Por la mañana empecé a estudiar un poco más de la cuenta para poder memorizarme algunos filósofos griegos que expandieron sus ideas sobre la metafísica, la naturaleza y Dios como un plano de vida y existencia. Le rogaba a todos los santos para que llegará a pasar este examen, pero temía que a la hora, mis nervios me comieran e hicieran que se me terminara olvidando todo, más que mis padres llegaron noche a casa, que al final a mí me tocó dormir a Aline por medio de un cuento y unas canciones de las que me puedo.
A veces me preguntó porque es fácil de aprenderse la letra de una canción y no aprenderse la escala de años sobre los sucesos históricos que marcaron los aportes filosóficos más importantes de San Agustín.
Sentí como alguien acarició mi cabello para luego sentarse a mi lado junto con su taza de café que observé como de ella salía un vapor que se expandía por el aire.
— ¿Preparada para tu examen? —dijo mi mamá con una voz dulce y suave.
—Claro pero temó que no lo vaya a aprobar después de haberme quedado dormida anoche —tenía un serio problema con dormirme en esa clase o haciendo los deberes.
—Eres inteligente y saldrás bien —me dejó ver sus deslumbrantes dientes con una sonrisa.
—Gracias mamá.
Cerré el libro para mientras que lo metía dentro de mi mochila y veía la hora de mi reloj de mano, así que observé que aún podía llegar a tiempo con la primera clase que tenía en el día; aprovechando que mi papá debe de estar en su habitación dormido o quitándose la barba y mi hermana debe aún estarse alistando para ir a la escuela, le diré a mi mamá sobre lo que me dijo Selene.
—Mamá, necesito de tu ayuda —le dije con urgencia.
— ¿Sucedió algo en la universidad? —Le susurré un pronto «no».
—Es que ayer por la tarde Selene me contó sobre una conversación que ella escucho de sus padres y de una amiga de ellos —comencé a decirle.
— ¿No sería de mala educación que te entrometieras en asuntos que no son tuyos? —dijo un poco molesta.
—Ella me contó mamá.
Observé como su ceño se frunció para mientras que se sentaba mejor en la silla de madera y me ponía atención a lo que diría ya que al parecer ella entendió que no es un asunto sobre un problema familiar de la familia de Selene sino que es otra cosa.
—Selene me comentó sobre que la amiga de sus padres tiene un hijo que hace poco acaba de sufrir un accidente que lo dejó ciego —mi mamá se sorprendió cuando escuchó eso.
—Quizás tengo la idea de dónde quieres conllevar esta conversación pero sigue —dijo ella interesada en el tema.
—Así que ella me dijo que si podía ayudar al chico, ya que ella sabe que tanto tú como papá me enseñaron algunos métodos para enfrentar ese problema… —me interrumpió drásticamente mi mamá.
—Pero sabes muy bien hija que eso es un proceso que no de un día para otro convencerá rápido al chico —me mordió el labio.
—Lo sé, sé que es un proceso largo y que no cualquiera puede afrontar porque es de tenerle paciencia y a la vez perseverancia pero quizás pueda lograr algo con el ejemplo que ustedes me transmitieron hace unos años —quise que tratara de comprenderme.
—Recuerda que la persona debe de estar consciente de lo que hace porque habrán etapas duras que quizás le cueste afrontar —me explicó con sensatez.
—Pero, como tú dices mamá, siempre hay que salir de ese círculo de comodidad que uno tiene. Experimentar cosas nuevas y por supuesto, prosperar en los buenos frutos que dará el resultado. —Tomé confianza en mis propias palabras.
Ella se quedó en silencio un buen rato para mientras que yo me mordía el labio y rogaba para que ella aceptara a mi plan. Tanto lo que ella decía, como lo que yo decía, también era una mezcla de problemas, dificultades y responsabilidades que tendré que tomar el riesgo cuando me involucre en algo que yo no tenía preparado en mi vida.
—Siempre he pensado que eres una gran persona, hija. Estoy de acuerdo que quieras ayudar a ese chico pero debes de ir despacio y con cuidado para no dañarlo porque… —Ahora yo la interrumpí.
—Porque la persona ya está dañada físicamente y no debemos de dañarla emocionalmente. —Repetí su emblemática frase.