Ojos que no ven...corazón que no siente (#5 Serie Refranes)

CAPÍTULO 2

- ¡¡Mamá, ya me entré!! – Le dijo el pequeño Luke mientras esta le preparaba la merienda de la tarde.

- Te eché de menos mi pequeño Luke Skywalker – Le dijo Luz a su hijo abrazándolo y llenándolo de besos como siempre lo hacía.

- Ya te dije que no me llames así, Leia. A ti te gusta Luke Skywalker, pero a mi me gusta Yoda, así que prefiero que me llames así. – Le dijo Luke un tanto enfurruñado.

- Está bien, mi Yodita. Enfadarte no tienes por qué. La merienda ahora come para que crecer fuerte logres. – El pequeño Luke suavizó su ceño y se rió de su madre.

- A ti no te sale, mamá. – Le dijo menando la cabeza.

- Bueno, bueno, no te demores y come ya. Yo por mi parte seguiré buscando empleo. Si me necesitas estaré en la sala. – Luz tomó el computador y continuó enviando sus CVs como había estado haciendo durante todo el día. Se había quedado sin empleo hacía poco más de una semana. La oficina para la que trabajaba había sido acusada de recibir coimas para falsear información que maquillara los balances de los clientes que llevaban su contabilidad allí. Algo que desconocía completamente ya que ella era simplemente una asistente contable y no un Contador como tal.

Sus labores eran variadas, desde llevar los libros contables de una empresa o negocio, preparar facturas, pagar o cobrar cuentas, hasta calcular salarios, entre otras cosas. Le gustaba lo que hacía porque podía trabajar desde casa, lo que le permitía llevar ella misma a su hijo a la escuela y después ir por él. Para Luz era vital compartir todo el tiempo que podía con su pequeño Luke. Desde que se había quedado viuda, cuando Luke tenía tan solo un añito, se había propuesto cumplir con ambos papeles lo mejor posible. Y no era fácil. Tenía que velar por las necesidades de su hijo, criarlo con valores, ayudarle con las labores de la escuela, procurarle entretención además de amor y cariño. Todo eso requería tiempo que con una buena planeación lograba dedicarle con éxito.

Sabía que era una buena madre porque veía a su hijo feliz. No como el pequeño vecinito que vivía al lado de su casa. Era un niño de la misma edad de Luke, podía decir con seguridad, pero su personalidad distaba mucho de ser similar a la de su hijo. El pequeño rubio de ojos verdes, era callado, solitario, arisco de alguna manera. Su día solo se iluminaba cuando veía llegar por las tardes a su padre. Apenas estacionaba el auto, el pequeño corría a los brazos de él y su rostro se transformaba notoriamente. Afloraba en el pequeño una amplia sonrisa mientras lo llenaba de besos y abrazos que el padre procuraba corresponder con la misma ternura y amor. Ver eso le hacía latir su corazón. ¡Cuánto no daría ella por ver esa misma imagen en el porche de su casa con su propio marido! …… si aún estuviera vivo, claro.

De la madre, poco y nada sabía. No se le veía mucho. Pasaba dentro de su casa y no socializaba con nadie, igual que ella.

Luz había llegado a esa casa solo el año anterior y no era su costumbre relacionarse con la gente del barrio y no porque los despreciara, sino porque era muy cuidadosa. Los barrios siempre se prestaban para chismes y malentendidos. Ya había pasado una mala experiencia en su barrio anterior cuando habían esparcido rumores de ella con un supuesto hombre que la visitaba, cuando la realidad era que ese hombre resultó ser el plomero que demoró más de la cuenta en arreglar el desmadre que Luke había hecho al lanzar un montón de canicas por el desagüe de la cocina.  

Lo único que la relacionaba de alguna manera con sus vecinos era la relación que su Luke tenía con David, a quién le llamaba cariñosamente pequeño Ewok, ya que era muy pacífico, amigable y muy inteligente. Incluso al principio era tan tímido que cuando hablaba casi nunca le entendía por lo bajito que lo hacía.

 

Cierto día, Luz se vio en la obligación de recurrir al almacén del barrio para comprar huevos ya que se le habían acabado y ese día había planificado hacer una rica tortilla española. No le gustaba ir allí porque los precios eran ridículamente más caros que en el supermercado, pero no le quedó de otra.

Mientras esperaba su turno, escuchó a dos mujeres que estaban cotilleando. Se dio cuenta que una de ellas era la vecina que vivía al otro lado de David. Rodó los ojos y le fastidió lo que escuchó.

- Es cierto, yo misma la vi. Esa mujer es una descarada, mira que hacerle eso a su pobre marido que lo único que hace es partirse el lomo trabajando para darle a esa todo lo que quiere, mientras que la ligera de cascos le pone los cuernos como quiere. – Dijo para que la escuchara “solo” su interlocutora, aunque se notaba a la legua que quería que todo el mundo le prestara atención.

- Con razón al pobre le dicen “cornudo”. – Le espetó la otra.

Luz estaba realmente enfurecida por la poca discreción de aquellas mujeres. Si la cosa era tal como ellas estaban hablando, no les correspondía estar gritándolo a los cuatro vientos. Tal vulnerabilidad a la privacidad le asqueaba. Ella mejor que nadie sabía lo dañino que eran los rumores. Gracias a ellos tuvo que cambiarse de casa pese a que todo lo que se habló de ella era una absoluta falsedad. No le extrañaría que en esta ocasión también lo fuera, así que decidió no poner oídos y salió del almacén sin los huevos. Ya vería con qué reemplazaría la tortilla.

 

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En el texto hay: romance, eleccion, negacion

Editado: 13.01.2021

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