Oliver: Inocencia maldita

Chapter Eleven: Muñecas rotas

"Places, places

Get in your places

Throw on your dress and put on your doll faces

Everyone thinks that we're perfect

Please don't let them look through the curtains"

 

1

 

Delilah se marchó poco después de que ambos niños subieron al cuarto de Oliver, por lo que Edith aun en su máscara de mujer perfecta caminó a su recamara, cerró la puerta tras de sí y se sentó frente al tocador, mirándose al espejo.

 

Tan hermosa.

 

Tan solitaria.

 

Tan rota.

 

Edith sonrió a su reflejo, la misma sonrisa que tenía tan bien ensayada desde que era una niña. Entonces vio una fotografía de ella y Adrien en la esquina de la mesita, su sonrisa decayó...

 

-¡¿PORQUE?! -Gritó arrojando todo lo de la mesita al suelo en un ataque de frustración, de algo parecido a la rabia.

 

Lágrimas comenzaron a brotar de sus preciosos ojos azules. Contempló en su reflejo como el delineador se corría manchando sus perfectas mejillas.

 

-¿Porque?.. -Sollozó, temblando frente al espejo.

 

Era en ese tipo de momentos que podía permitirse ser imperfecta. Era en ese tipo de momentos que podía demostrar que si sentía dolor. Que no era una simple muñeca sin vida que podía usarse como adorno. Que era una mujer, un ser vivo, y sufría al igual que los demás.

 

Edith no siempre podía ser la perfecta princesa de cristal.

 

-Mi Adam... Mi Adrien... -Sentía el pecho apretado mientras las lágrimas seguían aflorando de sus orbes como manantiales.

 

Dos hermanos. Dos hombres a los que había amado. Y dos hombres a lo que había llorado cuando los perdió.

 

En su mente se revolvían los recuerdos de ambos. Risas, abrazos, besos... Tuvo una sensación agridulce en la boca.

 

"Adrien... Oh, Adrien ¿porque? ¿Porque tuviste que traicionarme? Te amaba... Te lo había dado todo... ". Llevó sus uñas a su rostro, arañando las marcas que habían dejado las gotitas saladas al deslizarse por ellas.

 

-¡Me odio...! Te odio... ¡Te odio! ¡Todo es tu culpa! ¡Tú culpa! ¡Tú me hiciste así! -Exclamaba arrojando las cosas contra las paredes, era un dolor amargo el que sentía.- Ustedes me hicieron así... -Se sostuvo un momento de la mesita, agitada aun sollozante para luego dejarse deslizar hasta el suelo.

 

Mientras tanto los recuerdos con sus amores eran reemplazados por el de su madre. Aquella mujer... La verdadera reina malvada... Aquella que había dañado demasiado a Blancanieves y ni un príncipe pudo salvarla.

 

Cuando Adam llegó ya era demasiado tarde, ella ya estaba rota. Su mente no funcionaba del todo bien, todo era una actuación para ella.

 

-Adrien... -Hipeó y parpadeó pues su vista se había vuelto borrosa por un momento a causa del llanto. Dirigió su mirada hacia una pequeña cajita de cristal, una nueva y que tenía los bordes decorados bellamente de dorado. La tomó y la abrazó contra si con cuidado, con mimo- No debiste intentar hacerme daño... mucho menos a mi bebé... Tu... Tú no debiste fijarte en Katrina... Y-yo siempre te dí mi amor... Te dí todo de mí... Te dí siempre lo mejor que podía de mi... -

 

No es necesario mencionar que había en esa cajita de cristal. Embalsamado. Ella sería la dueña de su corazón por siempre, la única a la que habría amado.

 

"A sus oídos había llegado que Adrien pensaba dejarla, que él se había interesado por Katrina, que él había sido quien trató de envenenarla.

 

Edith no podía permitir que Adrien se alejara de ella, no cuando lo amaba tanto.

 

-Si no eres mío... No serás de nadie, Adrien Pritzker... -Había susurrado contra su oído antes de cumplir su insana voluntad."

 

-Lo siento, mi amor... De verdad lo siento... Pero no podía permitir que le hicieras daño a Oliver... No podía permitir que te alejaras de mi... -Su vista se quedó ida en alguna parte de la pared, mientras que su mente parecía haber viajado tiempo atrás.

 

Recordaba la voz dulce de Adam, la sonrisa de Adrien... Los regalos de Luca, el amor de Lorcan... Las bromas de Walter o Wally como solía decirle de cariño, la timidez de Jason... La infidelidad de Anthony, el detonante de todo. Los recuerdos comenzaban a mezclarse, se perdía, la mareaban.

 

Edith solo quería alguien a quien amar de forma incondicional.

 

2

 

Oliver miró a la niña que lo miraba igualmente, fijo. Ninguno de los dos parecía saber a qué diablos jugar.



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En el texto hay: fantasmas, psicopata, demonio

Editado: 08.05.2019

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