Oleg

Cap 2 - Romina

Varios años después

—Buenos días señor Oleg su desayuno está servido en el comedor.

Aparto unos segundos mi vista de los documentos que tengo frente a mí y le doy un leve asentimiento a Romina, la mujer que me ayuda con las cosas de la casa hace algunos años.

Esta se retira sin decir nada más y yo sigo ojeando los documentos que me envió mi contacto.

Esa rata asquerosa sigue haciendo de las suyas. Su fuerte es la trata de blancas y el narcotráfico. Pero también noto algo interesante, en el informe, está involucrado con la venta ilegal de armas. Este cabrón es toda una joya.

Coloco una imagen con un signo de interrogación en la cabeza de la pirámide que llevo años construyendo y finalmente he encontrado la cabeza de la organización. Hasta ahora sé que se hace llamar левиафан o Leviatán. Tengo que buscar la manera de infiltrarme en sus negocios o por lo menos acercarme un poco más de lo que ya estoy. Y eso lo pensaré mientras como algo.

Dejo los papeles a un lado y camino en dirección al comedor que está a unos nueve pasos de mi pequeño estudio. Un rico závtrak me espera.

Pero algo llama mi atención y es que Romina no ha probado bocado y solo lo hace cuando yo empiezo a comer lo que me ha preparado.

— ¿Por qué comes hasta ahora?  (Pregunto con el ceño fruncido)

—Es que no quería que comiera solo señor (Dice con una ligera sonrisa)

—No me molesta comer solo y lo sabes. No es bueno que a tu edad te pases de tus horas mujer insensata

—No es para tanto señor, que mi estadía en esta casa sirva por lo menos de compañía para usted.

Suspiro audiblemente y le doy un bocado a mi plato de avena.

— ¿Ya tomaste tu medicamento?

—Sí señor. Hace algunas horas.

No me pasa desapercibido el tono apagado de su voz y de inmediato contraataco.

—A ver dime ¿Qué sucede Romina? ¿El doctor te ha dicho algo?

—Si. Ayer me dieron los resultados de la última quimio.

Centro toda mi atención en aquella mujer de cincuenta y dos años y pregunto con precaución.

— ¿Y?

—Como se esperaba la quimio no ha servido para nada. Me dio poco más de dos meses señor.

Termino de comer mi plato de avena y luego como dos plátanos. Romina ha sido la mujer que me ha acompañado los últimos tres años. Se preguntarán como la conocí y fue precisamente en un hospital.

Yo me había metido en una pelea como de costumbre. Estaba bebiendo en un bar y un grupo de molestos y ruidosos pandilleros llego a interrumpir mi espacio personal. Yo simplemente les pedí que se largaran y parece que se lo tomaron a mal. Uno de los pandilleros que me atacó me enterró una navaja en el brazo derecho. Tuve que ir al hospital para que me hicieran una curación. Ya que yo mismo no pude parar el sangrado.

Cuando estaban por atenderme escuché un llanto y me asomé por la rendija del cubículo a mi lado. Ahí estaba Romina con unos papeles en la mano sentada en la camilla y el doctor en frente. En ese momento le diagnosticaban cáncer en los pulmones. La mujer lloraba desconsolada y ese día le pedí que trabajara para mí.

Era la candidata perfecta no tenía opciones y yo pagaría por su tratamiento a cambio de que cocinara para mí y me ayudara con algunas cosas de la casa. La empresa para la que trabajó durante veinticinco años, simplemente le dio la espalda y lo peor es que la enfermedad la adquirió allí, por inhalar humos tóxicos. Su esposo era un maldito abusador, la golpeaba y obligaba a trabajar para él y sus jodidos vicios. Un año después de trabajar para mí, su marido simplemente desapareció…

—Y… ¿no hay más posibilidades?

Pregunto sin mirarle a los ojos.

—Me temo que no señor, ese ha sido el ultimátum del doctor.

—Sé que quieres decirme algo más anda dispara que te traes mujer.

Agacha su mirada y dice con la voz un poco quebrada

—A lo único que le temo al morir es el saber que usted quedará completamente solo. Señor Oleg usted se convirtió como el hijo que nunca tuve y sé que no le gusta mostrar afecto y que tampoco yo se lo muestre, pero yo le aprecio mucho y no quiero que se condene a una vida en soledad.

Una risa carente de humor sale de mí y contesto tajante.

—Romina, sabes que lo único horrendo que tengo no es solamente la mitad de mi rostro. ¿Quién se atrevería si quiera a fijarse en un monstruo como yo? Cuando mueras yo simplemente tendré que arreglármelas. No sueñes con imposibles.

—Sé que en algún lugar del mundo una mujer logrará domar esa bestia.

Inevitablemente una carcajada sale de mí y contesto.

—Solo te quedan dos meses de vida Romina, no te queda mucho tiempo para apostar.

Me pongo de pie y voy directo a mi habitación dejando atrás la conversión con mi ama de llaves. Busco algo de ropa en mi guarda ropa y decido tomar una ducha.

Una vez estoy bajo la regadera cierro los ojos. Y el sonido del agua me lleva aquel viejo recuerdo.

Un torrencial aguacero caía sobre nosotros. No se veía nada a través de la lluvia. Íbamos en fila india amarrados con cadenas gruesas y candados. En ese punto ya solo quedábamos nueve de los trece que habíamos llegado. Rick estaba justo detrás de mí. Nos metieron a una choza donde solo había una mesa llena de restos de sangre, una vieja silla de madera y un estante en la pared lleno de implementos de metal, como pinzas, martillos, sierras, cadenas y muchas cosas más.




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