Para ti, es difícil pensar con la cabeza, ser inteligente y no dejarte llevar por las emociones que te ciegan, lo has decidido, te irás sin más. Te has planteado mil y un veces que le dirás a la sirena, como lo dirás e incluso que harás a continuación más no sabes como ella reaccionará, tu cuerpo se estremece con su simple mirada y tu corazón llega a encogerse, sentir dolor por ella. Oh, que maldito pesar, condenado pesar que no te deja moverte, te paraliza y hace que desees con intensidad quedarte a su lado, más no puedes hacerlo, intentas mantener esa idea vigente en tu cabeza sin embargo terminas divagando en lo que sería un futuro con semejante mujer, una mujer extraña que actúa por impulsos y dolor.
Adolorido, desorientado, te levantas de la cama, la ventana del cuarto donde te encuentras está cerrada, el dolor de tu pierna es insoportable, cojeando y sosteniéndote de los muebles te acercas a ella, husmeas apartando la cortina y abriendo la persiana, es de noche y ha comenzado a llover. No divisas a la sirena, parece no estar en la casa, aún te cuesta creer que aquella hermosa mujer de melena rojiza es una de ellas, tienes dudas, preguntas, las cuales no serán respondidas puesto a que caminas cojeando hasta la puerta del dormitorio, estas decidido a irte, volver con tu tripulación y olvidar toda esta locura vivida.
Oyes el viento fuera, la lluvia al parecer ha empeorado, abres la puerta de entrada y sales apresurado, temeroso a encontrarte con esa sirena en cualquier momento y caer rendido ante sus pies porque sabes que eres capaz de hacerlo, de detenerte y simplemente ceder a ella. La lluvia golpea tu rostro con brusquedad y el viento intenta hacerte perder el equilibrio, la oscuridad te consume más no te detendrás, estas decidido a irte. El sangrado de tu pierna ha regresado, el dolor que te atraviesa es insoportable, te sientes débil, temes no llegar al puerto, temes rendirte a mitad del camino.
Tanteas entre las rocas, los árboles, intentando localizar luz alguna, una casa donde pedir ayuda o una simple posada pero parece no haber nada a kilómetros. Estás perdido, desorientado, asustado y frustrado, cada sonido, cada rugir del viento y la sensación de ser perseguido te altera conforme el tiempo pasa, no puedes más, has llegado a tu límite.
Quieres parar, sin embargo la imagen del rostro de la sirena vuelve a tu mente, te arrepientes de haberte ido, el viento te empuja y caes sobre el suelo lodoso, tu respiración es agitada y tu cuerpo tiembla.
Entonces, aquel angelical y precioso rostro de porcelana vuelve a tu mente como un recuerdo lejano y perdido: ella llora, grita tu nombre, entre sangre y lágrimas de dolor ella decide darte un último beso antes de partir al mar escapando con el corazón en la boca ante tanto dolor, realmente sabes que no quería dejarte, pero entiendes que era lo mejor para ella.
Con ese último recuerdo, esa última imagen suya, cierras tus ojos y te dejas llevar, no estabas apto aún para salir, tu cuerpo ahora lo demuestra, te dejas llevar por el dolor y el agotamiento, le pides disculpas a la sirena entre susurros inaudibles por haberte ido sin despedirte.
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Editado: 28.10.2018