Oliver

Capítulo 5

Varias semanas antes de ir a las vegas 

Parado frente a la puerta de abordaje, él sentía el peso del pasado en su pequeña maleta de mano. La decisión de enfrentar sus recuerdos lo había llevado hasta allí, pero ahora el miedo lo envolvía en una densa niebla. Se sentía congelado, cada músculo de su cuerpo rehusandose a moverse, cada fibra de su ser gritando en silencio. Ni siquiera tenía un plan. ¿Qué haría? Una vez tuviera al frente a su abusador. ¿Acaso lo golpearía? En un arranque de ira hasta que la impotencia y el asco que sentía salieran al fin de su cuerpo. Ahora sin dudas era más grande y fuerte que él. 

Los llamados de abordaje sonaban uno tras otro, pero para él era como si el tiempo se hubiera detenido. Las dudas lo asaltaban, los recuerdos de su tío, de la Pequeña Italia, de la primera mujer que amo, de las noche de incertidumbre y los días de carencias, se agolpaban en su mente. 

Con cada segundo que pasaba, la puerta de abordaje se sentía como un mar lleno de oleajes que lo arrastraba algunos metros hacía la orilla y luego lo volvía arrastrar hacía el centro y lo refundia en sus profundidades. Había intentando dejar atrás esos recuerdos y comenzar una nueva vida con ella a su lado, al menos cuando ella estaba no había tanto ruido. Y se maldecía él y también a Penélope por convencerlo de que podía tenerlo todo. 

Y entonces en un momento de lucidez se dio cuenta que no estaba listo. No hoy, la valentía tiene muchas caras. 

—¡Hola…! Ryun, ¿estás libre para unos tragos? —preguntó. 

—¡Hombre! ¿Dónde estas? Se escucha agitado, por ahí —inquirió su amigo al otro lado del teléfono. 

—Es... es... Un bar nuevo, ya te mando la dirección.

                                                        

                                 ******

 

Tiempo actual

Haber ganado su primera pelea pese a toda las malas opiniones y las burlas. No solo había traído reconocimiento, sino también la oportunidad de representar una marca deportiva, pero frente a las cámaras se sentía como un pez fuera del agua. Su nerviosismo era palpable en cada gesto y movimiento. 

—Respira hondo —escuchó decir a una mujer—. Piensa en algo que te haga feliz —volvió a resonar la misma voz en el estudio. La fotógrafa, con su lente atento a una sonrisa o algún gesto que saliera de él de manera natural—. Deja que tus hombros caigan. 

Cuando estaba con Lucy era feliz, no tenía ni un ápice de duda en ello. Su mente comenzaba alejarse, aquello estaba ocurriendo mucho últimamente; le gustaba la comida de la tía Anne, los postres de Lu y los hermosos gestos que hacía cuando daba el primer bocado, ir a la iglesia los domingos con ellas, observar desde una esquina mientras le leía a los niños en la biblioteca y ver como se quedaba dormida en sus brazos. 

—A eso me refiero —repuso, secandolo de sus pensamientos—. Pero un tanto menos feliz y un poco más sexy. 

Ella se movía alrededor de él, capturando cada ángulo, cada expresión. Y con cada clic de la cámara, se le insuaba de manera sutil, sus palabras y miradas lo dejaban en claro.

—¡Eso es, perfecto! —exclamó—. Mira, tienes una presencia increíble frente a la cámara —dijo, animandolo.

El, aún inseguro, comenzó a encontrar su ritmo, inspirado por la confianza que ella había depositado en él, aunque a veces la torpeza aún prevalecía. 

—Descuida, es normal estar nervioso la primera vez.

Durante la sesión de fotos su tatuaje fue un elemento que captó la atención. El tatuaje en su brazo no era solo una obra de arte, sino un velo sobre las marcas del pasado. La cicatriz que lleva debajo es un recordatorio físico de los días oscuros con su tío, una época de dolor y miedo. Mientras seguía posando, los recuerdos se seguían entrelazando con el presente. La cámara capturaba su imagen, y él no pudo evitar sentirse ansioso. Cada flash de la cámara era como si fuera un destello de su pasado, iluminando tanto las sombras como las victorias de su vida. Victoria, que alguien como Lucy haya llegado a amarlo. Sombra, haberla engañado y herido de una forma tan cruel y egoísta. Victoria, haber conocido a Ryun. Sombra, su tío depravado de mierda. Victoria, Penelope. Sombra, Penélope. Victoria, su primer amor, aunque este fue breve pero intenso. Sombra, haberla abandonado por una miserable suma de dinero. 

Con el último clic de la cámara la sesión de fotos llegó a su fin. Ella bajó la cámara y le ofreció una sonrisa de satisfacción: —Hemos conseguido tomas increíbles —dijo, revisando las imágenes en la pantalla digital—. Tu historia, tu fuerza, todo se refleja aquí —aseguró. Pero Oliver sabía que nada estaba más lejos de la verdad que esas palabras. 

—Gracias por la paciencia y hacer esto más fácil     —comentó y su voz llevaba un rastro de gratitud.  

—Es mi trabajo —repuso mientras comenzaba a guardar su equipo. 

Oliver asintió en silencio y apretó los labios en una sonrisa mientras se disponía a ir a cambiarse de ropa su amigo se acercó a él con una sonrisa contagiosa su buen humor era evidente en el brillo de sus ojos. 

—¡Oh Dios mio! Mi chico lo ha hecho tan bien —exclamó Ryun abalanzándose hacia él con afecto y apretando sus cachetes—. Con estas fotos tus fans van a enloquecer —aseguró—. Solo imagina toda la mercancía que vamos hacer y vender —añadió y su voz se sintió tan vibrante y llena de vida. 

—¡Hombre! Tu si que tienes una relación muy estable con el dinero. 

—¡Ja! —soltó una carcajada un tanto irónica. Mira quien lo decía—. Díselo a mis padres —solto de la nada—. La descendencia es importante Ryun, la vida de libertinaje no te llevará a ninguna parte —agregó mientras fingía la voz disciplinante de su padre—. No casarte, no entregarte patrimonio familiar aún. Y mi madre llorando desconsolada desde la cocina. Así que me obligo hacer lo que cualquier chico con raíces asiáticas pero nacido en América haría, forjar su propia fortuna.




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