Oliver

Capítulo 7

El gimnasio se convierte en un santuario de sudor y esfuerzo para Oliver, donde cada entrenamiento se ha convertido en un ritual de purificación física y mental. La rutina es exigente, diseñada para empujar su cuerpo al límite. Pesas que desafían la gravedad, cuerdas que se balancean como lianas en una selva de acero, y el saco de boxeo que recibe la furia de sus golpes. 

—¡Eso es maldita sea! ¡Mantén la guardia alta! No dejes que ese hijo de puta te saque de quicio. 

Oliver lanzó un gancho al aire, su respiración es acompañada con su frustración. Las provocaciones de su próximo oponente, Stepan, el tornado Russo, han sido un bombardeo constante en las redes sociales, una estrategia para desestabilizarlo antes de la pelea. 

—No es un luchador, es un maldito troll de internet. 

La sombra de su pasado delictivo, ahora expuesto por el Russo. Un recordatorio de los días en que Oliver no luchaba en un ring, sino en las calles, un recordatorio donde él hacía lo que fuera por sobrevivir. 

—¿Crees que la gente olvidará alguna vez quien fui?  

—La gente no lo hará. ¡Pero a la mierda con lo que digan! —aseguró su amigo y también entrenador. Él, era un guía, se mantenía como un guardián asegurándose de que Oliver no cruzara la delgada línea entre el entrenamiento y la autolesión. 

—¡Uno más! ¡Solo uno más! —se autoexigia así mismo, mientras sus músculos gritaban por descanso. 

—¡Oliver, hombre! Déjalo está aquí por hoy. Recuerda, el cuerpo es tu arma pero también es tu templo. 

La intensidad con la que él siempre había impartido su rutina, era una barrera contra los recuerdos oscuros, un muro que lo separaba de las sombras de su pasado así sea por unas cuantas horas. Cada gota de sudor era un recuerdo menos, cada jadeo era un paseo más lejos de quien solía ser. 

Mientras su cuerpo se movía en una danza de resistencia y fuerza, su mente vagaba hacia un lugar tranquilo, un oasis en medio del desierto; la piscina y una voz femenina, aunque no había visto su rostro, la curiosidad y la anticipación revoloteaban en sus pensamientos entre veces. 

¿Quién será ella? Se preguntaba así mismo, rememorando cada rostro de alguna empleada con la que quizás se había topado en algún momento, pero su memoria en estas dos semanas no era buena, aunque quisiera no podía dejar de pensar en Lucy, y el alcohol no ayudaba. La chica de la piscina era un misterio, una distracción inesperada que lo ayudaba un poco a calmar sus pensamientos turbulentos. Y por un pequeño momento deseó que sus caminos se cruzaran un poco más allá de la oscuridad de la noche. 

—¡Oliver, alto! 

Ryun, noto la ferocidad con la que Oliver atacaba el saco desde hace unos cuantos minutos, él observaba la tensión en sus hombros y la rigidez en sus golpes. Con un movimiento rápido intervino justo a tiempo.  

—Te estás forzando demasiado, te vas a lastimar y así no sirves. Yo soy tu entrenador, así que digo que es todo por hoy, y no acepto un no como respuesta. ¿Entiendes —preguntó en un tono firme, pero aquello se sintió más como una orden. 

Oliver se detuvo, respirando con dificultad y dándose cuenta de que casi se había hecho daño en la mano. La preocupación de Ryun se hizo evidente, y Oliver sintió  una mezcla de frustración y gratitud.  

—¡Lo siento! Pero… estoy bien. 

—Lo sé, lo veo. Pero a partir de ahora necesitas ser más cuidadoso. Tres meses no es mucho tiempo, y no ganarás ninguna pelea si te lesionas antes de subir el ring. 

—Lo sé, tienes razón… es solo que últimamente, todo es más turbulento aquí —repuso apuntando su cabeza. 

—Mira eres humano y se mejor que nadie por lo que estás pasando, pero se fue… 

—Ryun, no quiero hablar del tema. 

—No, ahora tendrás que escucharme. Cuando estabas con ella eras genuinamente feliz, lo entiendo, Lucy era grandiosa, realmente lo es. Y perdona por esto que voy a decir pero la cagaste de una manera monumental. Mira no soy bueno para este tipo de cosas Oliver, pero sentir autodesprecio todo el tiempo y sumergirte en un mar de negación y lastima no te llevará a ninguna parte, al menos no a un buen lugar.  

Él, se siente reconociendo algunas verdades en las palabras de su amigo. Sin embargo, en su mente aún estaba pintado ese cuadro de una existencia alternativa; se imaginaba despertando cada mañana al lado de ella, sintiendo la calidez de su presencia y la seguridad de un amor compartido. Lo desayunos serían momentos de conexión, intercambiando sueños y planes para el futuro, mientras que las noches estarian llenas de conversaciones íntimas y risas que resonarian en las paredes de su hogar lleno de amor. 

—Quizás habríamos tenido hijos, una familia, una vida normal… —soltó él de la nada con aflicción. 

—Tal vez aquello nunca habría pasado. Porque te negabas a soltar a Penélope —repuso Ryun con una sinceridad arrolladora—. Tal vez, ella eventualmente se habría cansado de esperar una fecha para la boda, tal vez, no eran el uno para el otro. 

—Ella, ella… Ella iba a salvarme a Ryun —agregó en un tono alto y en un estado de vulnerabilidad, una tormenta interna que se reflejaba en su voz triste y sus ojos llorosos. La angustia que sentía en el pecho era un peso que no podía explicar con palabras, un dolor que trascendía lo físico y se adentraba en lo más profundo de su ser.  

 

 




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