Ojos Que No Ven

EPÍLOGO

“El Pasado De Un Asesino”

Estaba tan lleno de odio que no había lugar dentro de mí para sentimientos como el amor, la pena, la ternura, el honor o la decencia. De lo único de lo que me lamento es de no haber nacido muerto o simplemente no nacer.

– Carl Panzram

❦ A D A R A ❦

20 años atrás

Las peleas en esta casa son más común de lo que, se supone, deberían ser. Al principio creí que era normal que papá peleara siempre con mamá por cualquier mínima cosa, pero mis compañeros en la escuela dicen que sus papás nunca lo hacen.

Me sobresalto cuando escucho un fuerte golpe en la planta de abajo, seguido por el sonido de azotar la puerta de la entrada. Decido salir de mi armario -mi escondite de siempre- y bajo para ver a mamá.

Voy contando los pasos mientras tarareo pero la escena que veo en la entrada hace que mis ojos se llenen de lágrimas.

—Mamá, ¿estás bien? —Pregunto entre sollozos mientras me acerco a ella. La muevo con la esperanza de que me responda pero no se mueve.—¿Ya no quieres jugar conmigo a las escondidas? —Me abrazo a ella para que vea que no estoy enojada con ella.

Después de un par de minutos siento como empieza a moverse su pecho fuertemente y por fin despierta.

—¿Ya no estás enojada conmigo? —Le pregunto mientras me separo de ella. Hasta este momento noto que parte de mi cabeza y ropa se mancharon del líquido rojo que tiene ella en su cuerpo, ¿sangre, quizá?

O probablemente estaba haciendo hot dogs y se manchó de ketchup.

—Mi niña —Sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas—, ¿estás bien? ¿Él no te hizo nada? —Agarra mi cabeza fuertemente entre sus manos mientras revisa rápidamente que todo esté bien.

—Yo estoy bien, estaba jugando a las escondidas, pero no te puedo decir dónde porque después me encontrarás fácilmente.

Mamá me dijo que a papá le gusta jugar a las escondidas, por eso siempre que lo oigo llegar me manda a esconderme. Aunque al parecer soy demasiado buena porque nunca me encuentra.

—¿Y tú estás bien?

—Sí, claro..., sólo estaba un poco cansada y caí dormida. —Trata de sonreír mientras de sus ojos siguen saliendo lágrimas sin cesar.

Después de unos minutos la ayudo a levantarse, jugamos a las princesas y esta vez le toca a ella, por lo que la ayudo a bañarse y sanarse las heridas.

—¿Quieres que te lea un cuento? —Le pregunto mientras me siento a su lado en la cama, ya anocheció y es hora de dormir, mañana no tengo clases pero no le he dicho porque quiero que sea una sorpresa.

—No, cariño, muchas gracias.

—¿Me puedes contar tú uno a mí? —Volteo a la estantería donde están mis libros de cuentos, pero ninguno está en su lugar.

—Tu padre... dijo que te tenía una sorpresa, y para eso se tenía que llevar tus cuentos.

—¿En serio? —Exclamo con emoción, tiene mucho tiempo que no lo veo, quizá la próxima vez que juguemos debo esconderme en un lugar más fácil.

—Sí, pero ven, te cuento uno nuevo, no hay problema. —Extiende los brazos con un poco de dificultad mientras me acerco para acostarme abrazada a ella.

—Primero cierra los ojos. ¿Lista? —Asiento— Había una vez... —Y comenzó a relatarme un cuento sobre una princesa que se enamoró de un príncipe, pero al pasar del tiempo éste la empezó a tratar mal, justo cuando ya estaba cansada de todo lo que le pasaba le llegó la visita de un hada madrina, quien la acompañó desde esa entonces y le hizo la vida más llevadera.

—Mami, te quiero. —Susurro cuando siento que el sueño me vence.

—Yo te quiero aún más, cielo. Verás que pronto todo será mejor.

No entiendo a qué se refiere, en casa todo está bien, ¿verdad?

Al siguiente día me despierto sola, sorprendida al darme cuenta que ya es tarde, mamá no me vino a despertar para que fuera a la escuela, ¿ya sabía que no iba a tener clases?

Siempre me arruinan las sorpresas.

Me cambio el pijama y me cepillo el cabello y los dientes rápidamente antes de ir al piso de abajo mientras cuento los pasos y tarareo.

—¿Mamá? —Me acerco a ella, que está en el piso justo como la encontré ayer. —¿Estás cansada otra vez?

La muevo y, como veo que no me responde, la vuelvo a abrazar como ayer.

—Adara.

—¿Mamá?

—Vamos a jugar a un nuevo juego.

—¿Y de qué trata?

—Mamá se va a ir a un lugar muy lejos de aquí, ¿recuerdas el cuento de ayer? —Asiento—Llegó el momento en que la princesa ya no necesita ayuda de su hada.

—¿Tú eres la princesa?

—Sí, cariño. Y tú eres mi hada madrina que vino a alegrarme la vida. La princesa ya no necesita al hada, porque ya pasó demasiado tiempo, llegaron a un punto en el que no pueden retrasar más lo inevitable.

—¿Y qué va a pasar?




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