Desde que me topé con esa extraña mujer en esa casa abandonada, no he podido liberarme de aquellos ojos verdes que me acechan desde la oscuridad. Si hubiese sabido que las cosas terminarían así, nunca hubiese accedido a ese desafío.
Todo comenzó cuando estaba con mis amigos del colegio. Por alguna razón, comenzamos a interesarnos en las cosas paranormales y siempre veíamos a tiktokers que hablaban sobre el tema. La mayoría de sus vídeos eran falsos, pero igual nos divertíamos un montón. Y, en esas, decidimos crear nuestra propia cuenta para hablar de las cosas extrañas que suceden en el mundo.
Al principio solo hacíamos los clásicos tops ten de cosas aterradoras o curiosidades de sucesos sobrenaturales registrados por la prensa. Pero como no captábamos suficiente atención, nos debatimos sobre cómo proceder para volvernos virales.
– ¿Qué crees que le puede gustar a la gente? – se preguntó Tom, quien se encargaba de editar los videos como un profesional.
– Yo creo que les atraería alguna exploración hecha en un lugar embrujado – propuse.
– ¿Pero hay alguno cerca del colegio? ¿O en la ciudad? – me preguntó Clarisa, una de mis amigas que se encargaba de promocionar nuestro contenido.
– Lo voy a googlear – dijo Ana, quien se dedicaba a la investigación.
Tras una búsqueda por internet, Ana encontró la noticia de una mansión abandonada, situada a las afueras de la ciudad, donde se rumoreaba que había un fantasma. La casa pertenecía a un antiguo conde que le diagnosticaron demencia y, tras un arrebato de locura, asesinó a toda su familia y se sacó la vida. En el artículo explicaba que muchas personas creyeron ver fantasmas en el lugar, buscando escapar de ahí para liberarse del plano terrenal.
– ¡Fenomenal! – dije, al leer la nota – ¿Y si vamos allá?
– ¿Pero no será peligroso? – preguntó Clarisa – No solo es por los fantasmas, sino… ¡Piénsenlo! ¡Una casa abandonada es un nido perfecto para delincuentes!
– No creo que haya nadie ahí, si se supone que está embrujada – dijo Tom – Además, solo daremos un vistazo y, luego, corremos.
– Podemos llevar nuestros smartphones, por si debamos pedir ayuda – dijo Ana – Ahora, hagamos el anuncio.
Activé la cámara de mi celular y, colocándome en frente junto a mis amigos, nos grabamos y dije:
– ¡Muy buenas, amantes de lo sobrenatural! Nuestro equipo y yo decidimos explorar una mansión abandonada situada a las afueras de la ciudad. Si este video llega a 500 likes, haremos la exploración. Suscríbete para no perderte de la búsqueda de un auténtico fantasma.
Cuando terminé de filmarnos, Tom editó rápidamente el vídeo desde su móvil y lo subió a nuestro canal. A nuestros seguidores parecieron gustarles la idea porque, de inmediato, comenzaron a pulsar el botón de like y dejar sus comentarios, preguntándonos qué lugares visitaríamos.
Cuando alcanzamos la cifra estimada, decidimos hacer la expedición un viernes de noche, después de clases.
El tan esperado día llegó. Los cuatro estábamos con nuestras cámaras, ya que pretendíamos subirlas tanto a nuestra cuenta grupal como personal. Nos trasladamos en coche, ya que el hermano mayor de Tom accedió a llevarnos ahí. Pero, en lugar de entrar, prefirió esperarnos en la ruta, dentro de su vehículo. Así es que podíamos comunicarnos con él por si surgía alguna emergencia.
Cuando llegamos, nos encontramos con un amplio baldío, lleno de malezas y yuyales. Y, en el centro, estaba la mansión hecha con una arquitectura grecorromana propia del siglo antepasado. Las paredes se encontraban peladas y había uno que otro grafiti entre los pilares, señal de que si pasaron varios inadaptados a hacer de las suyas. Pero, en esos momentos, el lugar se encontraba vacío, o eso aparentaba. Y como ya era de noche, prendimos nuestras linternas y nos acercamos a la puerta principal.
Ésta era enorme y estaba abierta. Así es que solo empujamos el tablón para introducirnos ahí. La madera chirrió debido a los años, lo cual nos erizó la piel. En eso, Clarisa propuso:
– ¿Y si mejor nos marchamos? Esto me da mala espina.
– Calma, no pasa nada – le dijo Tom – Si nos mantenemos juntos, estaremos bien.
Tom, como buen caballero, se colocó delante de nosotras para protegernos y caminó, mientras el resto lo seguíamos. Algunos ventanales estaban semiabiertos, por lo que el viento pasaba por ahí y generaba un silbido muy extraño.
A medida que avanzábamos, se hacía cada vez más oscuro. Vimos algunos muebles rotos y varios portarretratos de los anteriores dueños. Pero había uno en especial que nos llamó la atención. Era de un hombre de expresión severa, que llevaba un traje propio de la época y lucía unos ojos verdes intensos. Su mirada parecía tan penetrante que era capaz de verme hasta el alma. Me abracé y procedí a continuar caminando con el grupo.
– ¿Será ese el conde? – preguntó Ana, luego de alejarnos del retrato – Sí que luce como un lunático.
– Sí. Es como si ya se le hubiesen zafado los tornillos cuando le hicieron esa pintura – dije yo, a modo de broma.
Todos mis amigos se rieron, logrando así relajar las tensiones.
Seguimos caminando por un largo pasillo, hasta que nos topamos con una puerta. Tom lo abrió y nos encontramos con una mujer de espaldas, vestida de blanco. Estaba sentada sobre lo que parecía ser un pentagrama hecho con sal y velas encendidas. Y, delante de ella, había otro portarretrato del conde, pero más pequeño.
Los cuatro nos quedamos helados. No sabíamos si se trataba de un fantasma o de una persona. Si era eso último sería peor, porque significaría que estábamos ante la presencia de una bruja que no dudaría en maldecirnos por interrumpir su extraño ritual.
La mujer pareció percatarse de nuestra presencia porque, de inmediato, giró la cabeza hacia atrás y nos miró. Sus ojos eran igual de verdes que el señor del retrato, pero su cara lucía tan pálida y demacrada que parecía un cadáver.
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Editado: 23.10.2022