Ojos que no ven...corazón que no siente (#5 Serie Refranes)

CAPÍTULO 4

Luz estaba histérica. Faltaba poco para que Gonzalo llegara del trabajo y pasara por David. Sabía que él le preguntaría por las averiguaciones que habría hecho y por más que repasaba en su mente lo que le diría, no lograba hilar las ideas.

De pronto Chewi comenzó a ladrar. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el timbre había sonado. El corazón le comenzó a zapatear como si estuviera siendo pisado por el mismísimo Joaquín Cortés, y las manos le temblaban de nervios.

- Hola, Gonzi. – Le saludó sin poder mirarle a la cara, como si hubiese sido ella la del engaño.

- Hola, Luci. – Le devolvió el saludo intuyendo que algo no andaba bien. - ¿Has averiguado algo? – Ella asintió y lo hizo pasar.

Ya poco le importaba si alguien lo veía entrar a su casa y eso les causaba más rumores. En ese momento era más importante lo que tenía que decirle a su amigo y para ello tenían que sentarse y tomarse su tiempo. No era algo que pudieran hablar en el umbral de la puerta ni tampoco a la rápida. Es más, tendrían que decirles a los niños que fueran a jugar al jardín para evitar que escucharan la conversación. El asunto era demasiado grave como para arriesgarse.

- Ahora dime, Luci. Aquellos rumores …… ¿tenían razón? – Preguntó Gonzalo con los ojos anegados de lágrimas y la voz trémula.

Luz estaba sumamente afectada por la situación. Le partía el alma tener que ser ella la que le diera la noticia a Gonzalo. No quería destrozarle la vida y sin embargo sentía que dijera lo que dijera así sería. Tampoco le adornaría la verdad porque eso sería ser desleal con él y estaría ayudando a la infiel a que su carga de culpa no fuese tan pesada.

Luego de inhalar profundamente, Luz por fin abrió la boca. Lo primero que hizo fue mostrarle la grabación del largo día de su hijo en la calle. Ver que este casi fue atropellado sin que la madre siquiera saliera a ver lo que le había pasado, lo alteró e indignó a partes iguales. No podía creer la irresponsabilidad de Aitana para con su pequeño David. ¡Ni siquiera lo había llamado para comer! El pobre niño solo comió un sándwich que atentamente Luz le preparó. No se atrevió a entrarlo a su casa para darle una buena comida porque quería evitarse un posible altercado con Aitana por su despreocupación, cosa que al parecer a la mujer le tenía sin cuidado.

- ¡Pero Dios mío! ¡Qué hace esta mujer durante todo el día para descuidar de esa manera a su propio hijo! – Gonzalo no cabía en sí de tanta cólera.

- Creo que tengo la respuesta a esa pregunta. – Le dijo Luz y procedió, primero, a enseñarle la grabación de audio que dejaba muy poco a la imaginación, y luego la grabación de video que hizo del “vecino-amante” trepando por el muro previa despedida fogosa con una Aitana casi desnuda.

Si antes Gonzalo estaba furioso, ahora todo su cuerpo exudaba una profunda ira que logró controlar a duras penas solo por el hecho de estar en casa ajena. Apretó los puños de tal modo que casi se saca pedazos de piel. Quería romper todo a su paso. Quería treparse por el muro y matar al desgraciado que se atrevió a meterse con su mujer. Quería saber por qué Aitana lo traicionó tan cruelmente.

¿Tan fácil era de engañar? Reconocía que hubo un tiempo en que así fue, cuando era tan solo un niño en el orfanato. Claudio solía embaucarlo y manejarlo a su antojo para hacer lo que él quisiera. Era su amigo, pero cuando creció y se dio cuenta de lo manipulable que había sido se odió por eso. Le tomó años perdonar su actuar, pero se prometió que nunca más se dejaría burlar por nadie. Jamás se imaginó que una vez más sería víctima de tal ruin actuar, ni mucho menos que la perpetradora hubiera sido su propia mujer, aquella que le había prometido ante Dios serle fiel por siempre.

Entonces la rabia dio paso a la pena profunda. Lloró desconsoladamente. No le importó la vulnerabilidad que aquel acto implicaba. No le importó verse de pronto como un maldito llorón ni que la compasión hiciera mella en el rostro de su amiga, porque si había un hombre más digno de lástima seguro era él y no le daba vergüenza demostrarlo, al menos, no delante de Luz.

- ¿Qué hago, Luci? – Le dijo aún sollozando como un pequeño niño.

- Debes enfrentarlo. No puedes hacer la vista gorda como si nada estuviera pasando bajo tus narices. La mujer te ha sido infiel en TU propia casa y se ha burlado de ti como ha querido. Incluso ha dejado de lado a su propio hijo por dar rienda suelta a su amorío sin importarle su suerte en lo más mínimo. – Le decía una Luz absolutamente furibunda.

- ¡David! – Dijo de pronto poniéndose de pie y caminando de un lado al otro de la sala. - ¿Qué le diré? ¿Cómo le explicaré lo que está pasando? ¿Cómo ……

- ¡Aguarda! – Le gritó Luz. El pequeño Ewok no tiene por qué saber los detalles sórdidos de todo esto. Son cosas de adultos que no les incumben a los pequeños. Tienes que separar los asuntos. Una cosa es lo que ha hecho en su rol de esposa adúltera y otra muy distinta lo que no ha hecho en su rol de madre cuestionable. De ambas es culpable, pero el niño no tiene que sufrir por ello. Lo primero es el bienestar de él aunque eso implique ocultarle información que no debe saber a tan tierna edad. – Le espetó Luz con firmeza.

- Tienes razón. En todo. Lo primero que voy a hacer es encarar a Aitana. Para ello necesito que me entregues todas las pruebas que tienes en caso de ser necesario que las use. – Luz asintió. – También necesito que David se quede contigo esta noche, por favor. No quiero que presencie la hecatombe que va a quedar en mi casa hoy.



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En el texto hay: romance, eleccion, negacion

Editado: 13.01.2021

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