Terminé.
Me estire sobre mi asiento, con una gran sonrisa.
—Aprendes rápido, Romilly. —Niego.
—Si ese fuere el caso no estarías dando estas tutorías gratis —bromeo.
Liz estalla en risas.
—Pero si solo bastó con explicarte una vez para que entendieras —Me miro condescendientemente. Volví a negar.
—Es gracias a tu técnica al enseñar —Con aire arrogante se levanta de su asiento.
—Vamos a la cafetería. Me muero de hambre…
En el camino recibí un mensaje. Al leer el nombre del remitente esboce una leve sonrisa.
—¿Pasa algo? —me preguntó Liz. Negué—. Debemos darnos prisa, escuche que hoy hay alitas barbiquiu. —Me cogió del brazo y empezamos a correr— ¡No quiero que se termine!
A la mañana siguiente le pedí a Lucah reunirnos en la cafetería, puesto que hoy Clara tenia reunión de delegados. Le expliqué lo que tenía en mente, él aporto con algunas ideas.
—Podría pedirme a un amigo de informática que nos ayude —Me sentí aliviada.
—¿De qué tanto hablan sin mi presencia? —Su voz me hizo dar un brinco sobre el asiento. Clara estaba frente a nosotros con los brazos ocupados por una pila de hojas—. Se ven sospechosos… —Entre cerro sus ojos dejando sus cosas sobre la mesa de madera.
Lucah carraspeó y dijo:
—Romilly me estuvo contando sobre sus clases de tutoría de ayer.
Clara abrió los ojos sorprendida.
—¿Das clases de tutoria? ¿A quién?
—No, no doy clases —Me había olvidado de contarle—. Recibí ayuda de parte de una compañera.
—¿Qué compañera? —Con una velocidad sin igual se sentó a mi lado. Tenía una mirada acusadora.
—Del proyecto para el cual estoy participando como asistente —dije con tranquilidad. Me dedico una última mirada antes de volver a su asiento, frente a nosotros.
—Es eso o… ¿Estaban hablando sobre mi fiesta sorpresa? —Sus ojos brillaban. Mire de reojo a Lucah en busca de ayuda. Él se negó.
—Así es —lo solté sin más. Clara sonrió complacida.
—Entonces no los molesto más. —Cogió sus cosas y se levantó—. Continúen, continúen lo que hacían. ¡Adiosito!
—¿En serio?
—Qué quieres que le dijera… —me excuse. Lucah le dio el ultimo sorbo a su bebida.
El resto de la semana me la pase muy ocupada, entre las tareas y la planificación del cumpleaños de Clara. Lucah se encargó de reservar el lugar y las invitaciones. Le había pedido ayuda a Liz con la decoración.
—Mi hermana tiene mejor sentido de la decoración que yo. Se lo pediré a ella.
—¿Estás segura que podrá? —pregunté preocupada.
—¡Claro! A ella le gusta este tipo de cosas —dijo muy confiada.
Yo me estaba encargando de la sorpresa y eso me tenía angustiada. Solo faltaban dos días.
—Debes calmarte. —Lucah me había informado sobre los avances de la fiesta. Al parecer iba bien, solo faltaba mi parte—¿Te aseguraste que tuvieran los dispositivos adecuados?
—Un Smartphone prestado… —dije con mucha duda. Al menos la cámara tiene buena resolución.
—¿Descargaron el aplicativo? —Enarco una ceja ante mi mirada.
—No hay espacio suficiente…
—Eso se puede arreglar con una memoria externa —Su voz era serena, apaciguando así mis nervios.
—Sí, posiblemente hoy lo comprarían. —Él asintió.
Nos encontrábamos sobre el mismo árbol de siempre. El aire se sentía fresco, mis manos estaban casi congeladas.
—Vayamos por algo caliente.
Lucah se levantó primero y luego ofreció su mano para ayudarme. Antes esto me sorprendía, el cómo Lucah se anticipará a mis intenciones, es como si leyera mi mente. Hubo una oportunidad en la que le pregunté.
—Oye… Lucah… —Se detuvo y giro sobre sus talones para mostrarme su sonrisa. Alrededor solo había mucha vegetación.
—Dime, Romilly. —Tenia puesto solo el polo blanco y los pantalones deportivos manchados de barro. Me preguntaba si no tenía frio. Hace poco me ofreció su casaca, la mía había quedo completamente mojada después de habernos caído en un charco por mi culpa. Ahora nos dirigíamos a la casa de sus padres.
—¿Cómo puedes saber lo que pienso? —Él lo pensó por un momento. Parecía no estar extrañado por mi pregunta. Se encogió de hombros.
—Solo es cuestión de observar, Sánchez. —Fruncí el ceño, más por su respuesta ambigua que por que haya mencionado mi apellido.
—Explícate —Exigí dando un paso adelante—. ¿Cómo sabias que tenía miedo de ir a la casa de mis tíos?
No es que les tuviera miedo, pero de solo recordar la última advertencia de mi tía después de haberme metido en problemas con el hijo de la vecina.
¡Ese tonto, quejón! —pensé con enojo.
—Tal vez no lo has notado, pero no creo que a tu tía le agrade verte con el uniforme lleno de barro. Es simple lógica, Romilly. —Dio un paso hacia mí—. No lo pienses demasiado —Revoloteó mi cabello.