Tu cabeza da vueltas, no logras asumir lo que está sucediendo, mucho menos el hecho de que aquella exótica mujer que está sentada frente a la cama vendando la herida de tu pierna sea una sirena. Sus perfectos rulos rojizos y flameantes como el fuego caen sobre su delicado y pequeño cuerpo, su mirada tranquila, sincera y llena de amor te hipnotiza al igual que su dulce tararear.
— ¿Cómo es eso posible?
Preguntas al fin después de media hora de silencio, media hora en la cual has estado estudiando a la sirena con fascinación e incluso, has logrado encontrar pequeños detalles en ella que sentías conocer, como por ejemplo aquel distintivo lunar bajo su ojo derecho o la sicatriz que cruza su hombro.
Ella suspira, la observas atar las vendas con fuerza y la oyes suspirar pesadamente. Se muerde el labio inferior, aquel gesto te encanta, te fascina e incluso enloqueces. Deseas a esa sirena, quieres hacerla tuya, amarla con locura.
— Te contaré una historia, Daniel. —murmura con suavidad la dulce sirena, incluso la forma en la cual pronuncia tu nombre te enloquece.
Le tomas sus temblorosas manos, sientes una extraña corriente al hacerlo, no te provoca dolor, es placentera y poco familiar para ti. Notas un cambio drástico en la mirada de la sirena, te alteras por ello, la tristeza que emana te duele, tu pecho parece estar a punto de estallar, quieres abrazarla más no te atreves a hacerlo. Su mirada se pierde en la ventana de la habitación, hasta ese instante no te has reparado en el lugar donde te encuentras, una vieja cabaña al parecer, frunces los labios y diriges tu mirada a la ventana, el sonido de las olas rompiéndose junto a la costa es lo único que se oye en la habitación, lo único que rompe aquel incomodo silencio que se ha formado entre ustedes.
»Hace muchos años una sirena se enamoró de un humano, sus hermanas, sabiendo el futuro que le deparaba intentaron impedir que ese amor se consumara. La sirena, sin embargo, decidió proteger a su amado dejando a un lado sus aletas, todo parecía marchar bien, hasta que las personas de la aldea comenzaron a desaparecer misteriosamente, algunos marineros rumoreaban que el canto de una bella y joven mujer los atraía hasta las playas donde estos desaparecían sin dejar rastro alguno. Solo un joven marinero pudo escapar, inmediatamente describió a la sirena que vivía en paz con su amado acusándola injustamente, la aldea se levantó contra ellos e incendiaron su hogar. En un intento desesperado por protegerla mientras escapaba él en la playa murió y sus hermanas, lo maldijeron a una eterna vida llena de tragedia: cada vez que la sirena lo encontrara él moriría y ella debería volver al mar, ser como las demás.
Sientes la historia familiar, notas pequeñas lágrimas dulces resbalar por sus mejillas, ella se contiene, no desea llorar frente a ti. Te sientes extraño, un mal sabor se forma en tu boca, esa sirena te ha conquistado, no creías en el amor a primera vista, solo eran simples cuentos tontos pero, ahora, puedes confirmarlo: es verdadero, sino, ¿Por qué estarías tan atontado con esta bella mujer? Dudas de haber sido hechizado por ella, sientes tan real esos sentimientos que poco a poco crecen en tu interior.
Estiras una mano y limpias sus lágrimas con el pulgar, la sirena voltea para verte nuevamente, tus caricias las disfruta, cierra los ojos lentamente.
— ¿Esa sirena eras tú?
— Es solo una vieja historia.
Sabes que no es así, que no es una simple historia, algo más se oculta en ella, algo que deseas con todas tus fuerzas averiguar más tienes miedo de involucrarte mucho, el barco zarpará en dos días y tu tiempo en este lugar se acabará al igual que aquella pequeña historia de amor que estás teniendo con esa hermosa dama.
— Coral, gracias por salvarme. —al oír su nombre ella sonríe, una sonrisa débil pero sincera, cariñosa incluso, te atonta, te gusta, deseas verla siempre pero te recuerdas que pronto acabará esa bella historia, pronto, más de lo pensado.
No puedes contenerte, sientes el impulso de hacerla tuya, de besar sus labios una última vez, lamentarás lo que harás, estas seguro de ello, apartas algunos mechones rebeldes de sus mejillas, notas un leve rubor en estas más no se queja de tu accionar, tu pulgar se desliza levemente hasta sus labios y roza el labio inferior, tu tacto la estremece.
Ella no te aparta, no se inmuta siquiera por detener tus caricias, sus ojos jades te reflejan al igual que un viejo recuerdo, tu rostro está cerca del suyo quieres besarla, no te atreves a hacerlo, temes asustarla, sin embargo ella parece tomar la iniciativa. Aparta con suavidad tu mano y con las suyas toma tus mejillas jalando de ti.
Te sorprendes, nunca antes una mujer había tomado la iniciativa el algo más no te quejas, te gusta, su tacto frío lo sientes familiar, sus narices se rozan y entonces, ella te besa sin más. Sus labios, cálidos, suaves, carnosos, se mueven sobre los tuyos con experiencia, vaya sorpresa te estás llevando de esta mujer, parece saber qué es lo que tanto te gusta, parece haber sido moldeada para ti.
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Editado: 28.10.2018