"La belleza es poder; una sonrisa es su espada" - John Ray.
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CORBIN echó la cabeza hacia atrás, dejando salir su voz con total soltura. La canción de turno resonaba en el auto y él estaba listo para perderse en la melodía. Subió los brazos tanto como era posible dentro de una Toyota 4Runner y se movió intentando seguir el ritmo de la misma. Él sonrió, rio y miró a su acompañante sin dejar morir la emoción que burbujeaba en su pecho.
No todos los días tenías una escapada romántica con tu novio, y definitivamente no siempre tenías un novio con quien hacerla. No si eres Corbin Tomlinson, y mucho menos si tú novio parece un maldito delicioso dios griego.
Corbin observó el perfíl del hombre, su hombre. Todo mandíbula fuerte y cabello rojizo.
Damien era alto, con su uno noventa y cinco, y cubierto de un espeso y brillante cabello rojo trenzado a lo largo de su cabeza. Damien mantenía una figura atlética, nada demasiado músculos pero definitivamente se ejercitaba y Corbin adoraba cada beneficio de ello.
Corbin se acomodó en el asiento con una sonrisa. Tres días en una cabaña con Damien era exactamente lo que necesitaba. El trabajo era una total mierda, los casos se acumulaban y aunque Corbin deseaba con toda su alma ayudar a cada niño que se cruzaba en su camino, tal cosa le era imposible.
¿Quién dijo que ser abogado era el camino para cambiar el mundo? Sí, él alguna vez fue lo suficiente tonto para creerlo. Ahora simplemente se conformaba con dar lo mejor de sí mismo, poner todo su empeño en cada caso y saber que luchó con uñas, dientes- y uno que otro movimiento sucio-para darle a esos pequeños un lugar mejor al que pertenecer.
—Estamos cerca —dijo Damien a su lado, mirando hacia adelante. Corbin sonrió y devolvió toda su atención al hombre. Él miró a Damien, largo y tendido, con una sonrisa estúpida en su cara y malditamente feliz— Llegaremos en treinta minutos.
—Puedes demorar todo lo que quieras —dijo Corbin dejando caer la mano sobre su muslo grueso y apretando la zona forrada por el pantalón de mezclilla—. Estoy más que feliz con la vista.
Damien no respondió de inmediato, el hombre pestañeó y parecía tomarse todo el tiempo que su cerebro creyó necesario para entender lo que estaba pasando. Corbin mantuvo una sonrisa descarada en su cara y Damien bebió de ella.
—Tu descaro definitivamente va en aumento, joven Tomlinson —dijo Damien con un tinte de diversión en la voz, apretando los dientes y riendo bajo, porque Corbin no era así, no continuamente y no con todos.
Corbin se consideraba a sí mismo un hombre de pocas palabras, pero con fuertes opiniones. Si creía que valía la pena, podía pasar horas en un profundo debate. Si era lo contrario, apenas te miraría dos veces. Y tal cosa se aplicaba a todo.
Razón por la que le costaba tanto mantener relaciones a largo plazo. Todos terminaban cansados de él, convencidos que no ponía el suficiente esfuerzo en la relación y por demás, que era una total pérdida de tiempo. Pero entonces con Damien era diferente, para Corbin fue verlo y listo.
Fuegos artificiales del cuatro de julio.
Damien mantenía su atención totalmente, calentaba a su piel como el mismísimo infierno y lo tenía tonto. Sí, Corbin no tenía problema alguno en reconocer tal cosa. En absoluto.
Otra canción se adueñó de la radio, Corbin no la reconocía del todo pero la melodía era lo suficiente agradable para captar su atención. El cielo azul se expandía hermosamente, con nubes blancas y brisa fresca.
Corbin nunca había estado en esta parte del país. De hecho, aún estaba bastante sorprendido de que siquiera existiera. Damien le había dicho un par de veces el nombre y explicado un par de cosas, pero Corbin seguía simplemente olvidando todo al respecto.
—¿Y dónde es este lugar al que me llevas? —preguntó una vez más. Damien sonrió suave, negó y resopló al respecto como si estuviera solo un poco enojado y divertido al mismo tiempo.
Tal cosa no debería parecerle tan graciosa ni atractiva. Pero entonces, él miró los ojos azules de Damien un segundo, y el maldito desastre atractivo que era le hacía creer que nada podría ser menos que hermoso en ese hombre de labios gruesos y facciones cinceladas.
—Oligos Valley —respondió con tranquilidad y la mirada en la carretera. Corbin suspiró— ¿Nunca has oído hablar de él?—Corbin negó—. Está a las afueras de Pensilvania.
Damien parecida derrotado al agregar:
—Vamos, cariño.
Corbin se encogió de hombros. Realmente no se le hacía conocido y no tenía porque saber el nombre de cada maldito pedazo del país. Por favor y gracias.
—Geografía nunca fue mi fuerte. Puede que el profesor del cual no recuerdo el nombre lo haya mencionado alguna vez —Damien lo miró el tiempo suficiente para alzar una ceja y darle su mirada de "¿Estás bromeando?" que Corbin había aprendido a identificar tan bien—. Igual no importa, ahora tendré el inmenso placer de conocerlo.
Damien sonrió.
—Es precioso. Lagos, bosques y una cabaña espectacular —una sonrisa se plantó en su rostro, era profunda, brillante y revolvió el estómago de Corbin de manera agradable—. Y lo mejor de todo. Solos. Tú y yo.
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Editado: 31.10.2024