —cambié el tono de voz cuando estuve a punto de explotar de cólera.
—Convenceré a Jane que yo soy mejor que Werner. —Lo dijo con orgullo.
—Eso lo dijiste hace… Quiero ver… —comencé a contar con mis propios dedos —unos patéticos 15 meses, Arath. —Le dije molesta.
—Bien, sé que me he tardado… —Lo interrumpí.
—Y mucho diría yo —gruñí.
—Es difícil hacerte entrar en razón, ¿no? —dejé ir una sonrisa.