—Lo que no te lleves, lo quemaré — le advirtió, mientras la tiraba del brazo hacia la calle, bajo el frío invierno.
Ella se fue con su corazón quebrantado y su alma hecha pedazos, con la desesperación de no saber qué pasará con ella y su bebe, y ahora con mayor razón, porque no tenía seguro médico; era maestra, pero no le pagaban seguridad social.
Ocho meses después, Olivia abre los ojos adormecidos y cansados por la labor de parto, su cuerpo dolía y aún no podía levantarse, pero intenta hacerlo como puede y la enfermera no lo permite.
— Ayuda … Por favor —habló con ronca y quebradiza.
— ¡Señora!, por favor cálmese — dice la enfermera sujetándola de una mano y el hombro.
— Mi hija, mi bebe, por favor — está entre sollozos pensando que le había ocurrido algo a su preciada hija.
La enfermera responde con una enorme sonrisa que se tranquilice porque su bebe está bien.
— Su hija está estable, mire, está al lado de su cama — responde tranquilamente.
Olivia suspiró de alivio, sin embargo, no pudo evitar llorar al cerrar sus ojos por unos segundos. Sabía que no tenía dinero para pagar el hospital y lo poco que quedaba era para varios días, puesto que había pagado 4 meses de alquiler para estar más tranquila.
— Alguien ha venido a visitarme — pregunta Olivia.
— No, señora, mire su bebe — la enfermera se la coloca sobre su pecho.
Ella no recordaba mucho acerca del parto porque se desmayó, aunque mirar a su hermosa hija, todo dolor desapareció y pudo sentir el verdadero amor. La sostuvo con tanta delicadeza y cariño, porque estaba sana y salva; era lo único que le importaba.
No todo es felicidad, la angustia no tardó en aparecer e intentó comunicarse con Jackson de todas las maneras posibles, pero no lo logró. Dos días después, le dieron el alta médica y la cuenta de cobro era muy alta.
— Esta es su factura — La persona de la caja le entrega el recibo.
— Dios mío, veinte mil dólares — dice ella en voz alta y solo contaba con diez mil que logró reunir con mucho esfuerzo para varios días y alguna emergencia.
— Señor, no tengo todo ese dinero, ¿hay alguna forma de pago? – pregunta desesperada y con su bebe en brazos.
— ¿Se puede hacer un acuerdo de pago para que le quede más cómodo ante su situación?, ¿Le parece? – responde el señor mirándola con compasión y tristeza al ver a esa chica sola con su hija.
Olivia intentó no llorar y aceptó, pero su tristeza. Sabía que le sumaría mucho el tema de los intereses, esa era la única manera de salir de allí sin problema alguno. Su corazón quebrantado, su economía era un desastre y ahora, con una deuda más, además de tener a su bebe en brazos, era lo único que le daba fortaleza.
Un rato más tarde llegó al apartamento donde vivía, apenas había tenido a su niña y sus movimientos eran lentos y dolorosos, trató de abrir la puerta rápida sin decir palabra alguna.