Todo se quedó en silencio cuando mi presencia fue la que hizo que interrumpiera aquella pelea entre padres e hijo; pero si me seguía quedando detrás de la puerta, no soportaría más, seguir escuchando los comentarios pesimistas de Leopold.
— ¿Qué rayos? ¿Quién eres? ¿Qué haces en mi habitación? Y, ¿por qué gritas como una loca?
Vaya eso no me lo esperaba pero por supuesto que me esperaba de alguien que hasta ahora puede vivir de una manera amargada dentro de su habitación para mientras que varias personas lo deben de tratar como un bebé indefenso que acaba de nacer. Quizás lo que acabo de hacer, sea de las peores presentaciones del mundo, su ira se ve reflejada fácilmente en su rostro y también por la manera en cómo les hablo a sus padres, eso me hace imaginarme que por su frase de que no necesita mi ayuda, pueda ser que por ahora no nos llevemos bien.
Además con esta mala presentación, empiezo a odiarme a mí misma por haber entrado en un mal momento, haber interrumpido una discusión familiar y haber dicho una frase tan torpe y llena de ironía para cualquier persona que se la puede tomar como una estupidez, por escucharse como si quisiera salvar el mundo y no lo lograra saber hasta que comparta su punto de vista.
—Hijo, ella es Liv Nyström y será la persona que se encargue de ti —los labios de Leopold se movieron como diciendo algo.
—Ya mencioné que no quiero y no necesito ayuda, papá —habló entre dientes.
—No sé hable más Leopold Engström, por las buenas o malas, ella será tu ayudante lo quieras o no —le ordenó su padre.
— ¿No interferirás ahora en la decisión de papá, mamá? —cruzó los brazos Leopold.
—No, es por tu bien y como dijo tu padre… aunque lo quieras o no, aceptaras la ayuda de Liv aunque te llegues a poner en una postura de viejo engreído —creo que a pesar que Leopold aún no me conozca acabo de ganar su odio.
—Esto no se quedará así —balbuceó.
—Liv, te dejamos en manos a nuestro hijo. Conócelo un poco y si se encuentra un problema que lo provoque él, no tardes en decirnos —asentí ante las palabras del señor Sven.
—Eso sí, si tú lo ocasionas y llegas a hacer una tontería que pueda terminar hiriendo a mi hijo, te la verás conmigo —eso fue una amenaza de parte de la señora Engström o estoy mal.
—No sé preocupe, está en buenas manos —le aseguré.
—Solo estarás un momento con él, debes de conocerlo primero antes que empieces tu rutina con él así que los dejaremos unos minutos y después vendremos luego, ¿sí? —Asentí como si fuera un muñequito de edición ilimitada de béisbol.
Apenas solo me dejaron unas indicaciones ambos padres cuando me dejaron sola con Leopold. A simple vista no lo había reconocido bien pero cuando me fui acercando a él en pasos lentos y silenciosos, me di cuenta que su rostro estaba lleno de odio y por supuesto, es por mí; así como también me di cuenta de su perfecta personalidad; quizás lo que me dejó más anonadada fueron sus ojos color azules oscuros, eran un hermoso color que resaltaba a su piel blanca como la leche y a su cabello rubio—el cual parecía ser hecho por los rayos del sol—se encontraba alborotado; en mi mente llego a haber una aproximación de su edad, quizás debe estar entre los veinticinco y los veintiocho años, ya que sigue viéndose joven con esa ropa que lleva puesta y las facetas bien esculpidas de su rostro sin ni un toque de arrugas.
—Mira niña, es cierto que soy ciego pero no para no sentir tu presencia. — ¿Eso será verdad?
—Si dices sentir mi presencia dime dónde me encuentro. —Lo rete.
La verdad no creo que él pueda sentir mucho mis movimientos y a pesar que haya dicho eso, solo por el sonido de mi voz que está cerca de él, no quiera decir que por eso quizás pueda saber perfectamente donde éste pero no lo demasiado para identificar si estoy a un lado o el otro.
—Te… Encuentras en el lado… —si estuviera seguro de sí mismo no hubiera dudado en responder rápido sin meditarlo tanto. —Estas en el lado izquierdo.
Hubiera querido reírme pero lo único que conseguiría es que Leopold comience a molestarse por el truco que no le estoy haciendo. Así que preferí mejor mantenerme donde me encontraba para comenzar a hablar con él y ver si lograba convencerlo de llevarse bien conmigo aunque sea por el tiempo que me quedara ayudándolo.
—Te equivocaste, estoy en el centro de tu cama. —Respondí.