Recuerdo cuando Clara menciono que sabía técnicas básicas de defensa personal, pues creció en un pueblo donde la inseguridad ciudadana era un problema latente. Siempre decía: “Si no puedes defenderte a ti misma, cómo esperas defender a los demás”
Ella tiene razón. Esta vez no debo esperar a ser salvada, ya no.
Me apresuro a marcar el número de la estación de la policía antes de interponerme entre Milton y el chico del piercing. A unos pasos un ruido fuerte me estremece la piel y el silencio se hace presente.
—Clara… —pronuncio esa palabra con asombro al verla con una de las sillas del bar. Tiene la vista puesta a mis pies, donde está el chico inconsciente.
Rápidamente suelta la silla y corre hacia mí.
—Debemos irnos —me dice con ansias.
—Pero… —Miro hacia Milton. No se ve nada bien.
—Yo me encargo. —Lucah me mira antes de encaminarse hacia el otro extremo, donde Milton intenta levantarse a duras penas. Las sirenas se empiezan a escuchas y las personas se alborotan.
Clara y yo llegamos a salir de lugar. Un amigo suyo nos lleva a la residencia de la universidad, sin decir mucho me despido de ella.
Sin poder entender cómo termino todo me quedo dormida. La alarma suena y me encorvo asustada. Lo primero que se viene a la mente son imágenes de la noche anterior. Cuando apareció Lucah en sus expresiones reflejaba culpa y preocupación. Además, no dudo en ayudar a Milton. Entre la multitud corriendo de un lado otro pude divisar a Lucah sujetando a Milton antes de perderlos de vista.
—Es tan frustrante…
Que todo, nuevamente, fue mi culpa.
El lunes fue un día normal, como si nada hubiera ocurrido. Al menos no se corrió la voz de lo que ocurrió el sábado, de lo contrario no estaría caminando por el campus de manera tranquila.
Justo ahora me estoy dirigiendo hasta el edificio de los catedráticos, detrás del profesor Cortés. Me pidió venir seguirlo después de que entregara los trabajos de investigación revisados. Por alguna razón me siento ansiosa. ¿Se habrá enterado?
—Tome asiento, por favor —dice de manera cortante. Yo solo obedezco sin quejas.
Ha estado así toda la clase. Parece mal humorado, como si hubiera discutido con alguien antes de la empezar su día. Trago en seco al verlo mirarme fijamente.
—El trabajo no superado mis expectativas… del todo.
Lo suponía.
Saca un folder y me lo entrega. El contenido es de un proyecto del año pasado, lo recuerdo porque estuve en el seminario del chico que lo realizo.
—Pero la problemática y redacción son impresionantes. —Lo miro estupefacta—. Quiero que seas la asistente del joven García para el siguiente proyecto de anatomía patológica.
—Pero… —Mis palabras se enredan ante la confusión.
No te olvides de respirar. —Me recuerdo.
—Está en su derecho declinar si lo desea.
—¡No! —Mi voz suelta un grito agudo— Quiero decir, me halaga que me haya escogido, profesor Cortés, pero ese proyecto solo participa los alumnos de último año y yo solo soy de segundo año…
—Por eso dije que serias asistente —Aclara, recostándose sobre su asiento—. Aprenderás estando cerca de García, el mejor estudiante de su generación. —Se levanta de su asiento—. Puedes tomarte tu tiempo y darme una respuesta mañana. Recuerda tener en cuenta tus horarios y tiempo libre si acepta.
—¡Lo haré! —respondo sin dudar.
—No me decepcione.
Asiento.
Esta es una oportunidad única. Podría ganar experiencia y así participar en el concurso cuando llegue mi momento. Tomo la hoja con los datos del encargado del proyecto. Eric García, estudiante de último año de Medicina Humana.
De vuelta a los dormitorios recibo un mensaje de Lucah. Es la respuesta al mensaje que le envié hace dos horas.
« Lo siento, estuve ocupado con las practicas. Nos vemos en el mismo lugar de siempre. »
Mensaje recibido.
« Te espero. »
Mensaje enviado.
Desde ese día no he tenido la oportunidad de preguntarle sobre Milton. Es una locura, pero necesito saber su estado para sentirme tranquila.
El domingo nos reunimos para aclarar la situación y disculparnos.
—Lo siento mucho, de verdad.
—Yo me disculpo por no cuidarlas mejor —Ambas miramos pasmadas a Lucah.
—¿Por qué te disculpas si fui yo la que lo ocasiono? —dice Clara entre llanto.
—Tu intención era poder divertirnos, no hiciste nada malo, Clara. Además, sabiendo lo inquieta que eres no dejarlas solas…
—¡No, no! Yo tengo la culpa —Se golpea el pecho asumiendo sus errores.
Suspiro.
—No deben sentirse culpables —Capto la atención de los dos—. Soy yo la que debió actuar. Si tan solo no me hubiera chocado con ese tú no habrías tenido que noquearlo con la… —Las lágrimas empezaron a brotar. Sentí el cálido abrazo de Clara.