Ojos que no ven, amor que se siente

Capítulo 18: “En boca cerrada no entran moscas”

Incomoda. Es la palabra más justificable que encuentro en estar presente en una fiesta de millonarios que comen buenos platillos, chocan las copas de champán mientras beben y se ríen a carcajadas al contar chistes negros que por cierto, son malísimos porque ya escuche un par cuando tuve que caminar a traer un bocadillo o simplemente mantenerme distraída en ver la casa mientras la familia Engström conversaban con varias personas que no conozco pero terminaban presentándome como parte de la familia después de haber hablado con la señora Veronika sobre el plan que su hijo y yo elaboramos para que Ellen no molestara a Leopold y aunque ahora mi suegra por un día, no le gustó la idea un principio, tuvo que aceptarla para no perjudicar más a su hijo.

De por sí, quienes le gustaron la idea que fuera por un día la novia de Leopold, fue Elin y Jerker, ellos desde el primer momento aceptaron en ayudarme para que este día, representara una buena imagen a la familia y así, las cosas salieran mejor de lo esperado.

Por supuesto, Elin y Luci fueron quienes aportaron más en la imagen física que hoy todos están mirando en mí, es decir, aunque yo no quería usar un vestido demasiado caro en donde solo puedo pagarlo donando un riñón, pero Elin insistió en comprármelo hasta yo no poder evitarlo y bien, me encuentro con un vestido de color esmeralda largo, de espalda descubierta, tirantes gruesos y un cinturón de pedrería… No niego que me veo bien pero con solo pensar el costo, me duele la cabeza. Y con el maquillaje y el peinado, Luci se encargó y con haber hecho esa magia en cada labial, pintura de ojos, rímel, entre otras cosas, me dejó muy cambiada tanto que con solo verme en el espejo, me quedé admirada al verme lo diferente que soy con maquillaje.

Y ahora… solo entre a la fiesta cuando fui la mirada principal de todo el mundo y eso sin decir que las personas no dudaron pronto en preguntarle a Ellen quién es la chica que se encuentra a la par de Leopold Engström, pero para ser sincera, no me ha gustado para nada ser la anfitriona de la fiesta cuando lo debería ser Ellen y creo que tampoco a ella le ha gustado para nada porque desde lo lejos he comenzado a observar cómo me mira con enojo y sin lugar a dudas, con un par de sus amigas ha empezado a decirles cosas al oído cuando todas me miran y pronto empiezan a reírse como cacatúas, lo cual es demasiado para mí observar eso antes de no ir hacía ella y decirle que me diga a la cara lo que ha criticado con respecto a mí desde que pise una de sus mansiones.

Acaricio mi cabeza mientras trato de sentirme incluida en un ambiente del cual parezco no pertenecer ni de cerca y tengo que a la vez, adaptarme a la idea de ser la novia de Leopold mientras que las personas se creen todo el dramatismo de amor y felicidad que presento con él cuando solo deseo huir y no volver a pisar en este lugar donde no solo al mundo estoy mintiendo, sino que también a mí; aunque Elin me haya mencionado que con el aspecto que muestro físicamente me hace parecer como si soy modelo o una representante de marca de perfume o ropa, eso hace que las personas suelan interesarse más en mí hasta el punto de querer saber todo de mi vida.

— ¿Todo bien? —Elin se sentó a mi lado.

— ¿Cómo soportan esto? —le pregunté aturdida.

—Sé que no te comentamos sobre la sociedad que pertenece nuestra familia, así que mis hermanos y yo, estamos acostumbrados a esto aunque a Leopold se le daba mejor —reí al ver su expresión.

Agarré un pequeño pan tostado y lo unte con queso crema para darle una mordida, lo único que podía hacer en ese momento es comer y comer hasta sentirme satisfecha con la comida, mientras tanto, mi pareja se encuentra al lado de su padre hablando con un empresario que no terminé de entender si es el padre de Ellen o un conocido de ellos.

—Oye, ¿por qué no me dijiste nada de tu tatuaje?, es bellísimo —sentí mis mejillas arder.

—Bueno, no lo creí tan oportuno —dije tosiendo al sentir como se me atoraba el pan.

—Oh vamos, Liv. Se ve perfecto en tu espalda —empezó a verlo de nuevo.

—Gracias. Pensaba que no te gustaban los tatuajes —ella se quedó asombrada.

— ¿Qué?—hizo un rostro de admiración— ¡Los adoro! Simplemente no he encontrado uno correcto para hacérmelo. —Sugirió. —Mis padres tienen, mi papá uno en el hombro y mi mamá uno pequeño en su tobillo. —Abrí mis ojos sorprendida.

—Y yo que creía que tus padres odiaban la tinta en la piel —ella negó.

—No, sé que es extraño, pero ellos lo ven normal. —Encogió los hombros. —Además, tu tatuaje casi se parece al de Maren Morris. —Asentí.

—No lo había notado, pero tienes razón. —Intenté ver el tatuaje pero no lo logré.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.