Oliver

Capítulo 10

A regañadientes, Oliver se dejó convencer por Ryun, su amigo y salvador de antaño, para asistir a una cita doble. Su cita era la amiga de la mesera a la que Ryun frecuentaba a veces. 

Ella era encantadora, aunque Ryun no podía asegurarlo con certeza ya que en sus encuentros la pasión era lo que predominaba. Este juego entre ellos venía desarrollándose desde aquella noche en el bar, sin ataduras y nada más que simple diversión; el encuentro era salvaje y apasionado, lleno de gemidos y susurros de placer que se fundían en un torbellino desenfrenado, y al amanecer se despedían con una mirada cómplice y una sonrisa traviesa. 

—Esta noche es solo para relajarte —comentó su amigo, dándole una palmada en la espalda. Él estaba convencido de que tal vez la compañía femenina disminuiria el estrés de Oliver, un ligue de una sola noche, sin ataduras o drama de por medio—. Nada de pelea, nada de entrenamiento y mejor compañía, 

Las luces de neón de Las Vegas parpadeaban a la distancia mientras Oliver y Ryun caminaban hacia un bistró. Su amigo había notado la intensidad con la que él se había estado sumergiendo en el entrenamiento y la soledad que elegía en su habitación de hotel. 

Al llegar al bistró, se encontraron con las dos mujeres. La amiga de la mesera era tan vibrante y vivaz como la ciudad misma, con una risa contagiosa y una energía que parecía no tener fin. Pero para Oliver su personalidad extrovertida era abrumadora. A medida que avanzaba la cena Oliver se esforzaba por participar en la conversación, pero sus respuestas eran cortas y meditadas. En cambio la mujer frente a él, no tardó en darse cuenta de que su presencia no estaba causando el efecto deseado. Decidida a captar su atención, comenzó a coquetear abiertamente con él, inclinándose hacía adelante para revelar una sonrisa traviesa y una mirada llena de expectación.

—Debes ser todo un guerrero en el ring —dijo ella, su voz un susurro seductor—. Puedo ver esa fuerza y determinación en tus ojos y músculos —agregó sin titubeo. 

Oliver se encontró atrapado rápidamente entre la cortesía y su deseo de mantener las cosas simples. 

—Luchar es una parte de lo que soy —admitió, tratando de encaminar la conversación a un terreno neutro. 

Pero ella no se disuadió tan fácilmente. 

—Y fuera del ring, ¿que te apasiona? —preguntó, pero aquello se sintió que venía dirigido con doble sentido. 

Él tomó un respiro, y sus pensamientos volaron hacia la mujer misteriosa de la piscina, la imagen de ella se deslizaba por su mente como una sombra suave y persistente. 

La energía de la mujer que acompañaba a Oliver era inagotable, y su comportamiento comenzó a inclinarse hacia lo escandaloso a medida que la noche avanzaba. Su risa resonaba un poco más fuerte debido al alcohol, y sus gestos se volvían más expansivos, atrayendo miradas curiosas de los demás comensales. Él intentaba mantener la calma, pero la intensidad de su cita en captar su atención se estaba convirtiendo en una fuente de estrés.

—¡Vamos Oliver! ¡Relájate y diviértete un poco!           —exclamó ella, llenando su copa de vino hasta el borde. 

Ryun, observó la escena con preocupación. sabiendo que este tipo de ambiente no era lo que él necesitaba:—Creo que es hora de dejar un poco el alcohol —sugirió diplomáticamente.

Pero la mujer parecía ajena a las señales sutiles. 

—¿Qué pasa campeón…? —cuestionó arrastrando un poco las palabras—¿Acaso no puedes manejar un poco de diversión? 

Oliver sintió como la paciencia se le agotaba. Realmente no le tenía fe a esta noche, y estaba totalmente reacio a asistir. Sin embargo, una parte de él estaba consciente de que debía continuar.  

—Creo que hemos tenido suficiente diversión por una noche —dijo finalmente, su voz era firme pero educada. 

Su cita parecía sorprendida por su respuesta directa, pero no dijo nada más. Oliver aprovechó el momento para despedirse cortésmente y salir del bistró, ansiando el silencio y la soledad de su habitación de hotel. 

Mientras Oliver caminaba por las calles iluminadas de Las Vegas, el aire fresco de la noche parecía despejar su mente. El eco de la cita ruidosa y pesada se desvanecía con cada paso que daba, siendo reemplazado por un recuerdo mucho más dulce y melancólico.

Recordó la primera vez que había salido con Lucy. Aquella noche había sido un desfile de torpezas: un vino derramado, un tropezón al levantarse de la mesa y una conversación llena de nerviosismo. Pero había algo encantador en esa imperfección, una autenticidad que lo había cautivado por completo. 

Ella se había reído con cada pequeño desastre, y su risa era como música para él. Oliver había sabido entonces, en medio de aquel caos encantador, que ella era la mujer con la que quería pasar el resto de sus días. Pero aquellos sueños se habían roto en pedazos junto con su relación. 

—¡Soy un grandísimo hijo de puta! —exclamó en voz alta, su tono se percibía tan doloroso. Aquel amor había dejado una huella imborrable en su corazón, una huella que ninguna cita a ciegas podría llenar, aunque no era como que estaba dispuesto a dar una oportunidad. 

Al llegar al hotel, camino por el vestíbulo hacía el ascensor de manera mecánica, su mente aún enredada en los eventos de la noche. Las puertas del ascensor se deslizaron y una figuró pasó rápidamente a su lado, una presencia que se sentía familiar, que hizo que su corazón se acelerara; era ella, estaba casi seguro. Oliver solo pudo vislumbrar parte de su perfil mientras ella se alejaba, su cabello oscuro ondeando detrás de ella como una cortina que ocultaba su rostro. Ella llevaba un uniforme del hotel, recordando que le había dicho que trabajaba allí, así que este encuentro era inevitable. 

—Espera… —dijo él, pero su voz se perdió en el bullicio del vestíbulo. 

Ella no se detuvo ni se dio vuelta, y Oliver no estaba seguro si ella lo había escuchado o si simplemente estaba demasiado ocupada para notarlo. Se quedó allí por un momento, luchando con la decisión de seguirla o dejarla ir. 




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