Meses atrás…
Corrí apresurada fuera del edificio, con dirección a los dormitorios. Había olvidado que hoy estaba programado la inspección semanal a las habitaciones. La noche anterior me había quedado dormida después de culminar un trabajo sin ordenar y limpiar. Ya me habían llamado la atención la anterior semana, y no es que sea una persona desordenada, pero este mes ha sido difícil organizarme con las tareas y clases.
Pero no es excusa.
—Señorita Sánchez —Su mirada capta mi atuendo desalineado y respiración alterada—. Comencemos —dice antes de entrar sin perder el tiempo.
Llegué alrededor de hace 15 minutos. Tiempo suficiente para arreglar mi escritorio, ordenar mi ropa y abrir la ventana para ventilar el espacio, porque cuando ingrese a mi habitación había un olor penetrante de pescado… Tuve de visita a Clara y sus frituritas de pescado anoche.
—¡Listo! —Asiente complacida por lo que acaba de ver—. Espero que en la próxima inspección siga de la misma manera.
Le agradezco y me despido antes de cerrar la puerta a mis espaldas. Expulso el aire con fuerza de mis pulmones y me hecho en mi cama. A pocos segundos de quedarme dormida el vibrar de mi celular me pone alerta.
—Aló —digo sin fijarme quién era.
—¡Romy! —Me inclino de golpe— ¡Necesito tu ayuda! ¡Ven!
Después de preguntarle dónde estaba salgo corriendo, nuevamente. Lo extraño es al lugar donde me dirijo, a la facultad de Humanidades. Tengo entendido que ahí también Lucah lleva clases. ¿Por qué no lo llamó a él?
El área es grande, muy grande. Me siento perdida entre los pasillos, solo me queda preguntar. Sin embargo, pareciera que cada persona aquí esta en su propio mundo. ¿Y si me ignoran? No creo que sean tan desalmados… por algo son de la facultad de humanidades, ¿no?
—¿Buscas a alguien? —Me detengo sorprendida por su repentina aparición. Frente a mí se muestra un chico alto, aunque no tanto como Lucah, cabello castaño y mirada curiosa. Me incita a responder.
—Yo… —Olvide lo que tenia que decir. Increíble. Me sonríe para luego mirar sobre mi hombro.
—¡Hey, Milton! ¡Vámonos! —Escucho una voz grave a mis espaldas. Él levanta la mano y hace un ademan.
—Adelántense, luego les doy el alcance.
—No te detengas por mí. Puedo pedir ayuda…
—No me estoy quedando exactamente por ti —Desvío la mirada avergonzada—. Tengo algo pendiente que hacer, pero antes déjame ayudarte. —Asiento por su amabilidad
Le muestro el mensaje que me envió Clara sobre su localización y él me lleva al lugar sin fastidio alguno. En el camino me doy cuenta que sujeta unas baquetas en su mano izquierda.
—¿Son tuyas? —preguntó con curiosidad.
—No —Sin mirarme me responde—. Son de un conocido.
Siento más curiosidad al notar que la última palabra lo dijo con un tono despectivo.
—¿Eres de esta facultad? ¿Estudias música, artes escénicas…?
Se detiene y se gira. Me detengo junto a él.
—¿Qué pasa? —pregunto al ver su ceño fruncido.
—¿Te gusto? —Su pregunta me descoloca por un momento—. Olvídalo…
En ese preciso momento una mano en puño impacta la mejilla de Milton. Abrí mis ojos de par en par, sin entender que estaba pasando. Él estaba en el suelo cubriendo con su mano la zona afectada. Y sin darme cuenta me interpuse entre ellos dos al ver que lo iba a volver a pegar.
Ninguno de los dos decía algo. Solo se sentía el ambiente tenso e incómodo por las otras dos personas que miraban de lejos.
—En la próxima no habrá quien te salve, Grimaldi —Me lanza una mirada penetrante antes de coger las baquetas, que yacían en el suelo. Sin volver a mirarnos se va.
Me arrodillo para ayudarlo. Él solo desvía la mirada mientras inspecciono su piel enrojecida. No tiene buen aspecto, además tiene sangre en la comisura de su labio.
—Vamos a la enfermería —le sugiero.
—Tu amiga te espera —lo veo levantarse—. No te detengas por mí.
Imito su acción, quedando casi a la misma altura que él.
—No lo hago exactamente por ti, sino por mi vocación.
Intenta sonreír, pero solo logra quejarse del dolor. En el camino a la enfermería le envió un mensaje a Clara disculpándome. Después de todo no era urgente lo que me pedía… Solo quería que fuera a conocer al pianista que le gustaba. Luego hablare seriamente con ella.
La enfermera lo atiende y lo trata con tanta familiaridad. ¿Acaso lo conoce? La veo regañarle y darle un jalón de oreja... y con ello sé que son cercanos.
—Lamento si este chico te ha traído problemas —Se disculpa la mujer que por su aspecto podría rondar los 30 años.
—No, para nada. No tiene que disculparse —Su mirada me pone nerviosa.
—¿Cómo lo conoces? ¿Son amigos? —Niego.
—Solo me estaba ayudando cuando un…