"...caes en un repentino agujero de placer, donde no hay tiempo, no hay prioridades, al momento de aferrarte a despertar no puedes, te abraza con tal comodidad que es casi imposible salir, te preguntas, ¿cuántos momento de estos quedan? Es lindo y emocionante pero difícil y distante. Quieres irte sin previo aviso pero no puedes, como si te encontrases encadenado, pero llega ese momento de epifanía, al verte en un espejo, te das cuenta de lo bello en esta vida...".
Logan encuentra de cierta manera algo atractivo en aquella pintura por una banqueta de la calle Hillnot, que un artista callejero con gran esperanza de vender, tenía. El chico tenía tres años que culminó la universidad, al salir de su país natal decidió aventurarse a distintos lugares, luego de que su libro “Soledad entre anémonas” se convirtiera en cuestión de semanas en un Best Seller, dándole la oportunidad de irse a Londres, donde podría dedicarse a tiempo completo a la escritura pero, ¿quién dijo que era fácil?, pues con el llamado “bloqueo de escritor” que llevaba dentro de su mente desde hacía cuatro meses, no podía hacer mucho, claro seguía recibiendo remuneración de su libro pero necesitaba terminar su nueva obra que al final, para eso fue a ese lugar.
—Chico, ¿vas a comprar mi pintura o? —Preguntaba con un tono disgustado aquel hombre rubio.
—Ah no perdone, me perdí un poco. —Dijo Logan dándose cuenta de lo que duró observando aquella obra.
Así que viendo el reloj del campanario cayó en cuenta que pasaron alrededor de siete minutos, ¿cómo es posible que sea tan distraído? —Pensó para sus adentros.
A lo largo de ese día se dedicó a escribir, por una vez sentía que su mente volvía a la normalidad. Al llegar la obscuridad de la luna, se dedicó a redactar un poema (su novela nueva quedaba en pausa aún), y empezando por:
“La fría noche me abraza, con abundante toque de pensamientos, alternando cada una en sí, diferente eso sí, unas de dolor, odio, otras de felicidad y gozo; desesperado me siento, pues abrir los ojos no puedo, siento mojada la cara, el mundo cada vez culmina, enterrado en un abismo de cólera, el aire en cada momento desaparece, no sé si todo esto dure, o si ya se aproxima a derrumbarse, creía que fuerte era, ahora veo que no, el sol saliente ya no lo siento, las personas sonriendo ya no las veo, cada vez me alejo de mi sueño, estas cadenas son más fuertes que mi interior lo que ocasiona que tumbado esté en toda ocasión, frustración por no levantarme, dolor por no seguir adelante, débil me encuentro, abrazando lo que me mata cada día estoy, persiguiendo la esperanza, la felicidad, es como me encuentro.”
Eran las dos de la madrugada y seguía escribiendo en su Macbook, en ese instante cayó en un abismo de placer obscuro, sin sentir, sin emociones ni recuerdos, el sueño.
Al pasar las diez menos cuarto de la mañana, Logan decidió salir a dar un paseo, su libro ya casi estaba por terminar, lo mandaría para revisión y con aquella esperanza en él, sabía que llegaría a un buen número de ventas. Estando en el parque principal de su calle, una chica no dejaba de mirarlo, él a los minutos se percató de ello, la chica, iba con un vestido de verano (pues en esa temporada Londres se sentía algo caluroso) floreado de color amarillo, en sus mangas tenía bordados blancos, y ella de cierta manera le pareció linda, con su cabello castaño y lacio caído hasta su espalda. Ella seguía disimuladamente observándolo, Logan decidido y con aquella curiosidad característica de él, fue hacia su banca.
—Hola, hmm ¿te he visto antes? —Preguntaba aquel chico con una gran sonrisa, y que días atrás no se imaginaría siquiera esta situación.
—No perdón es que… no sabía si eres Logan Scott, el que escribió este libro —señalaba el libro de “Soledad entre anémonas”, con cierto rubor en aquellas mejillas donde por igual, las pecas se le apreciaban de una manera llamativa.
—Sí de hecho, hace tiempo lo escribí. —Avergonzado y de cierta manera afortunado prosigió—. Vaya es muy fortuito nuestro encuentro. Y dime ¿qué te pareció? —Logan sin intención de importunar pero sí de romper el hielo se sentó a centímetros de aquella misteriosa chica.
Toda esa mañana o lo que quedaba, la chica le contó todo lo que le agradó del libro, hablaba siempre en un tono alegre y risueño, Logan por primera vez sentía una ola de emociones, sintió algo distinto, sus ojos no dejaban de posarse en ella, en sus ojos azules, un azul que te llena y sumerge el alma, ella le contó que se llama Alba, vivía cerca de ese parque y él muy cordialmente la quiso acompañar a su casa, quedaron al final en salir uno de esos días por una nieve; de regreso y ya teniendo su número telefónico, Logan sentía que sus pies dejaron de tocar el piso, iba flotando por aquellas calles inundadas por un sol magistral en Londres, ese día, fue el mejor día para Logan.