Óleo de sangre (relato)

Óleo de sangre

El candil que se encontraba al doblar la esquina, alumbraba tenuemente el callejón. Lucía caminó temerosa, el corazón le palpitaba con rapidez y sentía como si de las paredes salieran voces. Voces que la animaban a descubrir algo. Y, aunque una parte de ella le gritaba que se diera la vuelta y regresara, no tenía caso, pues su cuerpo ya no respondía. La euforia se había apoderado de cada parte de su ser.

Lucía aceleró el paso cuando sintió un fuerte escalofrío que le recorrió la espalda, pero su cuerpo se paralizó cuando chocó contra una enorme figura que le impidió seguir caminando.  Sus cejas se contrajeron y sus labios se separaron. Su respiración se volvió más pesada y se quedó inmóvil observando aquel enorme pecho que le impidió avanzar. Un escalofrío lento le recorrió el cuerpo cuando aquel sujeto la tomó de la barbilla y levantó su cara obligándola a mirarlo.

Lucía inhaló un poco de aire y lo soltó lentamente mientras se perdía en la profunda mirada del desconocido. El brillo que emitían aquellos ojos color ámbar la hipnotizaron.

—Te estuve esperando-dijo él mostrando una media sonrisa—.¿Nos vamos?

—Si—La respuesta de Lucía fue rápida, sin demostrar ningún temor ni duda.

Lucía entornó los ojos y él le mostró una mirada cautivadora. La chica había entrado en una clase de transe hipnótico.

Ahora sabía cuál era el motivo por el cual había decidido entrar a ese callejón. Él motivo estaba parado justo frente a ella.

Aquel hombre la tomó de la mano y comenzaron a caminar. Era un tipo alto e intimidante, pero a Lucía no le causaba ningún temor. Al contrario, al momento en que su piel hizo contacto con la mano fría de él, los latidos de su corazón descendieron y su respiración se volvió regular. Ahora se sentía tranquila y relajada.

Subieron las escaleras que llevaban hasta la entrada de la enorme casa a la que habían llegado y Lucía permaneció inmóvil esperando las indicaciones del desconocido. Él metió la llave a la cerradura y abrió la puerta. Se volvió hacia Lucía y le hizo un gesto con la mano para que entrara.

Un enorme candelabro alumbraba la sala. Lucía abrió los ojos de par en par y se dio una vuelta en redondo. Pues lo primero que llamó su atención fueron los cuadros que colgaban en las paredes. Lucía observó detenidamente los cuadros y descubrió que todos repetían un mismo patrón.

Eran rostros de mujeres plasmados a base de pintura roja. Lo único que variaba eran los diferentes tonos de color rojo que había utilizado el pintor.

—¿Te gustan? —preguntó él.

—Si—Lucía sonrió—.Son hermosos.

El hombre caminó hacia Lucía de forma acechadora y ella sonrió.

—Tú, eres hermosa—musitó y acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja de Lucía.

La chica tragó saliva con dificultad y sus mejillas tomaron un color carmesí. Su corazón palpitó fuerte e intento respirar profundamente.

Él la tomó del brazo y cuando Lucía sintió nuevamente la piel fría de aquel hombre en contacto con la de ella, su ritmo cardiaco fue en descenso y entró nuevamente en una extrema relajación. Caminaron juntos por un enorme pasillo que los llevó hasta una puerta que se encontraba al fondo.

Entraron a lo que parecía ser un enorme estudio de pintura. En el centro se encontraba un caballete donde estaba apoyado un lienzo en blanco. A un lado del mismo había una mesa con pinceles, pinturas, espátulas y una paleta de pintor.

Lucía examinó lentamente al caballero que se encontraba parado justo frente a ella. Lo observaba de forma enigmática, pues su cabello castaño hacia un contraste perfecto con sus ojos ámbar y sus rasgos afilados lo hacían lucir un rostro con una perfecta armonía. Su delgada figura hacía que el traje luciera bastante elegante y glamuroso. Aquel hombre de piel pálida tenía un encanto especial que Lucía no había visto nunca en ningún otro hombre.

El desconocido se quitó el saco y lo colgó en el perchero que se encontraba en una esquina del estudio. Centró su vista en Lucía y mientras avanzaba hasta ella, se arremangó las mangas de su camisa.

Se detuvo un momento y examinó de arriba a abajo cada milímetro de Lucía. Ella sintió un ligero sobrecogimiento, pues parecía que aquel hombre la quería devorar con los ojos.

Se inclinó hacía ella y sonrió maliciosamente. Lucía trago saliva y cuando él tocó su mejilla, ella se desvaneció.

🩸🩸🩸🩸🩸

Lucía abrió los ojos lentamente e intento moverse, pero descubrió que se encontraba atada a una camilla.

Giró su cabeza un poco a la derecha y se aterrorizo cuando descubrió un catéter clavado en la parte interior de su codo. La sangre viajaba por una pequeña manguera y caía a una bolsa transparente que se encontraba encima de una mesita. Lucía sentía como el paño que tenía amarrado alrededor de la parte superior de su brazo hacía presión en la zona. Se sentía mareada y una sensación de frío le recorría el cuerpo.

Levantó un poco su cabeza y aunque los parpados le pesaban, logró mantener los ojos abiertos y reconocer la espalda de aquel hombre.

Ella se movió de un lado a otro intentando zafarse, pero fue inútil.

El sonido que generó Lucía, llamó la atención del hombre, quien rápidamente se dirigió a grandes zancadas hasta la camilla. Provocando que el corazón de Lucía saltara como loco.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 03.11.2022

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