Oliver

Capítulo 9

En la pausa del almuerzo, el ambiente en la sala de empleados del hotel era ligero y lleno de chismes cotidianos.  

—Así que le preparé mi famoso Bloody Mary el día de la pelea. El tipo apenas podía mantenerse en pie. Pero acaso recibí algun reconocimiento por ello       —compartió con una sonrisa socarrona, Zachary, el encargado del bar—. Pero honestamente, no entiendo todo el alboroto por él —agregó en un tono despectivo.

Él, a sus veinticuatro años, se destacaba en el hotel no solo por su habilidad para mezclar bebidas si no también por su carisma natural. Su complexión delgada pero definida y estatura alta le daban una presencia notable, su piel era bastante clara casi como si se reflejara la luz suave del bar en el que trabaja. Contraste a su cabello azabache que era una masa de mechones rebeldes que parecían caer perfectamente sin esfuerzo, dándole un aire despreocupado pero atractivo. 

—¡Vamos! Si fueras una chica, y Oliver te diera la hora del día, estarías igual de emocionada que todas nosotras —aseguró con un suspiro. 

—Cindy, créeme, si yo fuera una chica, si sería selectiva —respondió Zachary anchando los labios con una sonrisa. 

—Zachary, si renacieras como mujer, pero con la misma personalidad mujeriega y la reputación de ser un bad boy, tu definitivamente serías una bailarina exótica —manifestó Cindy entre carcajadas, quien tenía una risa fácil. 

La joven, quien también trabajaba como mucama en el mismo hotel, llevaba consigo la calidez de su piel morena, su cabello rizado y frondoso como un halo de sol de Las Vegas. Su físico, aunque no tan atlético, tenía su encanto; hombros estrechos que se ensanchaban en unas caderas voluptuosas y una cintura definida que hablaba de su fuerza al manejar las tareas diarias en el hotel. Su personalidad era un reflejo de su apariencia, fuerte pero acogedora y tenía una disposición amable que la hacía querida entre sus compañeros. Por ello no era de sorprender que se hubiera hecho amiga rápidamente de Helena cuando llegó al hotel, ya que su personalidad encajaba más o menos la una con la otra. Juntas compartían un pequeño departamento en algún lugar de Las Vegas. 

—¡Oye! Eso sería un muy buen trabajo —replicó Zachary—. Lo tendré pendiente para cuando renazca —añadió entre risa.  

—Bueno, yo daría todo el mes de mi salario por una noche con él. ¿Han leído los rumores? Según los diarios, mujeres de la élite de Manhattan pagaban fortunas por su compañía —soltó otra compañera que trabajaba en la cocina.   

Oliver se había convertido en una especie de fantasía entre las empleadas del hotel. Su presencia era como un susurro que se convertía en exclamaciones cada vez que cruzaba el vestíbulo o los pasillos. Era imposible no notar al luchador Itoloamericano, cuya belleza era tan destacada como su talento en el ring. 

—Dudo que tu salario como ayudante de cocina sea suficiente —replicó Cindy en un tono burlesco. 

Helena frunció el ceño ligeramente un poco molesta por la forma en que los rumores distorsionaban la imagen del Oliver que conocía. Sin embargo, era consciente de que había pasado bastante tiempo. 

—¿Y tú Helena? ¿También te mueres por un poco de atención de nuestro luchador estrella? —preguntó Zachary con una voz sarcástica, pero manteniendo la sonrisa, una encantadora, la misma que revelaba una hilera de dientes perfectos y que tenía la capacidad de desarmar incluso al huésped más exigente o al colega más cansado.     

Sus ojos marrones que eran cálidos y expresivos, capaces de encender una chispa de intriga con solo una mirada. Ellos esperaban ansiosos por una respuesta. El piercing en su ceja derecha que añadía un poco de rebeldía a su apariencia brillaba bajo la luz fluorescente de la sala. Y a pesar de su reputación de mujeriego y su largo historial de conquistas, había una dulzura subyacente que se hacía evidente cuando hablaba de Helena. Él, criado en Aberdeen, Washington, en una familia amorosa y cristiana, había aprendido los valores del compromiso y la fidelidad. Y aunque había disfrutado de su libertad y juventud, algo en él anhelaba una conexión más profunda como lo que veía en sus padres. 

—Es de muy buen ver… es guapo. 

—¡Vamos Lena! ¿Solo guapo? —inquirió su compañera de trabajo y también de cuarto. 

Ella esquivó la pregunta con una sonrisa diplomática, consciente de los sentimientos de Zachary hacia ella y de su propia complicada historia con Oliver. 

Su compañero asintió, ocultando su decepción detrás de una sonrisa forzada y decidido a cambiar de tema antes de que el ambiente se volviera tenso. 

—De todos modos, ¿quién está listo para el torneo de bolos del personal la próxima semana? Eso si sera un espectaculo. 

—¡Voy a ganar ese torneo! Ya verán, tengo una técnica secreta —comentó la morena con entusiasmo. 

Zachary sonrió, agradecido por el cambio de tema:—¿Técnica secreta? Espero que sea mejor que tu técnica secreta para hacer margaritas

Ella le lanzó una servilleta en broma, mientras Helena observaba la interacción con una sonrisa genuina. 

—Será divertido. Es bueno tener algo que esperar. 

La mirada del chico se desvió hacia Helena, llena de una mezcla de esperanza y resignación:—Sabes, siempre puedes contar conmigo… para el torneo o para cualquier otra cosa —enfatizó en lo último. 

Helena le ofreció una sonrisa agradecida, consciente del significado detrás de esas  palabras.   

—Lo sé, y te lo agradezco. Eres un buen amigo. 

La palabra amigo colgó en el aire, un recordatorio silencioso de los límites no cruzados y los sentimientos no correspondidos. 

La charla que fluía naturalmente se fue apagando entre risas y cada uno volvió a su deberes. 

 




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