Olvidame

PRÓLOGO

A veces y para la mayoría de las personas es difícil aceptar que eso que creíamos querer es lo que específicamente no necesitamos. A estas alturas de la vida sé de la existencia de personas que no fueron capaces de soltar la cruz que les impedía caminar libre por el sendero del destino y así como lo sé, entiendo que simplemente no podemos hacer nada por salvar a esas personas, incluso si ellos piden a gritos que los ayudemos.

     Pasa qué, los seres humanos no tenemos un límite de estupidez específico, y ese probablemente nuestro defecto más grande, uno de tantos. El dicho de “Cualquiera que tenga uso de razón…” no va a este punto, ni a esta historia donde incluso el juicio mismo, se perdió en el amor.

Por eso tengo ganas de contarles esto sin saltarme algún detalle, sin algún prejuicio, miedo o dolor. El desenlace de esta trama no lleva mi nombre, pero quiero ser quien se las narre.

***

—¡Termínale! Dile que eres mío, que me sigues amando. —Dijo Julieta agarrando con fuerza el brazo del hombre hasta emblanquecer sus nudillos. Ella lo miró furiosa presionando sus dientes, mientras que la rabia y desesperación la consumían en carne viva. —Deja a esa perra o haré que ella te deje.

Arian llevaba casi dos años de relación con Ruth y apenas dos semanas saliendo con June. Estaba acostumbrado a los berrinches de esta chica, a tratar con sus rabietas, pero si seguía con ella era por puro y maldito sexo.

A veces así de cobarde somos los seres humanos, capaces de fingir que queremos a alguien por lujuria, por placer físico y mental, nunca algo emocional. Estaba con ambas por no saber quién era lo suficientemente buena para él o específicamente por no saber quien le daría más de lo que él quería.

Y no se trata de ser hombre, de tener complacencias, de sentirse más de lo que es, Arian era solo un chico queriendo escapar de una cadena que lo tenía preso al suelo, un suelo infértil, tétrico y lleno de desamor.

—Llegas a hacerle el más mínimo daño a June y te juro que haré que te arrepientas. —Le contestó mientras ella ponía los ojos en blanco. —¿Te quedó claro o te lo escribo?

—¡Maldición! —Gritó ella con exasperación.— Es solo una cualquiera que llegó hace días a tu vida, ella no va a alejarte de mí, no es mejor que yo, ni voy a dejar que se quede con lo que es mío.

El temperamento de Ruth era muy probablemente el más débil de todos, y no la describiré como una mala persona, pero si era alguien cuya personalidad era igual a un zapato viejo, descuidado y lleno de lodo; En todos los aspectos iba a ser muy difícil quitarle tanta mugre luego de haberse descuidado tanto así misma.

La realidad es esa, estaba rota.

—¡Entiende de una puta vez que no me interesas más! Estoy harto de tener que aguantar tus jodidos ataques de celos, tu malhumor y sobre todo estoy feliz de poder querer a alguien que no seas tú.

Él estaba harto, y no era para menos. Todos tocamos fondo en algún momento, nos hartamos de mendingar amor.

—No te desharás de mí. —se acercó a besarlo, pero él la empujó.

—Estás loca.

—Lo estoy, como tú estás loco por mí. —Se le acercó al oído. —Esa zorra no te dará lo que yo sí. —Susurró con descaro, enviando una electricidad por su cuerpo tan indeseable como su presencia. —Si quieres divertirte con ella, adelante, pero les arruinaré la vida a ambos y volverás pidiéndome de rodillas que me abra de piernas.

—Como no eres capaz de diferenciar entre el amor entre June y yo, a diferencia de esta toxicidad inmadura e innecesaria entre nosotros la cual no tiene más para dar.

Ella rió con el mismo descaro con el que se refería a su némesis, o como ella la categorizaba.

A veces y para la mayoría de las personas es difícil aceptar que eso que creíamos querer es lo que específicamente no necesitamos. A estas alturas de la vida sé de la existencia de personas que no fueron capaces de soltar la cruz que les impedía caminar libre por el sendero del destino y así como lo sé, entiendo que simplemente no podemos hacer nada por salvar a esas personas, incluso si ellos piden a gritos que los ayudemos.

     Pasa qué, los seres humanos no tenemos un límite de estupidez específico, y ese probablemente nuestro defecto más grande, uno de tantos. El dicho de “Cualquiera que tenga uso de razón…” no va a este punto, ni a esta historia donde incluso el juicio mismo, se perdió en el amor.

Por eso tengo ganas de contarles esto sin saltarme algún detalle, sin algún prejuicio, miedo o dolor. El desenlace de esta trama no lleva mi nombre, pero quiero ser quien se las narre.

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—¡Termínale! Dile que eres mío, que me sigues amando. —Dijo Julieta agarrando con fuerza el brazo del hombre hasta emblanquecer sus nudillos. Ella lo miró furiosa presionando sus dientes, mientras que la rabia y desesperación la consumían en carne viva. —Deja a esa perra o haré que ella te deje.

Arian llevaba casi dos años de relación con Ruth y apenas dos semanas saliendo con June. Estaba acostumbrado a los berrinches de esta chica, a tratar con sus rabietas, pero si seguía con ella era por puro y maldito sexo.

A veces así de cobarde somos los seres humanos, capaces de fingir que queremos a alguien por lujuria, por placer físico y mental, nunca algo emocional. Estaba con ambas por no saber quién era lo suficientemente buena para él o específicamente por no saber quien le daría más de lo que él quería.




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