1
Seis años antes...
Oliver estaba sentado leyendo un cuento que su madre le había comprado, ella le había dicho que debía ejercitar su lectura. Edith estaba trabajando, y la niñera había ido al baño un momento, mientras él seguía con el pequeño libro, tenía dibujos, se le hizo un poco tonto pero asumió que era una versión para niños de El Principito.
-¿Te gusta leer? -Un hombre de traje negro se acercó a él, Liver alzó la vista y por un momento creyó que era su padre, pero entonces vio los ojos del sujeto notando que eran oscuros, no eran como los ojos azules que recordaba de su papá.
-Si... ¿Tú quién eres? -Pregunto la inocente criatura observándolo fijamente, aun con el librito en manos.
-Soy tu papá -Él dijo, caminando hasta el niño y acuclillándose frente a él.
-Tú no eres mi papá -Contestó el menor, con el pequeño ceño fruncido.
-¿Porque lo dices?
-Mamá siempre me muestra fotos de papá y me habla de él, tus ojos no son como los de mi papá -Cerró el libro y lo dejó a un lado, mirando al hombre desconocido, hace un año había empezado a ver a personas que no conocía en la casa como Wally o Tucker por lo que realmente ya no le sorprendía mucho encontrar otro ser como ellos.
Aunque Mr. P no era como aquellos fantasmas.
-Tu madre cree que él es tu padre, pero en realidad soy yo -Extendió una mano y acarició el cabello negro del niño con cariño inexistente.
Oliver lo miraba fijamente.
-Tú no eres mi padre -Repitió, apartando la mano del ente.
Él inclusive veía a su padre en ocasiones, Adam decía que lo cuidaba desde las sombras, que él siempre lo cuidaría, sin importar que pasara. Oliver no protestaba, le agradaba en cierta manera la compañía de su progenitor, pero muchas veces Wally o Luca interrumpían, y hacían que Adam se fuera.
Ese ser que estaba frente a él no era su padre, él no sentía que así fuera. Lo rechazaba como su progenitor.
-¿Prefieres a Adam Pritzker como tu padre? -El ente cambió su expresión, tornando aquella sonrisa amable en una mueca despreciativa- Eres débil... -Le dijo, más aún cuando notó los ojos azul claro, hielo, del pequeño.
-Solo soy un niño...-Liver se encogió de hombros y se levantó del piso, siendo seguido con la vista por esos ojos oscuros.
-Eres mi niño... y eres hermoso, ahora eres débil aún, pero tarde o temprano cumplirás con el propósito por el que fuiste creado...- Mr. P se levantó igualmente, desvaneciéndose ante los ojos del menor.
Y es Oliver era inocente, pero su sangre estaba maldita, corría la desgracia en sus venas.
Cuando de verdades se trataba, él poseía una inocencia que estaba maldita.
Cuando de mentiras se hablaba, él era hijo del esposo de Edith MacMillan.
Actualidad
Era alrededor de media noche, sentía la mirada fija de Oliver sobre si mientras desarmaba la cama para que durmiera allí. Él la había estado observando de esa forma desde lo último que había dicho Arlet, era como si el niño esperara una reacción ante eso, o si la analizara para descubrir si realmente ella sería capaz de hacerle daño.
-Listo, ven, Liver, es hora de dormir. Mañana deberemos irnos de la ciudad, pero esta noche debes descansar ya que estas en crecimiento -
Él no se movió de su lugar, sentado, sin dejar de mirarla. Ella suspiro exasperada.
-Oliver... Vamos, llevas en ese mutismo como una hora, no has dicho ni una palabra desde que vinimos aquí. Por favor, háblame... -
-¿Para qué me trajiste aquí? ¿Acaso estás pensando en matarme, Katrina? -Cuando finalmente volvió a hablar, fue directo con lo que quería saber.- ¿Le crees a esa loca las estupideces que está diciendo? -
Katrina se sobresaltó ligeramente ante la frialdad que había en el tono del chiquillo. Ella nunca sería capaz de dañarlo, claro que no...
-¿Pero qué dices? Sabes que no podría hacerte daño jamás, yo te amo, Oliver -Caminó acercándosele y se inclinó frente a él, levantó una mano y acunó en ella la mejilla del menor, que la observaba inmutable.- Sería incapaz de dañarte, Liver… Moriría antes que lastimarte –Susurró.
La mujer había dicho que sus genes eran débiles, por eso aunque poseyera un gran encanto sus ojos no develaban su naturaleza, y se valía más de ingenio y manipulación que del hechizo que estos podían provocar de ser fuerte el gen demoníaco en su sistema.
Editado: 08.05.2019